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Cuando el dolor se convierte en una enfermedad

Los centros de atención médica están abarrotados de personas que se quejan de dolores persistentes, que a pesar de las numerosas pruebas y tratamientos efectuados no desaparecen, llegando en muchos casos a perturbar gravemente la calidad de vida, porque el dolor se instala en ella y se convierte en la mayor preocupación de la persona que lo sufre y de la familia que lo observa con una sensación de impotencia y desamparo.

Antes de continuar, veamos la diferencia entre el dolor agudo (o “normal”) y el dolor persistente o “crónico”. El dolor “normal” es el que experimentamos todos después de una picadura, corte, fractura, esguince, inflamación,…. , es un dolor de corta duración que tiene una función de “alarma” (nos indica que algo no está yendo bien en el cuerpo). Así, al tratar la causa, se constata que el dolor disminuye progresivamente y luego desaparece. El dolor crónico o persistente, en cambio, es el que a pesar de que la causa inicial haya sido curada el
dolor no desaparece. Así, vemos numerosos pacientes que han consultado varios especialistas,…. realizado diversas pruebas médicas, tratamientos, a veces incluso hospitalizaciones, …. y el dolor sigue agobiándoles por meses, a veces años, lo que les hace perder toda esperanza. Ese tipo de dolor pierde su función de alarma, dado que una estimulación continua ya no puede ser una señal de algo. Es un dolor inútil y una enfermedad en sí, como lo sostiene el Dr. François Boureau, Miembro de la Asociación Internacional por el estudio del dolor y de la Asociación de terapeutas conductuales de Francia, en su libro “Controlez votre douler”, Ed.Payot.

Cuando estos pacientes son derivados a un tratamiento psicológico, algunos reaccionan mal, sintiéndose incomprendidos, creen que les está acusando de inventarse su malestar y de hablar de un dolor “imaginario”, pero lo que hay que entender es que cuando se habla de un dolor “psicosomático” no se quiere decir que sea imaginario, sino que hay un mecanismo por el que el dolor que se prolonga provoca diversas consecuencias secundarias que mantienen y
amplifican el dolor. Así podemos mencionar: las consecuencias físicas (un dolor se acompaña de una contracción muscular refleja. El músculo contraído puede volverse el lugar de un nuevo dolor y así instalarse un círculo vicioso: dolor-contracción muscular – más dolor, …), las consecuencias psicológicas (la persona se vuelve cada vez más irritable, ansiosa, …) y las consecuencias conductuales (el paciente se vuelve inactivo, reduce sus actividades físicas, no vive normalmente y tiene una mala condición física, con una debilidad muscular que mantiene el dolor). Esas consecuencias, y otras que no menciono ahora por razones de espacio, progresivamente se integran al dolor inicial convirtiéndolo en una verdadera enfermedad. 

Por otro lado, el hecho de que la persona centre toda su atención hacia las zonas adoloridas y a todo lo que pase en ellas (como si se tratara de un “radar” a la pesca de la mínima sensación de dolor) hace que se modifique su sensibilidad (que baje su “umbral” del dolor y llegue a percibir hasta sensaciones habitualmente imperceptibles para cualquier persona). Al prolongarse eso en el tiempo, la persona vive una situación de fatiga permanente (agotamiento de su sistema nervioso), insomnio (un sueño insuficiente o de mala calidad que no permite recuperar la fatiga), ansiedad (irritabilidad, miedo, angustia,…), dependencia de substancias y/o medicamentos (alcohol, analgésicos, benzodiazepinas,…) e incluso depresión (humor depresivo y a veces una depresión real con una falta de energía, pérdida de interés por actividades habituales, tristeza,…).

Para el tratamiento, existen diversos centros especializados del dolor, con una serie cada vez más moderna de tratamientos médicos, farmacológicos, psicológicos,… entre ellos, la Psicoterapia Cognitivo-Conductual y el EMDR, han tenido una evolución importante, con resultados muy alentadores, con la aplicación de una combinación de técnicas de regulación emocional (control respiratorio, relajación, hipnosis, Mindfulness,…), de EMDR (para reprocesar memorias de dolor, entre otros problemas anexos) , de reestructuración cognitiva y técnicas conductuales para reorganizar la higiene de vida y las redes de soporte social que ayudan al paciente a ayudarse a sí mismo y colaborar activamente a su propia mejoría.

Información en: www.cleliagalvez.com

Comprender el "burn out" o el agotamiento profesional

Todas las demandas que recibimos del entorno (laboral, familiar, social, ambiental,…) , a las que nuestro organismo debe responder,  nos generan un cierto nivel de estrés. Un poco de estrés, hace que nuestro desempeño sea adecuado (trabajamos mejor y nos esforzamos por mantener nuestras relaciones). Sin embargo, soportar un exceso de estrés nos genera malestar y cuando esa situación se prolonga en el tiempo, puede llevarnos a sufrir toda una serie de síntomas físicos y psicológicos que afectará, de manera dramática, nuestra manera de vivir. Es lo que conocemos como « burn out » o agotamiento profesional.

Podría decirse que el « burn out » (síndrome del quemado) es el grado extremo de un estrés laboral. Un fenómeno que afecta a la persona que ha ido soportando un alto nivel de estrés durante un período largo de tiempo, lo que le ha provocado un agotamiento físico y psicológico.  Recordemos que el organismo humano es como una máquina con reservas emocionales limitadas para afrontar los retos de la vida cotidiana. Una vez que esas reservas desaparecen, la persona entra en una fase de agotamiento general que invade todos los aspectos de su vida.

Hace unas décadas, cuando se comenzaba a diagnosticar este sindrome, se pensaba que afectaba esencialmente a los profesionales de la salud y a los que atendían emergencias (como bomberos, policías,…) . Actualmente,  se puede decir que toda la población podría desarrollarlo,  por el contexto de crisis en el que se vive, con preocupaciones económicas que se han multiplicado y convertido en una fuente inagotable de estrés, así como el temor a un futuro incierto que se ha fortalecido en el discurso habitual de la población, lo que mantiene una especie de angustia latente. Hoy, podemos encontar personas con burn out en diferentes actividades profesionales : desde empresarios y directivos (preocupados por mantener la competitividad o por la supervivencia de sus empresas) , artistas, escritores, profesores, vendedores, fuerzas del orden,…, hasta los trabajadores irregulares, rutinarios o incluso los parados (los últimos por ausencia de estimulación).

Cabe señalar, que no son las actividades profesionales las que determinan que se desarrolle un burn out, porque es el resultado de un conjunto de factores psicológicos (personalidad, actitud con la que se desempeña el trabajo, expectativas desmesuradas, frustraciones,…) , factores laborales (horarios largos y dificiles, mal manejo de jerarquías y decisiones, remuneración disproporcionada con el esfuerzo desplegado, riesgo de perder el empleo,…), factores externos (crisis económica , inestabalidad política y jurídica,...). Aunque, podría considerarse como el factor más importante a la actitud con la que la persona enfrenta su trabajo y todo lo que le ocurre en la vida.

La dinámica actual de la sociedad globalizada, ha hecho que las personas se hayan acostumbrado a priorizar el trabajo y la productividad , y se hayan habituado a vivir con los sintomas de una sobrecarga de estrés, a tomar paliativos (medicamentos, suplementos, alcohol, drogas,…)  y a no prestar atención a algunos signos de alarma que su organismo les envía ( palpitaciones, manos húmedas, sudores, digestión dificil, trastornos del sueño, un consumo mayor de tabaco y alcohol, una emotividad exacerbada,…), lo que representa un real riesgo para su salud.

Cuando esos sintomas se agravan y entrenan un Burn out, un estado letárgico invade la vida de la persona. A nivel fisico, tiene una fatiga que no puede recuperar con el sueño ni el descanso. Su productividad baja de manera estrepitosa. Tiene la impresión que su cuerpo no responde más y tiene una gran dificultad a hacer frente al esfuerzo físico (hasta para subir escaleras,..). Problemas regulares de sueño. Perturbaciones alimentarias (al inicio, come mucho y luego su apetito desaparece). Su consumo de estimulantes se dispara (tabaco, alcohol, medicamenteos,…),…

A nivel psicologico, se observa un cuadro depresivo importante, con pérdida de energía y motivación (hasta levantarse de la cama significa un esfuerzo considerable).  La apatia invade todos los aspectos de su vida. Sus emociones se perturban (de haber sentido las emociones de manera excesiva, tiene la impresión de no sentir nada, de estar indiferente a todo lo que le rodea). El sentimiento de ser inútil y la devalorización de sí mismo. Un malestar general gana progresivamente todos los elementos de la vida y es acompañado de un cuestionamiento de todo (de su familia, su trabajo, su vida social, de su vida en general).  Sus relaciones con su entorno se vuelven frios, casi robóticos, con las consecuencias que podemos, todos, inferir.

Finalmente, si usted reconoce los signos de alarma en su propia vida,  piense que es el tiempo de lavantar el pie del acelerador y pensar a modificar su estilo de vida. Hable con su familia,  pida ayuda a su médico y si lo requiere,  acuda a un psicólogo para que le ayude a reordenar su estilo de vida…, porque si eso avanza hacia un burn out, tendrá que dejar el trabajo, hacer un largo tratamiento médico y psicológico, superar todo un camino de recuperacion y después podrá  volver a la vida activa probablemente en otra actividad, menos estresante. 

Información en: www.cleliagalvez.com



Saber decir “no”, preserva el bienestar general de la persona


Hay personas que viven siempre abrumadas realizando actividades o ejecutando proyectos que otros decidieron por ellas,  y que las aceptaron, no porque les interese realmente, sino porque no encontraron la fuerza de decir “no”; o ni siquiera pensaron antes de responder, porque están acostumbradas a no decir jamás “no” a su familia, amigos, jefes, colegas, clientes,… aunque les cueste mucho esfuerzo asumir lo que aceptaron. Así, muchos jóvenes pueden encontrarse consumiendo sustancias (alcohol, drogas, tabaco,…), realizando o soportando actos antisociales (robos, agresiones, sexualidad precoz,…),  por no saber resistir a la presión del grupo y no saber decir “no” a algo o alguien que ellos no quieren.  

Una serie de temores está detrás de esa tendencia a aceptar todo lo que se le pide a una persona: el temor a decepcionar (“que va a pensar de mí?”), a no ser querido (“me rechazará”), a ser excluido (“no estará conmigo”, “no haré parte de su grupo”) , por miedo a la autoridad (“pensará que soy agresivo y que no quiero obedecer,… me penalizará”), por evitar la confrontación (“no quiero conflictos”,…), por necesidad de ser aceptado y tener buena imagen (“hago cosas que no les gusta a los demás para que vean que yo puedo resolverles el problema, que soy útil y que me necesitan”). Temores que  al no ser enfrentados se hacen casi automáticos en la persona y los lleva a encontrarse en situaciones negativas para sí mismos, comprometiendo su bienestar físico y mental, con una sobrecarga de trabajo, ansiedad, dependencia, sumisión,…,  lo que en algunos casos es aprovechado por otros que se dan cuenta de la situación.

Cuando hablamos de aprender a decir “no”, no nos estamos refiriendo a decir “no” a todo, sino a ser asertivos, quiere decir a estar al escucha de nuestros propios pensamientos, emociones, deseos, necesidades y derechos, a poderlos expresar, dándoles la importancia debida, pero sin menospreciar los de nuestro interlocutor.  Por lo que es importante aprender a decir “no” sin agresividad, simplemente con convicción y cordialidad, pues lo único que se está haciendo es marcar sus límites. De lo contrario se corre el riesgo de dejarse invadir por los deseos de otros, de dejarse desviar de sus propios objetivos al punto de no saber más lo que se es, ni lo que se quiere.

Lo importante es de responder en función de un beneficio para si mismo en una situación determinada, en lugar de ceder por culpabilidad o por miedo a no ser querido.  Es tener la libertad de decir “” cuando se piensa sí, decir “no” cuando se piensa no y de decir “voy a pensarlo” cuando se necesita tiempo para dar una respuesta (que tiene derecho a hacerlo) para  pesar los pro y los contra de lo que le piden, ver si eso tiene más consecuencias positivas o negativas sobre su vida o al contrario si eso le da placer (que en ese caso se acepta, obviamente).

El saber decir “no” hace parte de las habilidades sociales (la asertividad) que aprendemos (o no) desde pequeños observando a nuestros padres y adultos de referencia (abuelos, maestros,…) en sus relaciones sociales, y las vamos consolidando durante toda nuestra vida con el aporte de nuestras propias experiencias; por lo que es posible que toda persona, a toda edad, pueda desarrollar esas habilidades. Algunas veces será suficiente el tomar la decisión, informarse y practicar las nuevas maneras de actuar para adquirir esas habilidades;  otras veces, cuando el problema es más complejo (como en el caso de una fobia social, personalidad ansiosa,…), se requerirá una ayuda profesional. Una Psicoterapia cognitivo-conductual es la que ha mostrado mayor eficiencia en este problema, por lo que se ser el caso, lo recomendamos.

Para los que se interesen, aquí van algunas pautas básicas que podrían ayudarles a aprender a decir “no” y  poner límites:
·         Entrénese a decir “no” a cosas muy simples que no tienen grandes consecuencias y por las que no siente mucha ansiedad, para probar como le va. Practíquelo todos los días con familiares y amigos cercanos, así se motivará a seguir haciéndolo en situaciones más complejas.
·         Si sabe que alguien le va a hacer un pedido, prepárese, encuentre una manera adecuada de expresar el “no”,  repítalo varias veces para que le sea más fácil de decirlo. O si prefiere dígale que ese pedido le supone un problema y que se tomará un tiempo para responder a ello, eso le permitirá sopesar mejor las cosas y tomar una decisión con menos estrés.
·         Antes de dar una respuesta, imagínese cómo estará cuando haya aceptado ese pedido (que tareas más tendrá que hacer, qué sensaciones o emociones tendrá cuando se sienta obligado a hacer lo que realmente no quiere) y también imagine lo contrario (si no acepta, cómo se sentirá ocupando su tiempo como ya había previsto). Eso le ayudará a tomar la decisión.
·         Al dar la respuesta negativa, arguméntela ligeramente (simplemente para no cortar el diálogo) y con convicción, pero sin ahondar en justificaciones que realmente son inútiles. Puede usar frases de este tipo: “me hubiera gustado decir si, pero ya he previsto otra cosa”,  o incluso:  “hasta hoy siempre he dicho sí a todo lo que me pedían, pero veo que eso me perjudica”.  
·         Cada vez que usted sienta que no está siendo respetado con el pedido que le van haciendo y usted quiera marcar sus límites, entonces tiene que decir “no”, sin agresividad pero con convicción. Por ejemplo: su hermana le pide que cuide a sus hijos mientras ella se va de compras, usted puede decirle: “no, lo siento, pero ya tengo otras cosas previstas.” 
 


En cuestión de drogas, es mejor prevenir que tratar una adicción


Muchos padres se preguntan con gran preocupación ¿cómo evitar que sus hijos entren al mundo de las drogas?, un mundo complejo y destructivo que vemos a diario en múltiples casos de jóvenes y adultos adictos a los diferentes tipos de drogas, que han perturbado sus vidas y la de sus familias (trabajo o estudio precario, problemas con la justicia, relaciones sociales disminuidas e inadecuadas, relaciones familiares conflictivas, marginalización,….)

Para saber cómo lo evitamos es preciso entender cómo comienza el proceso. Según los estudios, los jóvenes prueban una primera vez, las drogas o el alcohol, por curiosidad “para ver que se siente”, otros lo hacen para imitar a sus amigos, sobre todo cuando hay presión sobre ellos y no saben decir “no”. Otros aún lo hacen para demostrar que ya son adultos e independientes. El riesgo reside  en que cuando un adolescente comienza a consumir cualquier sustancia adictiva (drogas, alcohol o medicamentos,…), ésta llegue a gustarle y decida de consumirla con cierta regularidad, lo que rápidamente (y sin que él mismo se dé cuenta) se convertirá en una adicción que le perturbará la vida.  

Aparentemente, el riesgo sería mayor en los adolescentes con ciertas dificultades en sus competencias sociales (“tímidos”, baja autoestima,…) que serían los más susceptibles a consumir drogas y alcohol porque descubren los efectos inmediatos de “escape” que les ayudan a soportar su malestar en situaciones sociales y se sienten más capaces para hablar y desenvolverse en un grupo,…. Contrariamente, un adolescente que haya aprendido a desenvolverse en la sociedad, a vencer obstáculos contando sobre sus propias capacidades, sería menos propenso a caer en ese tipo de problemas. 

El tratamiento de una adicción a las drogas es uno de los más complejos a realizar (con etapas sucesivas de: desintoxicación, psicoterapia de mantenimiento de resultados a nivel  individual, grupal y familiar, cambios de entorno social,…) y tiene altas tasas de recaídas;  por lo que, todos los profesionales,  aconsejamos a los padres de hacer esfuerzos por prevenir el problema en sus hogares en lugar de esperar a que se presente y se tenga que hacer un tratamiento de  un comportamiento adictivo.

Van allí algunas recomendaciones a los padres:

1.    Crear un ambiente de seguridad (confianza) y comunicación en el hogar. Trate de escuchar a su hijo(a) (a toda edad y más a la adolescencia), de contestar a todas sus inquietudes, sea cual fuere el tema del que quiera hablar. Haga que su hijo(a) sienta que puede confiar en usted (que estará siempre para apoyarle y protegerle), que puede hablarle de todo y que no tendrá que soportar una lección de moral cada vez que lo haga; así cuando esté en alguna situación problemática (de consumo de drogas de parte de sus amigos, por ejemplo) no dudará en llamarle a usted para que pueda sacarle de esa situación.

2.    Hablar sobre las drogas. Busque momentos para hablar en familia (por ejemplo, cuando están cenando) en los que se aborde el consumo de drogas y sus efectos nefastos, poniendo incluso ejemplos de personas que arruinaron su vida con esas sustancias; pero antes, infórmese bien sobre lo que existe y sus efectos, para sus conocimientos sean más exactos (y el adolescente no resulte sabiendo más que usted). Haga el esfuerzo de mirar con su hijo(a) algunas películas , reportajes, publicidad o cualquier información sobre el tema en los medios de comunicación; aproveche para conversar con el adolescente y ayudarle a generarse una opinión; esto va a prepararlo para situaciones en las que el tema aparezca entre sus amigos.

3.    Conocer el entorno social de su hijo(a) adolescente. Conozca a todos los amigos de su hijo(a) adolescente, invítelos a casa algunas veces para ver que sensibilidad tienen; conozca a sus padres, para saber en qué ambiente se mueve su hijo(a) y también poder hacerle un seguimiento en caso de que comience a retraerse. Cuando salga con amigos, pregúntele donde, con quienes  y cómo van a pasar el tiempo (obviamente, evitando hacer un interrogatorio de estilo policial). Asimismo, ponga reglas claras sobre la hora de retorno (y penalidades para cuando incumpla las reglas).

4.    Enseñar a través del ejemplo. Para enseñar a un adolescente hay que “tener autoridad moral”, quiere decir que no podemos ser dependientes del alcohol o tabaco, por ejemplo y exigirle a un adolescente de no tocar a drogas o alcohol. Si tiene algún problema con un producto adictivo, es la ocasión para dejarlo!. Hágalo por su hijo(a)!.

5.    Ayúdele a tener seguridad en sí mismo. Esté atento a hacer que su hijo se sienta bien con él mismo, reconozca y felicítele por sus logros y todos sus esfuerzos (enfoque los errores solo como lecciones que debe tener en cuenta) , dígale con frecuencia que lo quiere, y sobre todo, enséñele a decir “no” y a mantenerse firme en sus decisiones. Acepte también que en algún momento le pueda decir “no” a algo que haya usted pedido y acepte su decisión. Eso le servirá para no ceder a la presión de los amigos.

6.    Diríjalo hacia la práctica de actividades y deportes. Pase más tiempo con él, ayúdele a descubrir sus aficiones deportivas, artísticas u otras,  y promueva que lo practique con bastante regularidad; eso contribuirá a disciplinarlo y lo alejará de situaciones de “tiempo vacío a llenar con experiencias nefastas”.

     Finalmente, si cree que su hijo(a)  está consumiendo drogas o alcohol, hable claramente con él, sobre lo que ha observado en su comportamiento, pregúntele y escuche calmadamente sobre cómo ha llegado a eso?, con quienes y donde lo hace? Para que usted pueda ayudarle a hacer cambios en sus rutinas a fin de eliminar las situaciones de riesgo. Pídale que él se comprometa a  no tener un consumo habitual que podría rápidamente llevarlo a la adicción…. Si no  logra hacer que deje la sustancia, entonces busque lo más pronto posible la ayuda de un profesional y un centro especializado donde pueden desintoxicarlo y hacerle el tratamiento adecuado (y ayúdele participando activamente en su terapia) en caso de que ya tuviera una adicción.
 

Los “fallos” sexuales en los hombres pueden estar vinculados a otros problemas.


Los  “fallos” sexuales (como los llaman algunos pacientes) a la ocurrencia de problemas de erección* (ausencia total de erección o erección insuficiente) y  la eyaculación precoz*, son dificultades que la mayor parte de hombres ha sufrido alguna vez en su vida, hecho que no es grave en sí, porque puede tratarse de problemas ocasionales vinculados a situaciones externas o al estado físico y mental de la persona. Es cuando esos “fallos” se hacen frecuentes que se convierten en un problema que afecta la calidad de la vida sexual y el bienestar general de la persona que lo sufre, y que debe ser motivo de tratamiento.

Si antes, éste era un tema tabú, del que no se hablaba porque se lo vinculaba con la virilidad del hombre al que le ocurría; hoy la realidad es otra, existe una apertura mental en la sociedad, que permite hablar de todos los temas que preocupan, por lo que actualmente son muchos los hombres que reconocen haber tenido alguna vez estos problemas. Aunque no hayan muchas estadísticas sobre la incidencia de problemas sexuales en la población general, se puede afirmar que no tiene vinculación alguna con la virilidad del hombre y que son otros los factores que entran en juego.

Cuando en la pareja se viven estos problemas, lo primero que se debe hacer es consultar con su médico tratante y hacer los exámenes necesarios para descartar problemas físicos que estarían generando tanto el problema de erección  como el de la eyaculación precoz. Los especialistas refieren toda una serie de causas orgánicas (físicas) que pueden estar al origen es estos problemas, por ejemplo: la hipertensión arterial , la diabetes, el exceso de colesterol en la sangre (depósitos de grasa en las arterias cardiacas), síndrome metabólico (anomalías secundarias a la acumulación de grasas bajo la piel, conocido también como la resistencia a la insulina), el avance de la edad, el consumo excesivo de alcohol, de tabaco, de algunos fármacos (como los antidepresivos, las benzodiacepinas, …),…. ; lo que permite inferir la necesidad de llevar un  estilo de vida saludable para tener una vida sexual satisfactoria.

Cuando se han descartado los problemas físicos y que se siguen teniendo esos problemas, entonces se debe consultar un(a) psicoterapeuta o sexólogo(a), a fin de identificar las causas psicológicas, que pueden ser igualmente numerosas que las causas orgánicas;  desde problemas de educación demasiado estricta y poca información sobre el sexo, una sobrecarga de estrés por (problemas económicos, laborales,.. etc), la ansiedad de no estar a la altura de las circunstancias (por tener expectativas demasiado altas), tener desencuentros en la relación afectiva con su pareja, problemas de comunicación (conflictos no expresados ni resueltos), infidelidad,… etc.

Si bien es cierto que, en la vida de pareja el sexo no es lo más importante, se debe reconocer que él permite una cohesión afectiva de ambos y que de ocurrir frecuentemente un problema sexual, éste llegará a afectar no solo el grado de satisfacción de la vida en pareja, sino también  a acentuar la gravedad de otros problemas relacionales que existan.

Finalmente, es preciso señalar que la actitud de la pareja es básico para que el problema se instale, o no, en la vida de la persona. Si la primera vez que ocurre, la pareja no dramatiza y expresa claramente que no es grave, que eso es pasajero y que se resolverá en cualquier momento, son menores las posibilidades de convertirse en un problema que afecte su autoestima y le haga ingresar en una espiral de ansiedad. En caso de que el problema ya sea recurrente y esté afectando la vida sexual de ambos, se requiere hablar claramente sin dramatizar y tomar la decisión de buscar ayuda profesional para resolverlo que, como decía antes, es hacer un chequeo médico para descartar las causas orgánicas y una psicoterapia en el que la participación de la pareja es necesaria.


Cuando el autoestima nos genera problemas


El autoestima, es la imagen (o el concepto) que tenemos  de nosotros mismos y de nuestro valor (comprende todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones,…) que hemos ido formando a lo largo de toda nuestra vida en base a los mensajes positivos o negativos que hemos recibido de nuestro entorno (familia, amigos,… etc.) y las experiencias (exitosas o fracasos) que hemos vivido, y que hemos integrado progresivamente en un sentimiento positivo hacia nosotros mismos (nos sentimos inteligentes y atractivos,…) o, por el contrario, en un incómodo sentimiento de no ser lo que esperábamos (nos sentimos poco inteligentes y no atractivos,…).

Un adecuado nivel de autoestima es la base de una buena salud mental y del bienestar de la persona. Un autoestima elevada hace que se maneje mejor las situaciones de estrés que se puedan experimentar, que se tengan menos emociones negativas (cólera, agresividad, tristeza,…), que se desarrollen menos problemas psicosomáticos y menos depresión que cuando se tiene el autoestima baja.

Las personas con autoestima baja se muestran indecisas, con dificultades a tomar decisiones por temor a equivocarse, por lo que dependen de otras personas para la realización de muchas de sus tareas o la toma de decisiones. No valoran sus capacidades, juzgan sus habilidades como pequeñas, y magnifican la de los otros. Son ansiosos y nerviosos, lo que los hace evitar situaciones  en las que tienen que hablar o confrontarse con otras personas. Se dan por vencidas antes de empezar cualquier actividad. No identifican bien sus emociones y no pueden expresarlas. Experimentan una sensación de derrota cuando son criticados o se equivocan, por lo que les cuesta reconocerlo. Son propensos a culpabilizarse por cualquier error o a buscar culpables,… entre otras características que podríamos mencionar.

Muchas son las personas que tienen un nivel bajo de autoestima y viven con un sufrimiento latente en todas sus actividades sin llegar a resolverlos. En nuestra consulta psicológica, encontramos con frecuencia un nivel bajo de autoestima a la base de numerosos problemas psicológicos de ansiedad (fobia social o timidez, otras fobias, obsesiones,….), depresión, trastornos alimentarios (boulimia, anorexia,…) , trastornos de imagen corporal (en personas que recurren a numerosas intervenciones de cirugía estética de nariz, pechos,…) adicciones (alcohol, drogas,…), problemas de pareja (conflictos, problemas de comunicación,…) y sexuales,…etc.

Operar cambios en el autoestima es posible. Cuando el problema es leve algunas recomendaciones  son suficientes para mejorar, pero si es un poco más serio, es mejor buscar un apoyo profesional (Psicólogo-Psicoterapeuta) que con toda una serie de técnicas de probada eficacia puedan ayudarle a resolver el problema y emprender su vida con nuevas perspectivas.

Van algunas pautas simples para mejorar el autoestima:

Conviértete en el mejor amig@ de ti mism@, y acéptate como persona, tal como eres, con tus cualidades y tus defectos. Así como se le quiere y acepta al mejor amigo.

Dedícale más tiempo y atención a las actividades que te procuran placer, a ti, no a los demás!.

Desarrolla el sentido del humor, no des importancia a las cosas que no la tienen ni a los comentarios de los demás. Piensa que frente a todo lo que hacemos, siempre habrá 50% de gente que está a favor y 50% en contra, acostúmbrate a vivir con ello. Es una realidad a la que todos tenemos que adaptarnos.

Permítete el error. Asume las responsabilidades y toma las decisiones que requieras, si algo sale mal, no se acaba el mundo!. Eso nos ocurre a todos. Solo trata de sacar las lecciones que te permitirán hacerlo mejor y vuélvelo a intentar,… una y otra vez si es necesario!.

Reconoce tus logros y prémiate por ellos, así sean pequeños, poco a poco avanzarás hacia tus metas y te irás sintiendo mejor. 
 
 

Guía para entender la concentración de alcohol en la sangre y sus efectos sobre las capacidades de la persona

Al aproximarse las fiestas de fin de año, las reuniones sociales a las que asistimos son más numerosas y prácticamente todas son complementadas con el consumo de bebidas alcohólicas, que tienen una función social que no podemos negar. Sin embargo hay ciertas precauciones que debiéramos observar a fin de no correr riesgos innecesarios que puedan perjudicarnos a nosotros y a las otras personas con las que compartimos de la ruta.

Todos tenemos en mente, los recuerdos de muchos amigos o parientes que perecieron en accidentes a la salida de las discotecas, fiestas,… etc., que aunque  es triste recordar lo sucedido, es necesario sacar las lecciones aprendidas a fin de continuar con nuestro trayecto de vida en buenas condiciones.

El enlace que les presento más abajo es una guía sencilla sobre la concentración de alcohol en la sangre y los efectos sobre las capacidades y el comportamiento de la persona. Les invito a darle una lectura y tenerlo en cuenta cuando estén de salida.

Demás está decir que conducir un coche cuando uno no está en condiciones de hacerlo (porque está bajo los efectos del alcohol u otras sustancias que afectan el sistema nervioso) es peligroso y es la causa de más de la mitad de muertes, sobre todo de jóvenes. Sin embargo, podemos recordar algunas estrategias para poder participar en fiestas y departir con amigos, pero con la seguridad de que podremos volver a casa sin problemas. 

El “amigo elegido”, es una buena opción, confiar en ese compañero de salidas que voluntariamente decide de no tomar (en esa ocasión) para asegurar el transporte de todos los demás en toda seguridad, porque el será el que conduzca. Tomar un “taxi” o un “bus” sería otra opción, cuando todos los del grupo deciden de tomar, o incluso pedir a un familiar que pase a recogerles a una hora determinada.

Hay muchas posibilidades que, con un poco de creatividad, se pueden encontrar, como también la posibilidad de ponerse de acuerdo en festejar en una casa de alguno de los miembros del grupo y no salir hasta el día siguiente, cuando todos están ecuánimes para poder regresar a casa sin consecuencias que lamentar.

Comprender la depresión.

Al finalizar el año, la mayoría de personas está programando sus reuniones festivas, mientras que otros van confrontándose a su soledad y al dolor de vivir con la depresión, una enfermedad muy común pero grave si no recibe un tratamiento oportuno.

La depresión es un trastorno emocional en el que los sentimientos de tristeza profunda, pérdida, ira, frustración, desesperanza,…  interfieren con la vida cotidiana durante un tiempo prolongado, causándole sufrimiento tanto a la persona que lo padece como a quienes viven con ella, porque es como si estuviera apagada completamente.

La depresión en adolescentes se manifiesta con tristeza, desánimo, pérdida de la autoestima y pérdida de interés por las actividades placenteras habituales. En los niños, con juegos y comportamientos agresivos. En las mujeres, con sentimientos de tristeza, inutilidad, o culpa excesiva y en muchos casos con tentativas de suicidio. En los hombres, con fatiga, irritabilidad, pérdida de interés en las actividades placenteras y problemas de sueño.

En las mujeres la depresión es más común que en los hombres, por la concurrencia de una serie de factores biológicos (hormonales) y psicosociales (ciclos de vida, estrés del trabajo sumado a las responsabilidades del hogar, maltrato,…). Los hombres enfrentan la depresión mayormente recurriendo al alcohol o a las drogas, a un trabajo excesivo y a comportamientos imprudentes o riesgosos.

En los ancianos, los cambios de vida a los que tienen que adaptarse pueden generar o acentuar la depresión, como el hecho de dejar su hogar e irse a vivir a una residencia para la tercera edad, el soportar un dolor crónico, los sentimientos de soledad por la muerte de su conyugue o sus amigos cercanos, la pérdida de su independencia (problemas para movilizarse, cuidar de sí mismo,…), las enfermedades mentales o físicas que puedan tener. 

Veamos los síntomas de la depresión, que no son vividos de la misma manera por todas las personas, pero que en esencia son:
  • Sentimientos persistentes de tristeza, vacío, culpa, pesimismo,
  • Sentimientos de desesperanza,  inutilidad, y/o impotencia,
  • Irritabilidad, agitación o enlentecimiento (al hablar, caminar, actuar,…)
  • Pérdida de interés en las actividades o pasatiempos que antes disfrutaba,
  • Fatiga y falta de energía,
  • Dificultad para concentrarse, pensar, recordar y tomar decisiones,
  • Insomnio, dormir poco o demasiado,
  • Comer excesivamente o perder el apetito (subida o pérdida de peso),
  • Pensamientos suicidas o intentos de suicidio,
  • Dolores y malestares persistentes, dolores de cabeza, cólicos, o problemas digestivos que no se alivian incluso con tratamiento.
La depresión frecuentemente coexiste con otras enfermedades,  como los trastornos de ansiedad (estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de pánico, fobia social y trastorno de ansiedad generalizada), el abuso o la dependencia  (alcohol u otras sustancias) o con enfermedades físicas (cardiaca, derrame cerebral, cáncer, VIH/SIDA, diabetes, Parkinson,…).

¿Cómo puede ayudar a una persona deprimida?,
1.    Ayúdele a buscar un diagnóstico y tratamiento adecuados. Si es posible, pida la cita en su lugar y acompáñela a la consulta.
2.    Converse con ella,  escúchela con atención y paciencia.
3.    Nunca desvalorice  sus sentimientos pero háblele de la realidad y ofrézcale esperanza.
4.  Nunca ignore los comentarios sobre el suicidio y comuníquelos, de inmediato, a los familiares, terapeuta, o médico.
5. Invítela a integrarse progresivamente a diversas actividades agradables, pero sin presionarle.