¿Que quieres lograr en el año 2012?


Estamos ya por comenzar un nuevo año y en medio de las celebraciones, reuniones  con familiares y amigos, pensamos en las cosas que nos gustaría lograr este próximo año 2012, y esto tiene que ver con cada una de las áreas de la vida: la salud, la familia, el amor, el trabajo,…. y de seguro, que nos gustaría tener un gran año en todo!

Hace algunas semanas, en este mismo blog, dimos una estrategia para hacer su “balance de vida de fin de año”, si no lo pudiste hacer, te damos aquí cuatro pautas que te permitirán  “tomar un atajo” y establecer el sueño o la meta que quieres lograr en este año, y trabajarlo:  

Primera: Imagínate como quieres terminar ese año. Cierra los ojos e imagínate que estas en el último día del año 2012 y que estás viendo una foto tuya, y pregúntate  cómo quisieras verte entonces?,  ¿Qué cosas te gustaría haber logrado para ese momento? o ¿qué logros te gustaría estar festejando en ese momento?.

Segunda: Escribe claramente esa meta que acabas de identificar, en un papelito de color fuerte (amarillo, verde,… el que más te guste) y pégalo en el espejo que verás cada mañana al lavarte y prepararte para tu jornada diaria. Ten la precaución que tu meta esté expresada en términos bastante concretos y sencillos y que ilustre claramente lo que quieres lograr, muchos de los problemas vienen de no saber realmente lo que se quiere lograr.

Tercera: Hazte un pequeño plan de acción sobre  cómo vas a alcanzar esa  meta que tienes pegada en tu espejo. Trata de establecer varias etapas pequeñas que te ayuden a mantenerte motivado en el trayecto de alcanzar tu meta.

Cuarta: Cada cierto tiempo (semana, mes, trimestre,… lo que mejor te convenga) verifica como vas avanzando en el trabajo de lograr tu meta tan ansiada y felicítate cuando atravieses tus etapas previstas, e incluso prémiate cuando la hayas logrado o te hayas acercado a tu meta.

Buen trabajo!, … que el  año 2012, sea el escenario del cumplimiento de tus sueños.

El estrés del cuidador de un pariente mayor con Alzheimer


El año 2011 fue declarado como el “Año Internacional de la Investigación sobre el Alzheimer”, esa temida enfermedad neurológica en la que los recuerdos van desapareciendo y la persona emprende un descenso dramático de todas sus facultades, frente a la mirada impotente de su entorno familiar.

Si uno se pregunta: que se realizó en ese año, a parte de los premios, foros y espacios de discusión, al parecer poco se ha avanzado  y todavía habrá que esperar unos años más para que las investigaciones den satisfacción a la necesidad de esperanza no solo de los enfermos y sus familiares sino de toda la sociedad que está propensa a sufrirla.

Al ver como evoluciona nuestra sociedad moderna, con menos jóvenes (por la disminución de la natalidad) y mayor porcentaje de población de más edad (se ha incrementado la esperanza de vida), podemos inferir que en las familias estaremos, cada vez más, confrontados a la necesidad de cuidar de nuestros familiares mayores que sufran de enfermedades degenerativas de la edad avanzada, como es el Alzheimer, Parkinson,…

El cuidador principal, es aquella persona (un familiar o una persona contratada para esa labor) que dedica la mayor parte de su tiempo (en horas/día) atendiendo al enfermo, permitiendo así, que otras personas de la familia puedan tener el tiempo de dedicarse a sus actividades cotidianas y adaptarse a la nueva realidad familiar, con un ser querido que sale mentalmente de la dinámica familiar habitual.  

El cuidador despliega un esfuerzo constante físico y emocional atendiendo a la persona con Alzheimer (que no mejorará con los cuidados que le dedica, sino que irá agravándose con el tiempo, lo que pesa sobre la motivación), y puede desarrollar a su vez, serias perturbaciones de su salud mental, y más aún cuando ese esfuerzo es acompañado de un aislamiento social.

Diferentes autores que han estudiado el tema señalan que el cuidador desarrolla frecuentemente problemas de ansiedad (nerviosismo, angustia, tensión, estrés, pánico, angustia, ideas obsesivas,…),  depresión o síntomas depresivos (tristeza, pesimismo, apatía), hipocondría,…., así como problemas psicosomáticos de dolores de cabeza y de otras zonas, temblor fino, problemas gástricos, trastornos del sueño (insomnio, o sueño no reparador), dificultades de memoria,….

Esos problemas deben enfrentarse, en primer lugar, aceptando que ocurran esas reacciones de agotamiento, que son normales o previsibles dada la situación de sobrecarga de estrés que tiene el cuidador; en segundo lugar,  solicitando ayuda a otros miembros de la familia para realizar algunas tareas, a fin de poder reservarse algunas horas para sus asuntos personales o simplemente relajarse; y en tercer lugar, solicitando ayuda a un profesional (psicólogo) o asistiendo a grupos de auto-ayuda.

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Espectaculares imágenes de personas que han logrado superar sus propios límites

Les invito, en el enlace adjunto,  a ver las espectaculares imágenes de personas que han logrado superar sus propios límites en sus acciones y en su relación con la naturaleza, en base una férrea voluntad y persistencia en el esfuerzo de preparación y entrenamiento; probablemente pasando por periodos de dudas y numerosas caídas, pero al final llegaron a materializar sus sueños.

En la vida diaria, todos tenemos numerosos retos, que obviamente, no son tan espectaculares, pero que requieren que les enfrentemos con la misma voluntad y persistencia en el esfuerzo que los hacen las deportistas de alto nivel.

Cada uno a su medida, debiera tratar de funcionar al máximo de sus potencialidades. La sociedad seria muy diferente si todos lucháramos por nuestros sueños, honrando nuestros valores, emprendiendo acciones  de manera convencida y persistente hacia nuestras propias metas.

Un pequeño balance de vida (presentado ya anteriormente en este mismo blog) le ayudará a trazarse las metas que requiere para emprender este año 2012, con otra proyección. Buen trabajo,…póngale energía y placer  al trayecto hacia sus sueños!!!

¿Cómo mejorar nuestras relaciones en estas fiestas?

Las fiestas de Navidad, Año Nuevo, Reyes,…, son esperadas de manera diferente por cada uno de nosotros, los niños esperan la atención de los mayores, los juegos y los regalos que van asociados a estas fechas. Los adultos con menos entusiasmo o incluso con estrés (preocupación por los gastos a realizar, la organización de las reuniones, la soledad,…).

Las tradiciones familiares pueden ser vividas con alegría para unos, con desgano para otros cuando no se comparten muchos intereses con los otros miembros del grupo, con temor cuando hay antecedentes de conflictos,…etc., sin embargo, sea cual fuere la situación, se puede aprovechar esa fecha tan cargada de simbolismo espiritual para rencontrarnos con los nuestros y recrear vínculos con nuestra familia y con los amigos. Van algunas sugerencias:

Haga el esfuerzo de desconectar del trabajo y  dedicarle estos días a la familia; y para ello, busque algunas actividades agradables que pueda compartir con los hijos,  otros miembros de la familia y amigos, pero hágalo de manera consciente (“estando allí” mentalmente) y no distraído a cada momento por el móvil que suena o por otras preocupaciones,…; puede incluso hacer una pequeña lista (sin necesidad de que signifiquen actividades sofisticadas o de alto costo)con la ayuda de los hijos  y tener varias posibilidades a escoger en función del momento y del ánimo de las personas. Recuerde cuán divertidas eran las cosas simples de su infancia, ahora que es adulto, rompa algunos esquemas que tenga y atrévase a jugar y reír con los suyos, verá como se le libera el espíritu.

Aproveche la ocasión para descubrir o redescubrir a las otras personas que conforman su familia o su grupo de amigos (si no ha tenido tiempo durante el año para hablar con ellos, es momento de hacerlo!), interésese a lo que están haciendo, a los pequeños pasos que están dando en la dirección de sus sueños (valore los esfuerzos que está haciendo la persona, más que los resultados obtenidos); cuando esté con adultos hágales preguntas sobre sus hijos o nietos,  apreciará lo felices que se ponen hablando de ellos (que son su mejor obra).

Solo tenga en cuenta que para sentirse mejor en sus relaciones  con otras personas son  necesarios: la reciprocidad, por lo que deseamos dar y recibir, escuchar y ser escuchados, comprender y ser comprendidos; la expresión de las emociones y sentimientos (es así que uno permite que le conozcan y se acorten las distancias entre las personas), exprese sus emociones positivas (que podrá contagiar a los demás) y las emociones negativas (sin agredir a las otras personas); la aceptación de sí mismo y de los demás, sin esperar que sean perfectos o que piensen o actúen como nosotros queremos (la aceptación del ser humano “con fallas” es básica para un buen entendimiento), pero nunca acepte una relación basada en la violencia.

Finalmente, nuestros pensamientos son los que definen el ambiente de nuestra vida, si pensamos en negativo (siempre viendo las carencias, catástrofes, faltas, culpables,…) nuestra vida ira tiñiéndose de negro y haciendo que la gente se aleje de nosotros, porque estaremos siempre agobiándoles (“invitándoles vasitos de desgracia”). Trate de pensar en positivo, ver las bendiciones que ha recibido de la vida, y si tiene problemas, trate de resolver uno a la vez y confiar que con su esfuerzo y la gracia de Dios, el mañana será mejor!.

Feliz Navidad y año nuevo con bienestar!.
 

Guía para entender la concentración de alcohol en la sangre y sus efectos sobre las capacidades de la persona

Al aproximarse las fiestas de fin de año, las reuniones sociales a las que asistimos son más numerosas y prácticamente todas son complementadas con el consumo de bebidas alcohólicas, que tienen una función social que no podemos negar. Sin embargo hay ciertas precauciones que debiéramos observar a fin de no correr riesgos innecesarios que puedan perjudicarnos a nosotros y a las otras personas con las que compartimos de la ruta.

Todos tenemos en mente, los recuerdos de muchos amigos o parientes que perecieron en accidentes a la salida de las discotecas, fiestas,… etc., que aunque  es triste recordar lo sucedido, es necesario sacar las lecciones aprendidas a fin de continuar con nuestro trayecto de vida en buenas condiciones.

El enlace que les presento más abajo es una guía sencilla sobre la concentración de alcohol en la sangre y los efectos sobre las capacidades y el comportamiento de la persona. Les invito a darle una lectura y tenerlo en cuenta cuando estén de salida.

Demás está decir que conducir un coche cuando uno no está en condiciones de hacerlo (porque está bajo los efectos del alcohol u otras sustancias que afectan el sistema nervioso) es peligroso y es la causa de más de la mitad de muertes, sobre todo de jóvenes. Sin embargo, podemos recordar algunas estrategias para poder participar en fiestas y departir con amigos, pero con la seguridad de que podremos volver a casa sin problemas. 

El “amigo elegido”, es una buena opción, confiar en ese compañero de salidas que voluntariamente decide de no tomar (en esa ocasión) para asegurar el transporte de todos los demás en toda seguridad, porque el será el que conduzca. Tomar un “taxi” o un “bus” sería otra opción, cuando todos los del grupo deciden de tomar, o incluso pedir a un familiar que pase a recogerles a una hora determinada.

Hay muchas posibilidades que, con un poco de creatividad, se pueden encontrar, como también la posibilidad de ponerse de acuerdo en festejar en una casa de alguno de los miembros del grupo y no salir hasta el día siguiente, cuando todos están ecuánimes para poder regresar a casa sin consecuencias que lamentar.

¿Quieres hacer tu balance de vida, este fin de año?

Así como se hace, en el mundo empresarial, una evaluación de metas cumplidas en el año que culmina a fin de proyectar las del año siguiente, a nivel personal podemos hacer nuestro balance de vida para saber cómo hemos avanzado  en torno a nuestras metas personales y, sobre todo, qué aspectos podríamos mejorar en el año que va a iniciar.

Partamos de la idea de que para tener una vida armoniosa necesitamos lograr un equilibrio de los tres pilares del bienestar de la persona: la salud, la familia y el trabajo. Para hacer el balance de esos pilares, es preciso, en primer lugar, identificar las dificultades que hayamos tenido con cierta frecuencia  durante el año, respondiendo a algunas preguntas simples que nos ayudaran a recordar; luego, las podemos categorizar en función de los plazos en los que podemos resolverlos; enseguida, nos trazamos metas pequeñitas y concretas que nos permitan ver que avanzamos; y finalmente revisamos periódicamente nuestros progresos.

A.      Identifiquemos las dificultades ( o aspectos a mejorar)

¿Cómo va nuestra salud?
Durante el año, hemos sufrido con frecuencia: ¿algunos malestares físicos (o enfermedades) que nos hayan impedido de ir a trabajar algunas veces?, ¿un exceso (o carencia) de peso que nos haya enviado el autoestima al suelo? , o,   ¿ algunos sentimientos y emociones negativas (envidias, rencores, resentimientos, frustraciones,…) que nos van corroyendo el alma e impidiéndonos de avanzar?, ¿cómo están nuestras relaciones con los demás,… tenemos amigos?, los frecuentamos?,  ¿qué espacio le estamos dando al  disfrute de actividades placenteras o estamos haciendo muchas cosas por obligación y agotando nuestras energías? o ¿tal vez estemos con problemas de estrés (con síntomas de: nerviosismo, insomnio, baja de la libido, dificultades de memoria, fatiga, malestares físicos a repetición,…) a causa de dificultades en el trabajo, con la pareja, por una situación de sobreendeudamiento o incluso por falta de trabajo (¡la falta de estimulación genera también estrés!).

¿Cómo va nuestra familia?
¿Cuánto tiempo pasamos con la familia?, ¿qué pasatiempos compartimos?,  ¿cómo están las relaciones al interior de la familia? , ¿qué conflictos tenemos? o ¿hablamos suficientemente entre nosotros de las cosas de nuestros sueños y de las cosas que nos preocupan?, ¿Qué habría que mejorar para que la familia (pareja, hijos,…) vaya mejor?

¿Cómo vamos en el trabajo?
¿Cómo está nuestro real desempeño en el trabajo? , ¿ nos sentimos a la altura de las circunstancias o necesitamos reforzar conocimientos sobre algún tema? , ¿cómo va nuestro sistema de organización del tiempo? , ¿las relaciones con nuestros colegas y superiores? , ¿qué podríamos hacer para sentirnos más satisfechos en el trabajo?.

B.      Categorizamos nuestras dificultades encontradas

Una vez identificadas las dificultades, podemos categorizarlas en función de las posibilidades que tenemos de resolverlas: de inmediato o a corto plazo (en estos días o semanas), otros a mediano plazo (en estos meses), otros aún  a largo plazo (en unos años). Hay que reconocer también que habrán problemas que no podremos resolver, porque dependen de otras personas o del sistema en el que vivimos, entonces son problemas a los que habrá que adaptarse. Cabe señalar que, los cambios más rápidos y significativos son  los que podemos operar nosotros mismos (nuestra actitud, nuestras emociones, nuestros comportamientos,…).

C.      Nos fijamos metas accesibles

Para tener éxito en este trabajo personal, tenemos que trazarnos metas pequeñitas y concretas, de manera a poder realizarlas y que la percepción de los resultados nos motive a seguir avanzando. 

Con respecto a la salud, tal vez haya que hacer un chequeo médico, seguir un tratamiento, o introducir una modificación en nuestras habitudes (ejercicio, alimentación,…), tal vez debamos deshacernos de algunos “lastres” emocionales que ocupan inútilmente nuestra energía (mantener rencores y resentimientos nos encadena a la negatividad) ,  tal vez necesitemos perdonar (a alguien o a nosotros mismos por algunos errores cometidos), terminar alguna relación problemática, “voltear la página”  y avanzar hacia emociones nuevas, positivas y libres. Asimismo, tal vez haya que hacer algunas modificaciones en el manejo de nuestras finanzas (reducir gastos, renegociar deudas, refinanciar,…) a fin de aligerar la presión de una posible situación de sobre endeudamiento.

Con respecto a la familia, probablemente haya que mejorar el tiempo que se pasa con la familia, tal vez no en cantidad de tiempo sino en la calidad (poco tiempo pero con presencia total, activa y expresión de emociones positivas),  tener más actividades compartidas, ampliar los espacios de comunicación, lo que generará una sana complicidad en el núcleo familiar. Los amigos son también un importante capital social de soporte que permite acompañar las dificultades de familia y del trabajo. Si no está dándole importancia, es momento de hacerlo!.

En el trabajo, tal vez haya que mejorar nuestras competencias con algún refuerzo temático, un curso o un entrenamiento en la gestión de tiempo o en un sistema práctico de organización del trabajo (a veces es nuestro desorden que genera el problema), tal vez haya que aprender a comunicar con asertividad (saber decir “no”, expresar adecuadamente sus emociones) para sentirse mejor, tal vez haya que optar por buscar otro trabajo (y trazarse un plan para ello),…. 

D.      Monitorear cada cierto tiempo

Cada cierto tiempo (el que mejor nos convenga) revisemos los avances, sin que se convierta en una obsesión, y si se tienen que hacer varios cambios, ocupémonos de un cambio a la vez, sin estresarse y apreciando cada mejora como un logro importante.

Les deseo una experiencia interesante y que el año nuevo les permita alcanzar el bienestar ansiado.

Comprender la depresión.

Al finalizar el año, la mayoría de personas está programando sus reuniones festivas, mientras que otros van confrontándose a su soledad y al dolor de vivir con la depresión, una enfermedad muy común pero grave si no recibe un tratamiento oportuno.

La depresión es un trastorno emocional en el que los sentimientos de tristeza profunda, pérdida, ira, frustración, desesperanza,…  interfieren con la vida cotidiana durante un tiempo prolongado, causándole sufrimiento tanto a la persona que lo padece como a quienes viven con ella, porque es como si estuviera apagada completamente.

La depresión en adolescentes se manifiesta con tristeza, desánimo, pérdida de la autoestima y pérdida de interés por las actividades placenteras habituales. En los niños, con juegos y comportamientos agresivos. En las mujeres, con sentimientos de tristeza, inutilidad, o culpa excesiva y en muchos casos con tentativas de suicidio. En los hombres, con fatiga, irritabilidad, pérdida de interés en las actividades placenteras y problemas de sueño.

En las mujeres la depresión es más común que en los hombres, por la concurrencia de una serie de factores biológicos (hormonales) y psicosociales (ciclos de vida, estrés del trabajo sumado a las responsabilidades del hogar, maltrato,…). Los hombres enfrentan la depresión mayormente recurriendo al alcohol o a las drogas, a un trabajo excesivo y a comportamientos imprudentes o riesgosos.

En los ancianos, los cambios de vida a los que tienen que adaptarse pueden generar o acentuar la depresión, como el hecho de dejar su hogar e irse a vivir a una residencia para la tercera edad, el soportar un dolor crónico, los sentimientos de soledad por la muerte de su conyugue o sus amigos cercanos, la pérdida de su independencia (problemas para movilizarse, cuidar de sí mismo,…), las enfermedades mentales o físicas que puedan tener. 

Veamos los síntomas de la depresión, que no son vividos de la misma manera por todas las personas, pero que en esencia son:
  • Sentimientos persistentes de tristeza, vacío, culpa, pesimismo,
  • Sentimientos de desesperanza,  inutilidad, y/o impotencia,
  • Irritabilidad, agitación o enlentecimiento (al hablar, caminar, actuar,…)
  • Pérdida de interés en las actividades o pasatiempos que antes disfrutaba,
  • Fatiga y falta de energía,
  • Dificultad para concentrarse, pensar, recordar y tomar decisiones,
  • Insomnio, dormir poco o demasiado,
  • Comer excesivamente o perder el apetito (subida o pérdida de peso),
  • Pensamientos suicidas o intentos de suicidio,
  • Dolores y malestares persistentes, dolores de cabeza, cólicos, o problemas digestivos que no se alivian incluso con tratamiento.
La depresión frecuentemente coexiste con otras enfermedades,  como los trastornos de ansiedad (estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de pánico, fobia social y trastorno de ansiedad generalizada), el abuso o la dependencia  (alcohol u otras sustancias) o con enfermedades físicas (cardiaca, derrame cerebral, cáncer, VIH/SIDA, diabetes, Parkinson,…).

¿Cómo puede ayudar a una persona deprimida?,
1.    Ayúdele a buscar un diagnóstico y tratamiento adecuados. Si es posible, pida la cita en su lugar y acompáñela a la consulta.
2.    Converse con ella,  escúchela con atención y paciencia.
3.    Nunca desvalorice  sus sentimientos pero háblele de la realidad y ofrézcale esperanza.
4.  Nunca ignore los comentarios sobre el suicidio y comuníquelos, de inmediato, a los familiares, terapeuta, o médico.
5. Invítela a integrarse progresivamente a diversas actividades agradables, pero sin presionarle.

¿Cómo elegimos a nuestra pareja?

La elección de la pareja es uno de los pasos más trascendentales de la vida de toda persona, por lo que es necesario conocer lo que dice la ciencia sobre los diferentes aspectos que intervienen, además del aspecto  romántico o mágico que muchas veces nos conduce a situaciones penosas, por elecciones apresuradas o por razones que no son las más fiables, como “para no quedarnos solos”, “para salir de casa”, o “para colmar algunos vacíos”,…etc.

La teoría que más parece acercarse a la realidad, nos dice que elegimos como pareja a la persona que mejor satisface nuestras necesidades de  compañía, esparcimiento y amor. Quiere decir que buscamos al compañero (alguien con quien compartir nuestras actividades, sueños y preocupaciones), al amigo (al cómplice que nos haga pasar buenos momentos, lo que explica que muchos hombres digan: “si uno es capaz de hacer reír a una mujer tiene el 50% del camino avanzado”) y al buen amante (alguien a quien dar amor y que nos haga sentir que somos amados).

Cada persona le dará una importancia diferente a la satisfacción de esas necesidades, por ejemplo: una persona para la que la necesidad de compañía sea más importante, elegirá a alguien más calmado y hogareño como pareja, y contrariamente, alguien que considere su necesidad de esparcimiento como más importante, elegirá a una persona alegre que le guste salir con amigos, a fiestas, que baile bien,….).

En una misma persona, también, esas necesidades pueden tener importancia diferente en función de las circunstancias de la vida: frente a un problema preferirá que su pareja le escuche y le acompañe en la búsqueda de solución, cuando están entre amigos, preferirá que sea más alegre y divertida, y cuando están en la intimidad, preferirá que sea menos divertida y más apasionada… Obviamente, con los límites de todo ser humano, pues surgiría un problema si una persona espera que su pareja le satisfaga a todo y en todo momento, lo que vivirá con frustración porque pide algo prácticamente imposible de lograrlo.

Veamos los otros factores que intervienen en la elección de la pareja.  La proximidad, por la que escogemos a la pareja entre la gente que frecuentamos en el ambiente social en el que nos movemos (la ciudad, el barrio, el centro de estudios, el medio laboral,…etc. ,  aunque ahora el uso del internet esté rompiendo las barreras físicas), lo que explicaría que muchas familias que viven en pueblos pequeños, tengan tendencia a alejar a los hijos jóvenes enviándolos a estudiar o vivir en otras ciudades en los que puedan ampliar sus redes sociales y sus posibilidades de encontrar un “mejor partido”.

La similitud, por la que tendemos a elegir a quienes se asemejan a nosotros en diferentes aspectos (edad, religión, ideología, nivel educativo, profesión, clase social,….) que son importantes para nuestra cultura (creencias, modelos construidos en nuestra mente) y que finalmente define quienes, de entre los que frecuentamos, son deseables como pareja. Así vemos, que médicos se casen con médicos, profesores con profesoras, actores con actrices,…etc.  

La equidad, por la que tendemos  a elegir a las personas que consideramos “igual” o mejor que nosotros. La equidad nos hace predecir que la relación perdure y sea satisfactoria, lo que nos permite entender los casos de, por ejemplo, parejas que se formaron cuando ambos eran estudiantes, en las que uno de ellos tuvo que sacrificarse para que el otro estudiara, y que una vez que este último logró su profesión y cambió de estatus social, quiera divorciar porque siente la necesidad de buscar a otra pareja que la vea más a su “altura”, que la que lo acompañó en el trayecto de vida que compartieron.

La complementaridad, por la que buscamos en la otra persona algunas características que no tenemos pero que nos resultan atractivas, lo que genera una cierta sintonía entre ambos,  y que la elegimos porque queremos que venga a complementar las nuestras; lo que nos lleva a comprender a esas parejas que se presentan cómodamente como  el “agua” y el “fuego”, habiendo logrado encontrar la unidad en sus diferencias.

Finalmente, el trayecto que sigue la formación de una pareja, según algunos autores, se iniciaría, en un primer momento, por un interés (“clic” o “flechazo”) que pueda tener una persona por otra  y en esa etapa, sería la atracción (o el impacto que su manera de ser o comportarse pueda generar sobre la otra persona) la que define si habrá o no, continuidad en el intento.  

Luego, cuando ya se están frecuentando, la atracción física pasaría a un segundo plano y se buscaría más las concordancias o similitudes de puntos de vista, gustos, sueños,…etc. Cabe señalar que, la semejanza de ideas (nivel educativo, profesión,…etc.) es un factor de predicción de una mayor satisfacción y estabilidad en la pareja.   

La formalización de la pareja, parecer ser que se define en función de cómo se asumen los diferentes roles que comprende la vida de pareja (compañero, amigo, amante, yerno, nuera,…), lo que contradice lo que a veces escuchamos: “uno no se casa con la familia”, y que de alguna manera se la tendría en cuenta. 
 

La risa tiene un efecto benéfico en el bienestar físico y mental de la persona

La risa produce un goce emocional, de placer y permite descargar las tensiones psicológicas y físicas. Hace que la persona sea menos sensible al dolor (aumenta su umbral de tolerancia), le incrementa el ritmo cardíaco y por las múltiples contracciones internas que produce, le procura el mismo efecto que un masaje revitalizante de todo el cuerpo: un estado de relajación y una reducción de la tensión y el estrés.

Desde el punto de vista psicoquímico, podemos decir que la risa provoca la secreción de endorfinas (antidepresivos naturales) que nos hacen sentir más despiertos, más receptivos a ver el lado positivo de las cosas e incluso dar menos importancia a una realidad percibida como dolorosa o negativa. En el mismo sentido, parece ser que la risita nerviosa del flechazo o enamoramiento es producida por la secreción de feniletilamina (sustancia de la familia de las anfetaminas).

En la risa participan los principales sistemas del cuerpo (muscular, nervioso, circulatorio y digestivo),  y desencadenan  un estado de ánimo alegre, festivo y de buen humor, que por su efecto de reducción de la tension es altamente placentero, favoreciendo la amistad y la articulación social.  La risa tiene una importante función social, a través de ella se exteriorizan las emociones, se comunica el humor al entorno por lo contagiosa que es, y permite salvar situaciones sociales que pueden ser incómodas para muchos.

El tener un buen sentido del humor, que es una actitud por la que la persona promueve la risa o el aspecto jocoso de las situaciones de la vida cotidiana (obviamente con ciertos límites, porque no se puede reír de todo) permite que la persona tenga una actitud más positiva de la vida, sea menos propensa a desarrollar enfermedades psicosomáticas y tenga un entorno social más enriquecedor (porque una persona con buen sentido del humor , es percibida como “más simpática” y atrae más que una que no lo tiene).
Esa actitud se puede desarrollar en la persona, haciendo atención a cultivar la sonrisa en todas las acciones que realiza, esforzándose a ver siempre la parte positiva de las cosas (la "botella medio llena y no medio vacía") y frente a los problemas, intentando encontrar soluciones y no enfrascarse a buscar culpables. Por otro lado, prefiriendo la lectura de textos y dibujos de humor en libros, revistas o internet; prefiriendo  ver comedias en lugar de películas de terror o dramas; asistiendo a obras de teatro cómicas o viendo en TV las programas de humor (eligiendo obviamente la calidad de las mismas).  

Las verduras y las frutas podrían reducir el riesgo de accidente cerebrovascular de las mujeres.

Desde hace mucho tiempo se sabe de los beneficios de una alimentación equilibrada en la salud de las personas. Ahora, una investigación realizada en Suecia, nos confirma que las dietas ricas en antioxidantes provenientes de frutas, verduras y granos integrales parecen reducir las probabilidades de accidente cerebrovascular (ACV) de una mujer, incluso aunque ella tenga antecedentes de enfermedad cardiaca.
El estudio fue realizado con 31,000 mujeres sin enfermedad cardiaca y 5,700 mujeres que tenían antecedentes de enfermedad del corazón, de edades que van de 49 a 83 años de edad, a las que se les hizo un seguimiento promedio de 11.5 años (para el grupo sin enfermedad cardiaca) o de casi diez años (el grupo con enfermedad cardiaca).
Los resultados del estudio han mostrado que una mujer con un alto nivel de antioxidantes alimentarios corre menos riesgo de tener un accidente cerebrovascular hemorrágico (17 %  menos riesgo en las mujeres sin antecedentes de enfermedad cardiaca y  hasta 57 %  menos en las mujeres que ya habían sufrido de enfermedad cardiaca) que una mujer con bajo nivel de antioxidantes.
Según los autores del estudio, la dieta más saludable para el corazón fue la más rica en frutas y verduras, además de granos integrales, té y chocolate, cuya capacidad antioxidante, que incluye las vitaminas C y E, los carotinoides y los flavonoides, tiene un efecto beneficioso; datos que habría que tener en cuenta para una gestión inteligente de nuestra salud.

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Las migrañas aumentarían el riesgo de depresión

Una investigación de la Universidad  de Calgary (Canadá)   puso en evidencia que las personas con migraña pueden desarrollar una depresión clínica, y que esa relación entre los dos trastornos podría también ser de manera inversa.

La migraña, es un dolor invalidante que obliga a la persona a limitar o abandonar su actividad habitual, mientras dura el dolor.  A la actualidad no tiene un tratamiento que lo haga desaparecer, por lo que es necesaria mucha información para que la persona que lo sufre pueda gestionarla.

Se trata de unas crisis o episodios de dolor intenso (en las sienes) que duran entre 4 a 72 horas y se acompañan de náuseas, vómitos, malestar o hipersensibilidad a la luz y los ruidos.

El proceso generalmente se inicia cuando la persona está en contacto con  algunas situaciones (o estímulos) a las que es sensible, como:
  • Afectivas: estrés, angustia, conflictos o situaciones que generan malestar,
  • Ambientales: olores intensos, humo, tabaco, luz brillante, cambios fuertes de temperatura,
  • Hormonales: menstruación, anticonceptivos, terapia con estrógenos,
  • Sueño: demasiado, insuficiente o interrumpido,
  • Alimentos: queso curado, derivados lácteos, zumo de cítricos, chocolate, salchichas, ahumados, comida china, edulcorantes, alimentos industrializados (conservantes, colorante, realzadores de sabor,…) , nueces, patatas, “chips”,
  • Bebidas: alcohólicas (vino, cerveza  y otros licores), bebidas con cafeína,

Para disminuir la ocurrencia  de migrañas, la persona tiene que tomar ciertas precauciones, como:  
  • Identificar los factores que le provocan las migrañas para poder estar más atento y manejarlas mejor,
  • Procurar, en lo posible, de  evitar situaciones que le produzcan estrés,
  •  No dormir demasiado o muy poco,
  • Tratar de hacer comidas a la misma hora y en cantidades similares,
  • Evitar los alimentos y bebidas a las que es sensible,
  •  Evitar los lugares ruidosos o con olores penetrantes.

Cuando se tenga migrañas, consultar a su médico y evitar la automedicación. Una psicoterapia, complementaria al tratamiento médico, podría ser de utilidad para lograr un mejor manejo de los factores que las provocan.
 



La dieta mediterránea y algo más….generaría mejor estado de salud

Muchas son las investigaciones que confirman los beneficios de la dieta mediterránea en la prevención de enfermedades  y en el bienestar general de la persona. Entendiendo por dieta mediterránea, una alimentación equilibrada que prioriza las frutas, legumbres, pescados, aceite de oliva,... y el consumo moderado de alcohol (vino). 

Un estilo de vida saludable, que consiste en tener una alimentación sana sumada al ejercicio físico regular tiene beneficios importantes para la salud física (previene las enfermedades cardíacas, pulmonares…) y la salud mental (las endorfinas que son secretadas en el cerebro cuando hacemos ejercicio, tiene un efecto antidepresivo extraordinario y natural).

Una prueba del efecto antidepresivo de las endorfinas, la tenemos frecuentemente cuando, estando apáticos y sin energía, nos ponemos a correr o practicar algún deporte; a medida que hacemos el ejercicio vamos sintiéndonos cada vez con más energía y nuestro estado de humor va cambiando, al final del ejercicio estamos sonriendo y recargados de energía y buen humor.

Es obvio que el ejercicio físico no necesariamente deba ser la gimnasia,  puede ser cualquier actividad en la que haya movimiento del cuerpo y que se gaste energía como: caminar, correr , bailar, nadar, practicar yoga o algún deporte, trabajar en el jardín,….


La lucha contra el sida debe ser también en nuestros hogares.

El 1 de diciembre, es el Día Mundial de Lucha Contra el Sida.  Las organizaciones que luchan contra esa enfermedad  trazaron como objetivo para el 2015 de “llegar a cero” (cero infecciones nuevas y cero discriminación),  meta que sigue siendo difícil de alcanzar, si no pensamos todos a tener cierto cuidado con nuestra propia salud y la de nuestra familia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), el UNICEF y el ONUSIDA, se felicitan (este año) por los avances extraordinarios de la medicina (sobre todo en atención a la persona infectada), por los resultados alentadores de las investigaciones y el nivel de infecciones nuevas que comienza a disminuir a nivel global (sin embargo, reconocen que en el mundo hay 34 millones de personas que viven con VIH), aunque no se pueda negar que hayan disparidades, en función de la inversión de los diferentes países en esa lucha.


Los progresos en el mundo no debieran hacernos olvidar el cuidado a tener a nivel de nuestros hogares. Un contagio puede ocurrir a causa de un problema de información de nuestros hijos adolescentes o incluso de algunos adultos que creen erróneamente que el virus está en otro tipo de poblaciones a la suya. 

En la familia, es necesario que se tengan conversaciones abiertas y sinceras con los hijos adolescentes para que puedan comenzar su sexualidad en buenas condiciones y con la protección adecuada. Es innegable que pueda provocar cierta dificultad en los padres el tener que hablar del uso del preservativo, pero cuanto más natural parezca el tema, mayores serán las posibilidades de recepción en los jóvenes. Igual cuidado debiera merecer el evitar la  discriminación con las personas que han sido infectadas.   

La manera de protegerse y proteger a su familia es teniendo una actividad sexual responsable (uso de preservativo) y realizando periódicamente los controles de despistaje (que son fáciles y se hacen en cualquier establecimiento de salud); recordemos que uno puede estar infectado y pasar muchos años (los especialistas hablan de diez años) antes de que se tenga unos síntomas; y el  descubrir a tiempo permite tomar la medicación necesaria y tener una vida larga y relativamente normal.





La empatía tan necesaria para las relaciones interpersonales

La “empatía”, es un concepto que se entiende como el “ponerse mentalmente en el lugar del otro”, o como “la capacidad de ser consciente y comprender las emociones, sentimientos e ideas de los otros”. La empatía es también considerada como una de las habilidades interpersonales más relevantes para conseguir relaciones sociales satisfactorias, porque facilita la complementariedad en los intercambios que se realicen.

Cuando hay un déficit marcado de esta capacidad estamos frente a trastornos de la empatía, que son cuadros clínicos (Síndrome de Asperger, trastornos de personalidad,…), que requieren de un tratamiento específico, que lo abordaremos más adelante (en caso de que existiera un cierto interés).

Sin que llegue a ser un trastorno, vemos en la vida diaria múltiples situaciones en las que una falta de empatía entorpece la comunicación y las relaciones, pero estas son tan frecuentes que casi nos hemos acostumbrado a ellas. Veamos algunos ejemplos:


Todos hemos tenido alguna vez la experiencia de una conversación, con personas que al no saber escuchar tienen un discurso invasivo que va en una sola dirección sin permitir intercambio alguno, o con personas que persisten en un tema (generalmente negativo: “todo va mal”,….) que incomoda a los demás y que termina por alejar a esa persona de su entorno social.

Muchas entrevistas que pasan en los medios de comunicación (radio y TV), en las que el entrevistador no deja hablar al entrevistado y le pone pregunta tras pregunta, sin darle espacio para que pueda contestar completamente alguna (allí vemos que el entrevistador sigue su guión predeterminado, sin  interesarse a la frustración que está provocando en la persona que es entrevistada y en las personas que siguen la entrevista).

Igual situación vemos en las reuniones sociales o de trabajo en las que frecuentemente hay alguien que no sabe escuchar  e interrumpe continuamente al que está hablando, pronunciando una frase con voz más alta para cubrir al que está hablando, lo que puede ser vivido con malestar tanto por el que es interrumpido como por los demás miembros del grupo que no llegan a tener una idea completa de lo que se está abordando.

Empatizar, con su entorno familiar (pareja, hijos,…), social (amigos, colegas,…) permite tener relaciones más fluidas y armoniosas. No es que se tenga que estar adivinando lo que piensan los demás a cada momento, sino que es una actitud en la que podamos hacer un ejercicio de imaginarnos lo que sentiríamos nosotros si estuviéramos en la situación de la otra persona en un momento dado; eso nos permite calibrar mejor nuestras palabras y gestos hacia esa persona respetando nuestro punto de vista y también el del otro. Hay una frase cristiana muy antigua “no hagas con otro lo que no quieres que hagan contigo” que permite entender mejor la función de la empatía en las relaciones.

Finalmente, empatizar no quiere decir que se tenga que estar siempre de acuerdo, se puede estar en desacuerdo pero respetando que el otro piense diferentemente. La práctica de la empatía nos permitirá de saber gestionar mejor nuestras intervenciones en un entorno social de cualquier tipo. 
 

¿Por qué consultar un psicólogo?

Antiguamente se asociaba tanto el trabajo del psicólogo al abordaje de la locura, que las personas tenían reticencias a consultarlo. El tener que hablar de que “algo raro” le pasaba por la mente generaba vergüenza y la persona demoraba mucho tiempo en consultar (a veces muchos años) haciendo que sus problemas iniciales se ahondaran, en lugar de solucionarlos  antes de que estos pudieran ocasionar daños en su vida.

Hoy, la realidad va cambiando y existe una “normalización” del hecho de asistir a la consulta de un psicólogo, y paradójicamente se está observando una oferta muy numerosa de terapias (formales y no formales) que pueden llevar a confusión, por lo que pienso que una breve explicación sobre algunos detalles ayudaría a ver tener un panorama más claro. Cabe señalar que por la necesidad de tener un lenguaje accesible las nociones técnicas serán reducidas a su mínima expresión.

La primera diferencia que hay que hacer, es entre las dos grandes clases de problemas psicológicos (o trastornos) que pueden afectar a la persona: los de base orgánica (ocasionados por problemas neuroquímicos en el cerebro) y los de base reaccional (que responden a otras causas).  Por un lado, los trastornos de base orgánica (la gama de trastornos con alucinaciones y rupturas con la realidad) son tratados por un psiquiatra (médico especializado en psiquiatría) con una medicación específica que logre estabilizar al paciente y procurarle una vida relativamente normal. 

Por otro lado, están los problemas de base reaccional, que son mucho más numerosos y de intensidades igualmente diversas. Estos son tratados por un psicólogo especializado en psicoterapia, que puede ser de orientaciones teóricas diferentes (Cognitivo-Conductual, Psicoanalítica, Sistémica, Humanista,…...) las que tienen sus peculiaridades e indicaciones propias.  

¿Por qué problemas podemos consultar un psicólogo?

Cuando sentimos que tenemos un problema que perturba nuestra viva (ocasionándonos un cierto malestar) que intentamos resolver y que no lo logramos, entonces recurrimos a un profesional que nos pueda ayudar a resolverlo.

Podemos tener dificultades que sin llegar a ser trastornos, en el sentido estricto de la palabra, nos generen malestar, estas podrían venir de una falta de aprendizajes (no tuvimos la oportunidad de aprender). Nuestros objetivos serian, en este caso, de desarrollo personal;  quiere decir adquirir (o aprender) ciertas habilidades: de comunicación (para enfrentar mejor las relaciones sociales en el trabajo, en la familia,…), de gestión de tiempo, de afrontamiento adecuado a situaciones de estrés,….

Otro tipo de problemas pueden venir de un exceso (o incluso de una desviación) de aprendizajes (por experiencias traumáticas,  porque nos acostumbramos a actuar de una cierta manera, por la educación que recibimos, por el entorno,… etc.) y entonces podríamos tener el objetivo de resolver algunos problemas de: depresión (como trastorno depresivo, o síntomas depresivos en contextos de crisis de vida o duelos), ansiedad (pánico-angustia, fobias, obsesiones, ansiedad generalizada, estrés, estrés post-traumático, hipocondría,…), problemas alimentarios o de imagen corporal (anorexia, boulimia,…), adicciones (ludopatía, alcohol, compras, sexo,…), problemas de pareja (dificultades a gestionar conflictos, celos patológicos, disfunciones sexuales), dolor crónico,….