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Adaptarnos a la nueva “normalidad”

La nueva “normalidad”, frase que hace referencia a los nuevos hábitos que tenemos que aprender para que nuestra vida en sociedad funcione. Estamos saliendo de un largo confinamiento por Pandemia, que si bien nos permitió protegernos en casa, nuestra salida obedece más a imperativos económicos (la necesidad de reactivar la economía) que a una situación de seguridad sanitaria, pues el virus no ha desaparecido, sigue activo y, según  dicen los expertos, vamos a tener que aprender a convivir con él.

Durante el confinamiento pudimos observar con total impotencia el fallecimiento de muchas personas (incluyendo sanitarios que estuvieron en primera línea y que dieron su vida tratando de salvar la nuestra). Ellas partieron en la más dura soledad y sin poder despedirse  de sus seres queridos, dejándoles un vacío y profundo dolor. Hoy, es momento para ellas de reunirse en familia a fin de dar un adiós simbólico y continuar con su duelo. Para esas familias van nuestros mejores pensamientos y solidaridad con sus sentimientos.

La cuarentena impuesta en el mundo,  no  solo  ha ocasionado problemas,  también  ha dado un respiro a nuestro planeta  (la naturaleza  ha  retomado sus derechos, lo muestran  las  imágenes de animales en libertad, la calidad del aire,…) y  nos  ha  permitido hacer algunos aprendizajes  importantes, que  sería necesario  mantenerlos e  integrarlos  en  nuestra  vida, por  ejemplo: que nuestra casa es nuestro lugar seguro (con excepciones obvias en los casos de violencia intrafamiliar que abordaremos en otro momento). Que nuestra familia es lo más valioso que tenemos (hemos descubierto la riqueza interna de cada miembro), que podemos vivir sin comprar cosas superfluas (que podemos aprovechar más y mejor los recursos), que tenemos talentos escondidos (que el trabajo y el ritmo de vida no permitía verlos ni explotarlos), que lo que más extrañamos es el contacto con los que queremos, sobre todo las muestras de afecto (que ahora deben tener una forma diferente de expresar).

Las condiciones de vida durante el confinamiento  (muchas personas en espacios pequeños, sin
privacidad, con relaciones conflictivas,…), la imposibilidad  de  salir de casa  (porque el riesgograve aguarda afuera),  el aislamiento social  (largos periodos sin ver a nadie),  los numerosos cuidados  de  desinfección  (acentuados por  el   desconocimiento  del  virus  que se  tenía en ese momento),  la saturación de  noticias  y  redes sociales pintando un escenario apocalíptico a lo largo del día y la noche,… etc.,  han provocado  en  muchas personas, estados mentales críticos y acentuado los  ya  existentes  en  muchas  otras.  Hablo de los diversos trastornos de ansiedad (las obsesiones compulsivas, estrés post traumático,  ansiedad generalizada, miedo a infectarse, miedo a infectara sus  seres queridos, miedo a morir, agorafobia con ataques de pánico, …, depresiones,...Todos estos son trastornos que deben ser tratados adecuadamente y con prontitud, porque en ese tipo de trastornos, el paso del tiempo no cura, es más, lo cronifica (lo agrava), por dar un ejemplo, piense en una persona que comienza a evitar muchas cosas por la ansiedad que le provoca, “el miedo a infectarse” o “el miedo a tener miedo” (al imaginar que al salir de casa pueda encontrarse mal y no encontrar ayuda), hace que la persona se vaya convenciendo poco a poco que tiene razón de quedarse en su casa, y su patología se agrava, reduciendo progresivamente su vida a un espacio cada vez más pequeño del que le costará mucho salir cuando quiera hacerlo.

El tratamiento de los problemas  mencionados se hace con la ayuda de  psicólogos especializados  en  psicoterapia cognitivo conductual y EMDR  que  ahora  trabajan  de maneravirtual (como es mi caso). La terapia vía internet es otra habitud que tenemos que adquirir.
Cabe señalar que el modo virtual no tiene la riqueza del presencial en terapia, sin embargo con la aplicación del protocolo de seguridad por la situación de pandemia (desinfección permanente, hablar a distancia a través de una mampara de vidrio y con mascarilla) no permite tener la cercanía indispensable además de que recorta la mitad de la información (pues de la cara del paciente vemos solo los ojos), por lo que es preferible ver al paciente en la pantalla del ordenador y con la utilización de auriculares recreamos la privacidad de la situación terapéutica.

El desconfinamiento desenfrenado que se observa en algunos jóvenes que están en un proceso de negación del problema sanitario y la apertura de fronteras al turismo nos trae otro escenario con el que tendrá que lidiar la sociedad, pero el impacto psicológico ya lo estamos viendo en algunas personas que se encuentran en tratamiento, que al observar en los noticieros que muchos jóvenes están asistiendo a eventos muy concurridos, saltándose todas las medidas sanitarias, ya están preocupándose por una posible recaída, como me decía una paciente “vaya preparándose,… que si nos confinan otra vez me volveré loca”.

Algunas ideas para adaptarse a la nueva “normalidad"

  1. No se enfade ni se estrese mirando lo que hacen los demás. Piense que ellos son responsables de su vida y sólo a ellos les compete el cuidarla.
  2. Dirija su atención a las cosas que usted puede hacer: considere su casa como su santuario de protección, si posible quédese haciendo teletrabajo. Arregle su espacio para que esté más a gusto. Si antes su vida estaba centrada hacia afuera, vuelque esa energía para hacer de su casa un lugar muy agradable para vivir.
  3. Tenga rutinas saludables que le permitan tener un organismo preparado a defenderse y una salud mental acorde a ello. Aliméntese bien (sano y equilibrado), haga ejercicio moderado, tenga pasatiempos que siempre quiso hacer y que el tiempo no le permitió hacerlo (lectura, pintura, jardín, manualidades, ver películas,… descubra sus talentos escondidos!), manténgase conectado con su familia y sus amigos (el internet está a su disposición para acortar distancias).
  4. Al salir de casa, siga las recomendaciones de sanidad (distanciamiento físico, manteniéndose a 1 metro de distancia de las personas que no viven con usted, use mascarilla en los lugares cerrados o donde no pueda mantener la distancia adecuada, lávese las manos con jabón o con gel hidroalcohólico). Por lo demás, siga con sus actividades habituales sin estresarse demasiado ni tampoco incurrir en el descuido y la negación (que eso tampoco ayuda).
  5. El contacto físico al saludar a los seres queridos es lo que más echamos en falta. Hoy es el momento de innovar nuevas formas de expresar la alegría de encontrarse, algunos lo hacen tocándose con los codos, otros con una venia acompañada de una sonrisa, un signo con la mano, las dos manos juntas en el pecho, …. Aquí yo le aconsejo un experimento que de seguro le gustará: abrácese a usted mismo mirando a la otra persona (e invítele a hacer lo mismo) y apriete como si estuviera dando el abrazo a su ser querido, va a ver que funciona para ambos.
  6. Cuando reciba personas en casa, o asista a invitaciones , privilegie reuniones con muy pocos asistentes (a fin de tener el espacio de seguridad para cada uno), reúnase en terrazas o jardines donde el ambiente esté más ventilado, no comparta vasos (existen simpáticos marca vasos a muy bajo costo, para señalar el vaso de cada uno), prefiera el sistema de platos servidos a las tapas o platos compartidos, y disfrute de su velada.
  7. Si va de restaurantes, prefiera los que no estén abarrotados de clientes, que tengan terraza y cumplan con las normas de sanidad (gel a disposición de los clientes,camareros con mascarilla, espacio reglamentario entre las mesas) y por lo demás,disfrute con tranquilidad.
  8. Es normal el estar preocupado por lo que ocurre en el mundo, pero si esa preocupación le invade demasiado y le genera problemas ansiosos, depresivos u otros,… y que usted comienza a sentir que su calidad de vida está siendo afectada, pida ayuda psicológica antes de que se agraven los problemas. Muchos de los psicólogos especializados estamos trabajando de manera virtual, es muy fácil hacer una terapia vía internet. No le tenga miedo, el terapeuta le ayudará a encontrar un sistema accesible para hacerlo.


Las fascias y el dolor crónico

Según un científico alemán Thomas Myers (“Vías Anatómicas”, 2015), el sistema fascial estaría vinculado a toda una serie de patologías dolorosas. 
La fascia es un tejido conjuntivo (parecido a una tela fina) que envuelve todo el cuerpo, recubriendo cada uno de los órganos, los músculos, la piel, los huesos,... Las fascias están presentes en todas las partes del cuerpo, desempeñando un papel importante en sus diversas funciones: 1) función de sostén (hacen que los órganos mantengan su forma anatómica y se puedan fijar a la estructura de los huesos)  2) de soporte (en las fascias se encuentran las redes de terminaciones nerviosas, vasculares y linfáticas), 3) de protección (protegen los órganos de las tensiones del estrés y las agresiones que sufre continuamente nuestro cuerpo), 4) de amortiguación (debido a su elasticidad, la fascia permite amortiguar las cargas que sufre el cuerpo) , 5) función hemodinámica (hace posible la circulación de retorno de la sangre y la linfa hacia el corazón y el sistema linfático respectivamente), 6) de defensa (es la primera barrera ante los agentes patógenos que entran en el cuerpo, así como ante la carga de estrés que soporta), 7) de comunicación e intercambio  (intermedian en las actividades vasculares , circulatorias y las nerviosas). El tejido conjuntivo une los diferentes órganos y las diferentes partes entre sí, en una continuidad armoniosa y perfecta que hace posible que nuestro cuerpo funcione de adecuadamente. (Serge Paoletti. “Las fascias: el papel de los tejidos en la mecánica humana. 2004)

Relación de las fascias y el dolor

Según Thomas Myers las fascias estarían relacionadas con toda una serie de patologías dolorosas. Dado que el sistema nervioso autónomo tiene sus ramificaciones en todo el cuerpo, insertadas en las fascias. El sistema nervioso autónomo, a través del sistema simpático (ese que nos pone en alerta para responder al estrés) hace que nuestro cuerpo esté en tensión mientras dura la situación estresante. Si la persona soporta un estrés crónico (quiere decir que se mantiene en el tiempo) las fascias permanecerán tensas también por mucho tiempo, generando en la persona un estado de fatiga y dolor de las partes del cuerpo en las que las fascias se hayan comprimido, irritado, inflamado, quebrado o formado cicatrices,… lo que puede explicar muchos casos de dolor crónico, fibromialgia,… y muchas otras patologías del dolor.

El estrés que soporta una persona puede venir de diferentes fuentes:  1) de su entorno laboral (un trabajo que no le gusta, un ambiente negativo o conflictivo, horarios demasiado largos, ausencia de perspectiva de mejora, ausencia de liderazgo en los dirigentes de la empresa,… ), 2) del funcionamiento familiar (obligaciones rígidas o desmesuradas, conflictos permanentes, impotencia ante las ataduras familiares, falta de reconocimiento, problemas de sobreendeudamiento,…) , 3) entorno medioambiental (barrio peligroso, contaminación, ruido,…) 4) modo en que la persona percibe su entorno (en personas ansiosas o dependientes,… o con experiencias traumáticas, el impacto de los problemas será mayor) y 4) cómo ve la persona su propia capacidad a enfrentar lo que ocurre (se siente con recursos internos para soportarlo o no,… vive una situación de impotencia?,…).

Por todo lo expuesto, es que en los centros especializados del dolor actualmente se aplican paralelamente tratamientos médicos y psicológicos, dado que la persona no solo requiere de las intervenciones físicas y la medicación, sino que tiene que aprender a regular sus emociones, desarrollar una serie de habilidades de gestión del estrés,…, a fin de ayudar a que los tratamientos aplicados surtan efecto y que se mantengan en el tiempo. Al respecto, la psicoterapia cognitivo- conductual y EMDR son las que están demostrando eficiencia, por lo que aconsejo vivamente a la persona que sufre de enfermedades dolorosas de buscar apoyo profesional especializado. 
 



¿Qué es la terapia EMDR?

El EMDR, o Desensibilización  y Reprocesamiento a través de Movimientos Oculares (en inglés: Eye Movements Desensibilization and Reprocessing), es un método psicoterapéutico que, a través de la estimulación de los dos hemisferios cerebrales, permite que las capacidades naturales del ser humano puedan reprocesar los recuerdos traumáticos (experiencias duras de vivir y de recordar) y restablecer su equilibrio emocional. Es un método reconocido por la OMS (Organización Mundial de la Salud) como el tratamiento de primer orden para el Trastorno de Estrés Post Traumático, por los resultados positivos de numerosas investigaciones que se realizaron con los veteranos de guerra y las víctimas de abusos sexuales, aunque el desarrollo posterior de este método permite abordar un abanico importante de los problemas psicológicos.

El EMDR (como gran parte de los descubrimientos científicos) fue descubierto por casualidad por la Dra. Francine Shapiro, en los Estados Unidos, en los años 80, cuando ella iba paseando por un parque, teniendo en la mente una serie de pensamientos negativos que la perturbaban, los que fueron disminuyendo a medida que ella iba haciendo determinados movimientos oculares; al darse cuenta de ello, comenzó a probarlo con otras personas y progresivamente, ese descubrimiento básico,  fue objeto de numerosos ajustes e investigaciones para llegar a tener una verdadera herramienta terapéutica, cuyo desarrollo actual es mucho más amplio de lo que deja suponer su nombre, el que no fue cambiado dado el posicionamiento que ya había alcanzado.

El nombre EMDR, podría llevar a pensar que se trata de algo muy limitado.  Ese fue mi caso, cuando hace más de 20 años, (como miembro del personal científico de una universidad europea y de un equipo de terapeutas de orientación cognitivo-conductual que era un referente en el tratamiento de trastornos de ansiedad), al escuchar que en los Estados Unidos se estaba desarrollando esta metodología, pensé que era una más, de las tantas tentativas no serias que iban apareciendo. Muchos años después, la realidad me demostró lo contrario: los resultados sobre el Estrés Post Traumático iban haciéndose más conocidos y , especialmente, cuando me solicitaron que atendiera vía online, a un paciente que había perdido a su esposa y a uno de sus hijos, en un grave accidente en el que él conducía y que unos instantes de somnolencia habían provocado semejante catástrofe. Consciente de las limitaciones de la intervención vía online en un problema tan grave como ese, recomendé de buscar un terapeuta EMDR certificado por la asociación del país en el que se encontraba esta persona. Al poco tiempo recibí una comunicación del paciente para agradecerme por haberlo referido e informarme que ya estaba bien y había retomado su vida habitual. Por lo que tomé la decisión de formarme y certificarme como terapeuta EMDR, para complementar el abanico de mis herramientas terapéuticas.

Para entender cómo funciona el EMDR, hay que recordar algunas nociones que nos vienen de las neurociencias: el efecto de los movimientos oculares en el procesamiento de información durante el sueño, el funcionamiento de los dos grandes sistemas memoria (implícita y explícita) y finalmente nuestro sistema innato de procesamiento de la información.

Los movimientos oculares
Lo que ocurre con los movimientos oculares en el EMDR (aunque en terapia se utiliza varias modalidades de estimulación de los hemisferios cerebrales) es comparable a lo que ocurre cuando dormimos. Durante la fase del sueño REM (fase de movimientos oculares o “paradoxal”, en la que estando dormidos tenemos una actividad neurofisiológica importante: movimientos oculares, ritmo cardiaco acelerado,…) es que ocurren los sueños, se procesa lo aprendido durante el día y se consolida en la memoria. Si durante la noche no tenemos una fase REM adecuada, no recordaremos gran cosa de lo que aprendimos el día anterior.

Los dos sistemas de memoria
La memoria implícita (que es la que más nos interesa en este caso) se conoce así porque no es verbal (no necesita palabras para tratar y almacenar la información), se desarrolla desde antes del nacimiento (los bebés pueden reconocer la voz de la madre, la música que escucharon durante la gestación,…) y se procesa de manera automática (sin participación de la consciencia); ella utiliza la parte emocional de nuestro cerebro por medio de una estructura que se llama amígdala (que con el hipocampo, la parte pre-frontal del cerebro y el tronco cerebral, son responsables de nuestra gestión emocional). En esta memoria se encuentran nuestros modelos mentales y patrones de conducta (maneras de funcionar que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida), nuestros hábitos, percepciones, memoria corporal y la memoria procedural (procesos que hemos aprendido en algún momento y que luego lo hacemos automáticamente: como montar en bicicleta, conducir, abrocharse un botón,…), los condicionamientos,…etc.  Es una memoria que almacena información sobre todo lo que vivimos, sin que nos demos cuenta, dándole un tono emocional a nuestras vivencias y cuando recuperamos la información  no tenemos la impresión de estar recordando (los recuerdos y las emociones se imponen en la mente y por ende en el cuerpo). Así, puede ocurrir que podamos tener una reacción exagerada ante un estímulo inofensivo (una paloma, perro, oscuridad,…etc.) porque hubo una experiencia impactante anterior que hizo que desarrolláramos un miedo, o incluso, una fobia.

La memoria explícita, es la que es consciente e intencional, se desarrolla en los primeros años de vida y almacena las informaciones en función de la atención que se les presta; allí están los conocimientos que vamos adquiriendo a la largo de la vida (operaciones matemáticas,…) y cuando recuperamos la información tenemos la sensación de recordar.

Nuestro sistema innato de procesamiento
El ser humano tiene un sistema, innato, de procesamiento de la información por el que trata, analiza y almacena los sucesos que le llegan tanto del exterior como de sus propias vivencias, haciendo sus respectivas conexiones con lo que ya conoce y está almacenado en su memoria, a la misma velocidad a la que vamos viviendo.  

Como el cerebro tiene una perspectiva de supervivencia va procesando toda la información de nuestras vivencias, y sí en algún momento vivimos algo traumático (difícil de vivir y recordar), el sistema lo almacena en nuestra memoria implícita sin procesarlo, con todo el contenido emocional del momento, lo que hace que las conexiones que debían hacerse no se hagan y la persona guarde una sensibilidad o desarrolle un síntoma que se activará automáticamente cuando encuentre algún estímulo o hecho menor, que al tener algunos factores comunes con ese recuerdo no procesado, pueda generarle un malestar o incluso algún trastorno psicológico que perturbe su vida.

La Terapia EMDR
EMDR es un tipo de terapia centrado en el paciente, en el que el terapeuta va a estimular los dos hemisferios cerebrales (por movimientos oculares, estimulación táctil o sonora) y los mecanismos naturales de curación de la persona, a fin de que su propio sistema de procesamiento de información se active y reprocese los recuerdos generadores de perturbación, así como los pensamientos, las creencias negativas, las sensaciones y emociones asociados a ese recuerdo; no para olvidarlos, sino para almacenarlos adecuadamente en la memoria, con sus conexiones específicas y despojados de la emotividad perturbadora que le impide de vivir bien.

Este método, inicialmente se desarrolló para el Estrés Post Traumático, actualmente ha alcanzado un desarrollo importante y tiene protocolos específicos para abordar todo un abanico de problemas psicológicos: ataques de pánico, fobias, obsesiones-compulsivas, ansiedad generalizada, trastornos alimentarios, adicciones, duelo, dolor crónico, trastornos de personalidad,…

El EMDR parece muy simple a aplicar, por lo que vemos muchas personas haciendo ensayos como si se tratara de una receta a seguir, por lo que hay que tener cuidado. Es un protocolo bastante complejo y requiere una formación especializada, porque la sesión puede activar un bagaje emocional importante, por lo que es indispensable de estar en manos de un terapeuta con la formación y la experiencia adecuadas. Los terapeutas están certificados por la Asociación de EMDR de cada país. Así en España, es la Asociación Española de EMDR  que garantiza la calidad del trabajo de sus terapeutas.

Para encontrar  un terapeuta certificado en su localidad, puede visitar la web: www.emdr.es.



Comprender el "burn out" o el agotamiento profesional

Todas las demandas que recibimos del entorno (laboral, familiar, social, ambiental,…) , a las que nuestro organismo debe responder,  nos generan un cierto nivel de estrés. Un poco de estrés, hace que nuestro desempeño sea adecuado (trabajamos mejor y nos esforzamos por mantener nuestras relaciones). Sin embargo, soportar un exceso de estrés nos genera malestar y cuando esa situación se prolonga en el tiempo, puede llevarnos a sufrir toda una serie de síntomas físicos y psicológicos que afectará, de manera dramática, nuestra manera de vivir. Es lo que conocemos como « burn out » o agotamiento profesional.

Podría decirse que el « burn out » (síndrome del quemado) es el grado extremo de un estrés laboral. Un fenómeno que afecta a la persona que ha ido soportando un alto nivel de estrés durante un período largo de tiempo, lo que le ha provocado un agotamiento físico y psicológico.  Recordemos que el organismo humano es como una máquina con reservas emocionales limitadas para afrontar los retos de la vida cotidiana. Una vez que esas reservas desaparecen, la persona entra en una fase de agotamiento general que invade todos los aspectos de su vida.

Hace unas décadas, cuando se comenzaba a diagnosticar este sindrome, se pensaba que afectaba esencialmente a los profesionales de la salud y a los que atendían emergencias (como bomberos, policías,…) . Actualmente,  se puede decir que toda la población podría desarrollarlo,  por el contexto de crisis en el que se vive, con preocupaciones económicas que se han multiplicado y convertido en una fuente inagotable de estrés, así como el temor a un futuro incierto que se ha fortalecido en el discurso habitual de la población, lo que mantiene una especie de angustia latente. Hoy, podemos encontar personas con burn out en diferentes actividades profesionales : desde empresarios y directivos (preocupados por mantener la competitividad o por la supervivencia de sus empresas) , artistas, escritores, profesores, vendedores, fuerzas del orden,…, hasta los trabajadores irregulares, rutinarios o incluso los parados (los últimos por ausencia de estimulación).

Cabe señalar, que no son las actividades profesionales las que determinan que se desarrolle un burn out, porque es el resultado de un conjunto de factores psicológicos (personalidad, actitud con la que se desempeña el trabajo, expectativas desmesuradas, frustraciones,…) , factores laborales (horarios largos y dificiles, mal manejo de jerarquías y decisiones, remuneración disproporcionada con el esfuerzo desplegado, riesgo de perder el empleo,…), factores externos (crisis económica , inestabalidad política y jurídica,...). Aunque, podría considerarse como el factor más importante a la actitud con la que la persona enfrenta su trabajo y todo lo que le ocurre en la vida.

La dinámica actual de la sociedad globalizada, ha hecho que las personas se hayan acostumbrado a priorizar el trabajo y la productividad , y se hayan habituado a vivir con los sintomas de una sobrecarga de estrés, a tomar paliativos (medicamentos, suplementos, alcohol, drogas,…)  y a no prestar atención a algunos signos de alarma que su organismo les envía ( palpitaciones, manos húmedas, sudores, digestión dificil, trastornos del sueño, un consumo mayor de tabaco y alcohol, una emotividad exacerbada,…), lo que representa un real riesgo para su salud.

Cuando esos sintomas se agravan y entrenan un Burn out, un estado letárgico invade la vida de la persona. A nivel fisico, tiene una fatiga que no puede recuperar con el sueño ni el descanso. Su productividad baja de manera estrepitosa. Tiene la impresión que su cuerpo no responde más y tiene una gran dificultad a hacer frente al esfuerzo físico (hasta para subir escaleras,..). Problemas regulares de sueño. Perturbaciones alimentarias (al inicio, come mucho y luego su apetito desaparece). Su consumo de estimulantes se dispara (tabaco, alcohol, medicamenteos,…),…

A nivel psicologico, se observa un cuadro depresivo importante, con pérdida de energía y motivación (hasta levantarse de la cama significa un esfuerzo considerable).  La apatia invade todos los aspectos de su vida. Sus emociones se perturban (de haber sentido las emociones de manera excesiva, tiene la impresión de no sentir nada, de estar indiferente a todo lo que le rodea). El sentimiento de ser inútil y la devalorización de sí mismo. Un malestar general gana progresivamente todos los elementos de la vida y es acompañado de un cuestionamiento de todo (de su familia, su trabajo, su vida social, de su vida en general).  Sus relaciones con su entorno se vuelven frios, casi robóticos, con las consecuencias que podemos, todos, inferir.

Finalmente, si usted reconoce los signos de alarma en su propia vida,  piense que es el tiempo de lavantar el pie del acelerador y pensar a modificar su estilo de vida. Hable con su familia,  pida ayuda a su médico y si lo requiere,  acuda a un psicólogo para que le ayude a reordenar su estilo de vida…, porque si eso avanza hacia un burn out, tendrá que dejar el trabajo, hacer un largo tratamiento médico y psicológico, superar todo un camino de recuperacion y después podrá  volver a la vida activa probablemente en otra actividad, menos estresante. 

Información en: www.cleliagalvez.com



Lo que debe saber sobre la relajación

La investigación clínica ha demostrado que existe una relación estrecha entre  el nivel de estrés que soporta una persona y su estado de salud. Lo que sugiere que un mayor nivel de estrés, que puede ser: agudo (intenso y en un lapso corto de tiempo) o crónico (estrés que perdura en el tiempo) generaría una disminución del bienestar general de la persona y consecuentemente problemas en su salud física (úlceras, diversas disfunciones digestivas, psoriasis, diversos problemas en la piel, asma,…) y/o mental (ansiedad, irritabilidad, problemas de concentración, depresión,…).

La relajación ha sido reconocida científicamente como una técnica que contribuye a la solución de diversos problemas psicológicos y físicos, facilitando el drenaje del estrés acumulado,  disminuyendo consecuentemente el nivel de ansiedad, y generando una sensación de calma y bienestar, de confianza en sí mismo, que permite gestionar adecuadamente las emociones. Cabe señalar que la relajación, por sí sola, no resuelve los problemas, pero es de gran ayuda en la terapia (porque sobre ella se aplican otras técnicas terapéuticas) y sobre todo en la prevención.

Existen numerosas técnicas de relajación, algunas son centradas en la percepción de movimientos y sensaciones de tensión -relajación (por ejemplo: de Jacobson), otras centradas en las imágenes mentales (entrenamiento de Schultz), otras aún con componentes hipnóticos (hipno-relajación) o la propia hipnosis (que no tiene nada que ver con la hipnosis de espectáculo!). Algo que hay que tener claro es, que no existe “la técnica eficaz” para todos, pues cada persona puede reaccionar de una manera diferente ante una u otra, por lo que hay que buscar la que mejor le funciona  a cada persona.

De lo que se trata es de conseguir, a través de la relajación, una sensación de calma y bienestar que permita, a la persona que lo practica, de dejar las tensiones inútiles para que pueda concentrarse únicamente sobre las necesarias para la actividad que quiere realizar; para tomar distancia de lo que le está ocurriendo y ver el mundo exterior y verse a sí mismo con una perspectiva más objetiva. Ciertas personas pueden hacerlo fácilmente, otras, tienen mayor dificultad, pero con un entrenamiento todos pueden lograrlo. Es recomendable de consultar a un psicoterapeuta cognitivo-conductual para entrenarse adecuadamente, si lo requiere.

Finalmente, para cultivar una cierta higiene de vida y prevenir la aparición o agravación de algunos problemas físicos y psicológicos vinculados al estrés, tenga presente que los beneficios de la relajación, no solo puede lograrse con las técnicas específicas de relajación. Existen numerosas actividades que pueden generarle un cierto nivel de bienestar general, entre las que podemos mencionar: las técnicas inspiradas en la medicina asiática (meditación, yoga, tai-chi o shiatsu, masajes, sauna,…), el ejercicio físico regular (pilates, caminatas a paso sostenido, natación, aeróbicos,…), actividades sociales (salidas con amig@s, asistir a espectáculos, tener ciertas actividades de ocio con amigos y familia,…), actividades en el campo (jardinería y cualquier actividad que le procure un contacto con la tierra, el aire sano y actividad física).
 


Comprender el estrés en el trabajo


Actualmente, se reconoce el estrés laboral como uno de los principales problemas para la salud de los trabajadores y el buen funcionamiento de las instituciones o empresas en las que trabajan. Un trabajador estresado será más propenso a contraer enfermedades (y faltar al trabajo), estará menos motivado, más distraído con las pautas básicas de seguridad y como consecuencia será menos productivo, tendrá más accidentes,…etc; lo que, obviamente, disminuirá las posibilidades de la empresa en la que trabaja a tener éxito en un mercado cada vez más exigente y competitivo. 

Los expertos coinciden en señalar que, más del 20% de los trabajadores dicen sufrir de trastornos de salud vinculados al estrés laboral, y que ningún tipo de actividad laboral escapa a este fenómeno,  razón por la que la Organización Mundial de la Salud  (OMS) y la Organización Internacional del trabajo (OIT) han desarrollado programas para prevenir este problema y reducir las fuentes de estrés en la empresa interviniendo directamente sobre la organización, las condiciones de trabajo y las relaciones sociales.

Cómo ya explicamos en el artículo anterior, el estrés en el trabajo ocurre cuando la persona siente que hay un desequilibrio entre lo que se le pide que haga en su trabajo profesional y los recursos internos (sus competencias profesionales o su “saber hacer”) y externos (materiales “con qué hacer”) de los que dispone para responder. 

Cuando lo que se le pide está a la medida de sus posibilidades, el estrés es positivo y le permitirá dar lo mejor de si mismo, ser eficiente en el trabajo y sentirse valorizado; sin embargo, si  lo que se le pide es mucho más de lo que puede responder, es un estrés negativo que atentará contra su salud si se hace crónico (perdura en el tiempo, lo sufre cada día) como vemos en lo que dice un paciente: « Cada mañana, cuando pienso a lo que me espera en el trabajo, siento enloquecer.  Mi vida es un infierno: todos me interrumpen a cada momento para pedirme datos que no conozco y me impiden de concentrarme en mi trabajo, mis colegas que entran a mi despacho para consultarme sobre expedientes, una y otra vez…. Mi jefe que pone documentos en mi mesa, unos minutos antes de salir, para que los resuelva para el día siguiente, diciéndome con una sonrisa sarcástica “es para ayer”. Y el sistema que no llego a hacer funcionar,… yo corro haciendo todo, estoy cansado, hastiado, …”

Si nos preguntamos de donde viene ese tipo de estrés?, podemos afirmar que son muchas las causas (o factores), que generalmente se agrupan en seis tipos que mencionaremos aquí:

1) Las que dependen del contenido mismo del trabajo a efectuar: cuando hay exigencias importantes en cuanto a la cantidad del trabajo a  realizar (sobrecarga de trabajo, exigencia de rendimiento y de resultados, presión para cumplir plazos cortos, demasiadas informaciones a tratar al mismo tiempo,…); exigencias importantes sobre  la calidad (trabajos de alta precisión y calidad, vigilancia,…); cuando hay dificultades en las tareas (trabajo monótono, sin  autonomía, gestos repetitivos,…)

2) Las que dependen de  la organización del trabajo: Cuando no hay una buena repartición y planificación de tareas (recae más sobre unos que otros); las indicaciones sobre las tareas a realizar no son claras (no se sabe exactamente que quieren que se haga); Mala comunicación (las informaciones no fluyen bien y no todos la conocen); Contradicción entre las exigencias del cargo (cómo hacer bien y rápido?, a quien satisfacer al cliente o a mi jefe ?); Cuando se tiene nuevos modos de organización (jerarquía no es muy clara y no se sabe quien toma las decisiones, o todos hacen de todo y nadie sabe a quien corresponde la tarea); Inestabilidad de contratos de trabajo (contrato precario, dudas sobre su permanencia en la empresa,…); conflicto entre sus horarios de trabajo y la vida social y familiar (trabajos de noche, fines de semana,…).

3)Causas que vienen de las relaciones de trabajo: falta de apoyo de la parte de colegas (cada quien en su mundo aparte o competencia entre todos) y/o superiores jerárquicos (exigen pero no enseñan), ausencia de comunicación, gestión poco participativa (no tienen en cuenta la opinión de los trabajadores), autoritaria (los cambios son impuestos sin discusión) o deficiente (no hay autoridad y se forman clanes,…); ausencia o débil reconocimiento por el trabajo realizado (siempre resaltan lo negativo más no el trabajo realizado)

4)Causas que viene del ambiente físico y técnico: molestias físicas en el lugar de trabajo (ruidos, calor, humedad,…); mala concepción de lugares y/o de puestos de trabajo (falta de espacio, iluminación inadaptada o insuficiente).

5)Causas que dependen de la evolución de la sociedad: utilización cada vez mayor de internet y tecnología de comunicación a distancia; disminución de personal y mayor responsabilidad e individualismo en los pocos que quedan; clientela exigente y agresiva.

6)Causas que dependen del entorno macro-económico de la empresa: Mala salud económica de la empresa o incertidumbre sobre su futuro (impacto de la crisis); Competitividad, alta competencia.

Qué pasa cuando el estrés laboral es crónico?

Las consecuencias de soportar un estrés crónico y de no tratarlo oportunamente, pueden generarle ciertos problemas físicos y psicológicos y progresivamente llevarle a sufrir lo que se conoce como burn-out (o síndrome del “quemado”), que es un estado de fatiga crónica que resulta de un proceso lento, de una tensión continua durante largos meses o incluso años hasta agotarlo. Fenómeno que puede ocurrirnos a todos, sin excepción alguna.

Los síntomas del burn out son muchos, aunque el que el más sencillo a identificar sea  la fatiga continua , que se acompaña de un agotamiento mental, humor depresivo, desmotivación,… una baja del autoestima, un sentimiento de incompetencia… a veces con una irritabilidad evidente. En el proceso, pueden instalarse trastornos psicosomáticos (dolor de cabeza, de espalda, problemas digestivos,…..) por lo que las interrupciones del trabajo por salud se multiplican. Si las cosas continúan así, es la depresión que termina por instalarse,…

En caso de que tuvieras dudas sobre si estás propenso a desarrollar un burn-out, encontraras aquí algunas preguntas que te ayudarán a identificar ciertos signos:
·         Te sientes cansado fácilmente y tienes con frecuencia dificultades para levantarte por las mañanas?
·        Tienes la impresión de trabajar cada vez más, mientras que tu rendimiento disminuye constantemente?
·         Tienes la impresión de que tus esfuerzos son raramente reconocidos?
·         Tienes una actitud de impotencia y desengaño?
·         Te ocurre de olvidarte de tus citas?
·         Estás mas irritable que de costumbre?
·         Ves cada vez menos a tu familia y amigos íntimos?
Si haz respondido positivamente varios a varias de estas preguntas, es que probablemente estés con riesgo de desarrollar el burn –out y que tienes que hacer un alto y buscar ayuda antes de que se agraven los problemas.

Para salir del Burn-out es indispensable de buscar ayuda profesional y hacer una psicoterapia, si posible de tipo cognitivo-conductual. El tratamiento pasará por aprender a gestionar las causas del estrés y recentrarse sobre uno mismo, a fin de evaluar sus aspiraciones profesionales profundas y también sus limites. Descubrir sus centros de interés y fijarse objetivos realistas. Restablecer la comunicación con su entorno familiar y social, reaprender a trabajar en equipo y desarrollar relaciones normales con sus colegas. Aprender a poner límites, decir “no” a muchas cosas que le sobrecargan. En resumen, es ocuparse de si mismo y lograr un equilibrio entre trabajo, salud y familia, a fin de volver a encontrar  la alegría de vivir!.

El stress nuestro de cada día


Cada vez son más raras las personas que pueden asegurar que no se sienten estresadas. En todas las actividades que realizamos somos susceptibles de tener estrés: en el trabajo (por una sobrecarga de trabajo, horarios difíciles, presión por resultados, falta de competencias individuales,…), el hogar (por dificultades financieras, sobrecarga de tareas sobre una persona, desencuentros con los hijos o la pareja,…), en el barrio en el que vivimos (por ruidos, inseguridad, contaminación,…), en los medios de transporte (ruidos, aglomeración de gente, largas distancias,…) , en las relaciones sociales de todo tipo,… etc.  

El estrés es una demanda, estimulación o agresión que recibe nuestro organismo y ante la cual tiene que responder, por ejemplo: cuando nos piden de realizar un trabajo, tenemos que pagar una cuenta, tenemos que trabajar y estamos cansados, cuando escuchamos un ruido demasiado alto,… etc. Cuando esa demanda es coherente  con nuestra capacidad de respuesta (más o menos a nuestra medida), decimos que es un buen nivel de estrés que nos permite hacer las cosas bien (por ejemplo la convicción de ganar un campeonato le permite a un deportista de obtener buenos resultados), sin embargo, cuando el estrés es demasiado elevado respecto a las capacidades de respuesta (ganar un partido cuando no se está suficientemente preparado, por ejemplo) decimos que estamos ante una situación de estrés que se torna negativa.

El estrés no es bueno ni malo en sí mismo, es más una cuestión de intensidad y permanencia en el tiempo. Un poco de estrés nos agrega “sabor” a la vida, porque el aburrimiento y la monotonía también generan estrés (por ausencia de estimulación). Cuando el estrés que soportamos es de una intensidad demasiado importante para nuestras capacidades de respuesta estamos ante un caso de sobrecarga de estrés y si esa situación se hace crónica (permanece en el tiempo) nos va a generar toda una serie de síntomas físicos y psicológicos que van a hacer que nuestra eficiencia y productividad general disminuya, así como nuestra calidad de vida;  progresivamente iremos sintiendo cada vez más síntomas, hasta llegar a desarrollar el síndrome del “quemado” (colapso extremo de síntomas), si no lo tratamos a tiempo.

Los síntomas que a menudo se observan son numerosos, entre ellos podemos citar: pérdida de apetito (un comportamiento anoréxico o por el contrario a crisis de boulimia); problemas de concentración y memoria;  desmotivación (pérdida de interés por muchas cosas), fatiga general, tensión y dolores musculares (cefaleas, contracción y fatiga de mandíbulas y la nuca,…); ansiedad (problemas de respiración, palpitaciones, tendencia a morderse las uñas, angustias,…); espiral cognitivo negativo (estoy estresado, pienso en mi estrés, me estreso más y pienso aún más,… etc); aparición o aumento de comportamientos adictivos (tabaco, alcohol, drogas, medicamentos,…), aumento de crisis de asma (en personas que lo sufren), problemas de estómago (aerofagia, gastritis, estreñimiento o diarreas, ulceras,…etc.) , trastornos graves de salud a nivel cardiaco y arterial (pudiendo generar accidentes vasculares); aparición de resfriados y problemas bronquiales a repetición, problemas sexuales (pérdida de la libido); problemas de la piel (herpes, agravación de psoriasis y verrugas pre-existentes).

Si comienza Ud. a sentir algunos de esos síntomas, dígase es que es tiempo de parar un momento y reordenar su vida: comience por tener una alimentación equilibrada (con muchas frutas, verduras y productos sanos que le aporten vitaminas y sales minerales); hacer pausas en su actividad para relajarse (cambio de actividad, siesta, actividades de esparcimiento); practicar una actividad física (deporte o ejercicio regular); aprender a hacer más lenta su respiración; hacer el esfuerzo de  ponerse objetivos razonables y realizables ; tratar de relativizar las cosas que le ocurran,…etc.  

Evite consumir medicamentos y experimentos diversos que apuntar a “curas - milagro”, que no son eficientes realmente. Es usted el que tiene que retomar el control de su propia vida. Si no logra disminuir su estrés con las recomendaciones que acaba de leer, haga una psicoterapia de tipo cognitivo –conductual que ayudará a lograrlo de manera más sostenible.

Cuando la violencia nos toca en lo más profundo

El desarrollo del internet y la tecnología de la información hace que casi en tiempo real estemos visionando (vía TV o internet) imágenes de catástrofes naturales o nucleares, revoluciones, guerras de liberación y actos de violencia extrema que ocurren en diferentes partes del mundo y que chocan nuestra sensibilidad y que progresivamente van rompiendo esa imagen de seguridad sobre la que se basa nuestra vida.

Cuando son las catástrofes naturales las que azotan y diezman poblaciones,  todos están perturbados de constatar la fuerza implacable de la naturaleza contra la que poco puede hacerse, pero luego de un tiempo las personas llegan a integrar esa catástrofe en su mente y dan paso a  “la resiliencia”, que es capacidad interna de las personas a adaptarse a la dura realidad que les tocó vivir. Podemos ver por ejemplo el tsunami del 2004 en indonesia, Fukushima en Japón, los huracanes a los Estados Unidos, los terremotos de diferentes países…, con cada tipo de sociedad que reacciona de acuerdo a sus propias características, como la japonesa que sorprendió al mundo con su actitud de seriedad, solidaridad, recogimiento, orden,…, lo que no quiere decir que sufrieran menos!.  

Sin embargo, lo más difícil de entender y aceptar es el traumatismo ocasionado por otros seres humanos que han perpetrado crímenes con la intención de destruir y matar a las personas, como los atentados terroristas vividos en todo el mundo (aunque el más publicitado haya sido el del 11 de setiembre  en Nueva York), las violaciones,  la guerra y la delincuencia en general, que por observarse a diario en la prensa llegan a banalizarse y hacer parte del funcionamiento de algunas ciudades. Hasta que vemos un suceso intenso que sacude a toda la población, por la crueldad con la que se agrede o por tratarse de personas en situación de vulnerabilidad como son los niños.  Pienso en lo que acaba de ocurrir en Francia, un asesinato despiadado de unos niños y un profesor en una escuela confesional judía, que fueron victimas simplemente por ser diferentes.

La intencionalidad de un acto de destrucción (agresión, violación, atentado,…) es lo que más afecta a las personas que son victimas (directas o indirectas, es decir testigos), porque destruye  la concepción de base que tiene de un ser humano bueno y le hace perder confianza en un mundo relativamente sano y seguro en el que está viviendo. Otro factor importante es la intensidad del desastre o la crueldad de la agresión (“a sangre fría”), así como la situación de vulnerabilidad de la victima (niños o personas que no se encuentran bien en el momento de la agresión); estos aspectos que conducen a una cronificación de los efectos psicológicos  habituales en tal situación (miedo, ansiedad, estrés, ira, rabia, resentimiento o bloqueo emocional) pueden llegar a desarrollar, en ocasiones, un verdadero trastorno de estrés post traumático que requiere tratamiento psicológico específico.

Volviendo al caso ocurrido en Francia, la madre que perdió a sus hijos y su esposo en un mismo evento en el que fueron victimas, por el simple hecho de haber estado presentes en ese lugar y ese momento, va a tener su vida marcada por el dolor y el sufrimiento de esas pérdidas inexplicables; los niños que estudian en ese colegio y en otros similares, todos los testigos directos e indirectos, tendrán que sobreponerse al hecho con apoyo profesional, soporte de sus familiares y amigos, y sobre todo con el paso del tiempo que permitirá de mitigar los afectos.

Finalmente, si usted está en el circulo social de personas que fueron victimas de alguna agresión o desastre, probablemente no sepa cómo actuar con ellas, y por desconocimiento, trate de evitar el tema. Sin embargo, creo que puede ser de mucha ayuda a esa persona, simplemente escuchándola cuando ella quiera hablar del tema (pero no insista con el tema si ella no quiere hacerlo). Escúchele una y otra vez, porque cada vez que hable, la persona irá asimilando lo que pasó e irá re-trabajando y reubicando los hechos en su mente y haciendo, con cada vez que expresa la emoción , que vaya drenando la emocionalidad contenida, y haciendo que su activación emocional sea cada vez menor, llegando en algún momento a mitigarse. Si observa que no evoluciona favorablemente la situación y la ve deprimida, convénzala de consultar un psicólogo de tipo cognitivo conductual, que podrá ayudarle a salir del problema. 
 

Cuando a un ser querido le toca vivir con una enfermedad crónica

Si a un ser querido le diagnostican un cáncer o una enfermedad que supone un riesgo vital, usted puede sentirse desesperado y con una gran impotencia frente a la situación, pero hay algunas cosas que se pueden hacer para darle el apoyo necesario y favorecer la adaptación de la persona con los cambios que ocurrirán en su vida y hacer menos difícil su proceso de tratamiento y convivencia con la enfermedad.

Todas las investigaciones concuerdan en señalar que el apoyo de la familia y de los amigos tienen un efecto importante en la capacidad de los pacientes a sobrellevar una enfermedad crónica; aunque cada persona tiene una sensibilidad e historia diferentes, cuando tienen una enfermedad crónica, necesitan sentir el afecto sincero (de ninguna manera la compasión) y la preocupación sana de sus seres queridos.

Van algunas pautas para dar un apoyo significativo a un ser querido (familiar o amigo) que sufre la enfermedad crónica:
  • Infórmese bien sobre la enfermedad, de ser posible, hable con el equipo médico para saber con claridad las etapas por las que pasará el tratamiento y las cosas en las que puede hacer para ayudarle a su ser querido a que integre el diagnóstico en su vida y comience a luchar contra la enfermedad.
  • Escúchele y dele el apoyo emocional que requiere, sin contra tiempos, sin decirle “no es nada” , “ya va a pasar” o cosas de ese tipo que intentar más negar la realidad. Hágale sentir que no está sola y que tiene gente que la quiere y que estará con ella en todas las etapas de su tratamiento.
  • Busque casos de otras personas que hayan vencido la enfermedad para que pueda ponerlas de referencia cuando sea necesario, cuando la desmotivación cunda, necesitará de señales de éxito terapéutico para reorientar la motivación y esperanza.
  • Cuando informe a la familia, hable directamente y con honestidad sobre la situación que toca vivir a la persona, sin dramatismos excesivos  ni escondiendo diagnósticos. Frecuentemente encontramos personas que no quieren abordar el tema y, con el ánimo de proteger al ser querido, se ponen a  inventar nuevas enfermedades raras que tienen tratamiento, para no pronunciar el nombre de la enfermedad grave y ocultarla  al resto de la familia, lo que puede generar mayor confusión, ansiedad, culpabilidad….
  • Aborde la enfermedad con los niños, de la manera más clara y dejando bien establecido que ellos no son, de ninguna manera, responsables de la enfermedad (es muy común de ver a los niños pequeños sentirse responsables de las cosas negativas que suceden en su entorno e incluso de enfermedades de los padres), responda con claridad  a todas las inquietudes que tengan y ayúdeles a disminuir su ansiedad. Trate de fomentar en los niños las actividades que les  permitirá seguir teniendo una vida normal, en la que las risas y las muestras de afecto de los niños ayuden de manera importante a la persona enferma.
  • Haga una selección de las personas con las que compartirá la información sobre la enfermedad. Algunas personas se acercarán más a la familia y participaran en las actividades de apoyo, otras, que tienen relaciones más problemáticas con la enfermedad (no necesariamente con la persona enferma) tendrán dificultades a saber como actuar y por facilidad se alejarán.
  • Haga una lista de cosas en las que sus amigos y familiares pueden ayudar (hacer mas compras, las tareas diarias, cuidar a los niños, …etc.) y pídeselas sin tener reparos, estarán gustosos de hacerlo y de sentir que contribuyen de alguna manera.
  • La persona que sufre la enfermedad pasará por etapas en las que se sucederán momentos de estrés, ansiedad, cólera, culpabilidad,… etc. Es necesario que un psicólogo-psicoterapeuta pueda ayudarle a desarrollar estrategias para recuperar la sensación de control de su vida. También puede asistir a sesiones de grupos de apoyo en los que descubrirá que hay muchas potras personas que están en el mismo trayecto de lucha contra la enfermedad y podrá encontrar estrategias que utilizan otras personas para lidiar con la enfermedad. 
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Cuando el autoestima nos genera problemas


El autoestima, es la imagen (o el concepto) que tenemos  de nosotros mismos y de nuestro valor (comprende todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones,…) que hemos ido formando a lo largo de toda nuestra vida en base a los mensajes positivos o negativos que hemos recibido de nuestro entorno (familia, amigos,… etc.) y las experiencias (exitosas o fracasos) que hemos vivido, y que hemos integrado progresivamente en un sentimiento positivo hacia nosotros mismos (nos sentimos inteligentes y atractivos,…) o, por el contrario, en un incómodo sentimiento de no ser lo que esperábamos (nos sentimos poco inteligentes y no atractivos,…).

Un adecuado nivel de autoestima es la base de una buena salud mental y del bienestar de la persona. Un autoestima elevada hace que se maneje mejor las situaciones de estrés que se puedan experimentar, que se tengan menos emociones negativas (cólera, agresividad, tristeza,…), que se desarrollen menos problemas psicosomáticos y menos depresión que cuando se tiene el autoestima baja.

Las personas con autoestima baja se muestran indecisas, con dificultades a tomar decisiones por temor a equivocarse, por lo que dependen de otras personas para la realización de muchas de sus tareas o la toma de decisiones. No valoran sus capacidades, juzgan sus habilidades como pequeñas, y magnifican la de los otros. Son ansiosos y nerviosos, lo que los hace evitar situaciones  en las que tienen que hablar o confrontarse con otras personas. Se dan por vencidas antes de empezar cualquier actividad. No identifican bien sus emociones y no pueden expresarlas. Experimentan una sensación de derrota cuando son criticados o se equivocan, por lo que les cuesta reconocerlo. Son propensos a culpabilizarse por cualquier error o a buscar culpables,… entre otras características que podríamos mencionar.

Muchas son las personas que tienen un nivel bajo de autoestima y viven con un sufrimiento latente en todas sus actividades sin llegar a resolverlos. En nuestra consulta psicológica, encontramos con frecuencia un nivel bajo de autoestima a la base de numerosos problemas psicológicos de ansiedad (fobia social o timidez, otras fobias, obsesiones,….), depresión, trastornos alimentarios (boulimia, anorexia,…) , trastornos de imagen corporal (en personas que recurren a numerosas intervenciones de cirugía estética de nariz, pechos,…) adicciones (alcohol, drogas,…), problemas de pareja (conflictos, problemas de comunicación,…) y sexuales,…etc.

Operar cambios en el autoestima es posible. Cuando el problema es leve algunas recomendaciones  son suficientes para mejorar, pero si es un poco más serio, es mejor buscar un apoyo profesional (Psicólogo-Psicoterapeuta) que con toda una serie de técnicas de probada eficacia puedan ayudarle a resolver el problema y emprender su vida con nuevas perspectivas.

Van algunas pautas simples para mejorar el autoestima:

Conviértete en el mejor amig@ de ti mism@, y acéptate como persona, tal como eres, con tus cualidades y tus defectos. Así como se le quiere y acepta al mejor amigo.

Dedícale más tiempo y atención a las actividades que te procuran placer, a ti, no a los demás!.

Desarrolla el sentido del humor, no des importancia a las cosas que no la tienen ni a los comentarios de los demás. Piensa que frente a todo lo que hacemos, siempre habrá 50% de gente que está a favor y 50% en contra, acostúmbrate a vivir con ello. Es una realidad a la que todos tenemos que adaptarnos.

Permítete el error. Asume las responsabilidades y toma las decisiones que requieras, si algo sale mal, no se acaba el mundo!. Eso nos ocurre a todos. Solo trata de sacar las lecciones que te permitirán hacerlo mejor y vuélvelo a intentar,… una y otra vez si es necesario!.

Reconoce tus logros y prémiate por ellos, así sean pequeños, poco a poco avanzarás hacia tus metas y te irás sintiendo mejor. 
 
 

El estrés del cuidador de un pariente mayor con Alzheimer


El año 2011 fue declarado como el “Año Internacional de la Investigación sobre el Alzheimer”, esa temida enfermedad neurológica en la que los recuerdos van desapareciendo y la persona emprende un descenso dramático de todas sus facultades, frente a la mirada impotente de su entorno familiar.

Si uno se pregunta: que se realizó en ese año, a parte de los premios, foros y espacios de discusión, al parecer poco se ha avanzado  y todavía habrá que esperar unos años más para que las investigaciones den satisfacción a la necesidad de esperanza no solo de los enfermos y sus familiares sino de toda la sociedad que está propensa a sufrirla.

Al ver como evoluciona nuestra sociedad moderna, con menos jóvenes (por la disminución de la natalidad) y mayor porcentaje de población de más edad (se ha incrementado la esperanza de vida), podemos inferir que en las familias estaremos, cada vez más, confrontados a la necesidad de cuidar de nuestros familiares mayores que sufran de enfermedades degenerativas de la edad avanzada, como es el Alzheimer, Parkinson,…

El cuidador principal, es aquella persona (un familiar o una persona contratada para esa labor) que dedica la mayor parte de su tiempo (en horas/día) atendiendo al enfermo, permitiendo así, que otras personas de la familia puedan tener el tiempo de dedicarse a sus actividades cotidianas y adaptarse a la nueva realidad familiar, con un ser querido que sale mentalmente de la dinámica familiar habitual.  

El cuidador despliega un esfuerzo constante físico y emocional atendiendo a la persona con Alzheimer (que no mejorará con los cuidados que le dedica, sino que irá agravándose con el tiempo, lo que pesa sobre la motivación), y puede desarrollar a su vez, serias perturbaciones de su salud mental, y más aún cuando ese esfuerzo es acompañado de un aislamiento social.

Diferentes autores que han estudiado el tema señalan que el cuidador desarrolla frecuentemente problemas de ansiedad (nerviosismo, angustia, tensión, estrés, pánico, angustia, ideas obsesivas,…),  depresión o síntomas depresivos (tristeza, pesimismo, apatía), hipocondría,…., así como problemas psicosomáticos de dolores de cabeza y de otras zonas, temblor fino, problemas gástricos, trastornos del sueño (insomnio, o sueño no reparador), dificultades de memoria,….

Esos problemas deben enfrentarse, en primer lugar, aceptando que ocurran esas reacciones de agotamiento, que son normales o previsibles dada la situación de sobrecarga de estrés que tiene el cuidador; en segundo lugar,  solicitando ayuda a otros miembros de la familia para realizar algunas tareas, a fin de poder reservarse algunas horas para sus asuntos personales o simplemente relajarse; y en tercer lugar, solicitando ayuda a un profesional (psicólogo) o asistiendo a grupos de auto-ayuda.

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¿Cómo mejorar nuestras relaciones en estas fiestas?

Las fiestas de Navidad, Año Nuevo, Reyes,…, son esperadas de manera diferente por cada uno de nosotros, los niños esperan la atención de los mayores, los juegos y los regalos que van asociados a estas fechas. Los adultos con menos entusiasmo o incluso con estrés (preocupación por los gastos a realizar, la organización de las reuniones, la soledad,…).

Las tradiciones familiares pueden ser vividas con alegría para unos, con desgano para otros cuando no se comparten muchos intereses con los otros miembros del grupo, con temor cuando hay antecedentes de conflictos,…etc., sin embargo, sea cual fuere la situación, se puede aprovechar esa fecha tan cargada de simbolismo espiritual para rencontrarnos con los nuestros y recrear vínculos con nuestra familia y con los amigos. Van algunas sugerencias:

Haga el esfuerzo de desconectar del trabajo y  dedicarle estos días a la familia; y para ello, busque algunas actividades agradables que pueda compartir con los hijos,  otros miembros de la familia y amigos, pero hágalo de manera consciente (“estando allí” mentalmente) y no distraído a cada momento por el móvil que suena o por otras preocupaciones,…; puede incluso hacer una pequeña lista (sin necesidad de que signifiquen actividades sofisticadas o de alto costo)con la ayuda de los hijos  y tener varias posibilidades a escoger en función del momento y del ánimo de las personas. Recuerde cuán divertidas eran las cosas simples de su infancia, ahora que es adulto, rompa algunos esquemas que tenga y atrévase a jugar y reír con los suyos, verá como se le libera el espíritu.

Aproveche la ocasión para descubrir o redescubrir a las otras personas que conforman su familia o su grupo de amigos (si no ha tenido tiempo durante el año para hablar con ellos, es momento de hacerlo!), interésese a lo que están haciendo, a los pequeños pasos que están dando en la dirección de sus sueños (valore los esfuerzos que está haciendo la persona, más que los resultados obtenidos); cuando esté con adultos hágales preguntas sobre sus hijos o nietos,  apreciará lo felices que se ponen hablando de ellos (que son su mejor obra).

Solo tenga en cuenta que para sentirse mejor en sus relaciones  con otras personas son  necesarios: la reciprocidad, por lo que deseamos dar y recibir, escuchar y ser escuchados, comprender y ser comprendidos; la expresión de las emociones y sentimientos (es así que uno permite que le conozcan y se acorten las distancias entre las personas), exprese sus emociones positivas (que podrá contagiar a los demás) y las emociones negativas (sin agredir a las otras personas); la aceptación de sí mismo y de los demás, sin esperar que sean perfectos o que piensen o actúen como nosotros queremos (la aceptación del ser humano “con fallas” es básica para un buen entendimiento), pero nunca acepte una relación basada en la violencia.

Finalmente, nuestros pensamientos son los que definen el ambiente de nuestra vida, si pensamos en negativo (siempre viendo las carencias, catástrofes, faltas, culpables,…) nuestra vida ira tiñiéndose de negro y haciendo que la gente se aleje de nosotros, porque estaremos siempre agobiándoles (“invitándoles vasitos de desgracia”). Trate de pensar en positivo, ver las bendiciones que ha recibido de la vida, y si tiene problemas, trate de resolver uno a la vez y confiar que con su esfuerzo y la gracia de Dios, el mañana será mejor!.

Feliz Navidad y año nuevo con bienestar!.