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Nos quedamos en casa por el #COVID19 y… ¿qué hacemos?


En la situación de alerta sanitaria que estamos viviendo a nivel mundial, es de nuestra responsabilidad el cuidarnos nosotros mismos y cuidar a los demás, por lo que “quedarse en casa”, debe ser visto como un de acto de solidaridad hacia nuestra comunidad, una etapa que debemos asumir con calma, seriedad, pero también con optimismo.

Es posible que frente a la multiplicidad de noticias en la TV y las redes sociales sobre la
propagación del virus, (y muchas de ellas bastante sensacionalistas), algunas personas puedan estar sufriendo episodios de tensión, ansiedad o incluso pánico a la idea de estar enfermo(a), de angustia por el futuro, o teniendo dificultades para dormir, para concentrarte, tristeza,…etc…, que son reacciones frecuentes en situaciones pandemia como la que estamos viviendo.
Sin embargo, es necesario mantener la calma y no ceder a los pensamientos “catastróficos” que no hacen más que acentuar el estado de malestar. Si ese es su caso, no se enganche en posibles escenarios catastróficos que puedan venir a su mente, déjelos pasar y ponga su cuerpo en movimiento, en acción (eso le dará la impresión de tener un cierto control).
Tenemos que aceptar lo que ocurre ahora: que hay un virus que es nuevo, para el que nuestro cuerpo aún no tuvo la oportunidad de desarrollar sus defensas, pero que los científicos ya lo conocen, que lo están investigando y probando prototipos para encontrar la vacuna. Además de que si bien es cierto que hay gente que fallece, también hay mucha gente que está curándose de la enfermedad (aunque en la prensa no se hable mucho de ella), y que hay cosas que podemos hacer para protegernos: quedarnos en casa el tiempo que haga falta, respetar las indicaciones de lavado frecuente de manos, la distancia a tener entre las personas, y reforzar nuestro sistema inmunitario (ejercicio, alimentación saludable, actitud positiva), para no engrosar las filas de las personas que necesiten de los servicios de salud.

Y para que esa espera sea menos pesada, aquí les dejo algunas ideas:

  1. No se quede mirando todo el día las noticias sobre el virus, eso no hará más que estresarle innecesariamente e incrementar su ansiedad. Escoja uno o dos momentos cortos en el día en los que puedas tomar información de las fuentes oficiales. No crea todo lo que ve en las redes sociales porque circulan muchas noticias falsas (limite el tiempo que pase en ellas), y el resto del tiempo ocúpese de cosas que le interesen y le diviertan (y por qué no?).
  2. Comience su día con una pequeña rutina de ejercicios o baile un poco para oxigenar su cuerpo. Necesitamos poner en movimiento el sistema linfático para eliminar las toxinas.
  3. Mire películas o series, comedias que le hagan distraer y/o escuche la música que le guste. Hay varios sistemas (Netflix, Amazon, HBO,… Spotify…. ) que facilitan ello.
  4. Busque ese libro que siempre quiso leer y que la falta de tiempo no se lo permitió
  5. Aprenda una nueva habilidad (manualidades, dibujo, fotos, un instrumento musical,…) o un nuevo idioma,… En Youtube puedes encontrar muchos tutoriales para comenzar a aprender lo que le interese.
  6. Practique alguna técnica de regulación emocional que haya aprendido (respiración abdominal, relajación, yoga, meditación,…) o aprenda ahora.
  7. Aliméntese bien, de manera variada y lo más equilibrada que pueda. Aprovecha para descubrir nuevas recetas y pruébelas en familia.
  8. Hidrátese bien (beba agua, infusiones,… un mínimo de 2lts. por día), la deshidratación genera dolores de cabeza y malestar que pueden ser confundidos con otras cosas.
  9. Aproveche el tiempo para hacer cosas en casa, ordenar armarios, hacer los pequeños arreglos que estaban pendientes, trabajar en el jardín,…
  10. Juegue con los niños, a juegos de sociedad, ... y cuando tenga que explicarles lo que está ocurriendo, hágalo de manera clara, utilizando palabras que pueda entender, pero teniendo siempre una actitud de cierta seguridad y de adulto protector.
  11. Manténgase en contacto con su familia y amigos, vía Whatsapp o teléfono, especialmente con los ancianos, pero evite de estar hablando del virus, hay muchos temas de conversación para estrechar lazos.
  12. Si realiza teletrabajo, intente hacer pausas para hidratarse y moverse cada hora. Hágase ayudar con el cuidado de niños (o póngales retos o actividades adaptadas a su edad) para no estresarse por tener las dos fuentes de preocupación al mismo tiempo.
  13. Si tiene unos síntomas que le preocupan, en lugar de estar buscando informaciones por internet y asustándose, y está en España, llame al teléfono correspondiente a tu comunidad autónoma y hágales la pregunta. (Enlace teléfonos COVID-19 España)
  14. Si necesita apoyo psicológico, no espere mucho y llame a su terapeuta. Los psicólogos también estamos en situación de teletrabajo, realizando consultas virtuales, como es mi caso (vía Skype, video llamada de Whattsapp, o teléfono,…). Sabemos que no es lo mismo que una visita presencial, pero existen adaptaciones de las técnicas más eficientes para el abordaje de traumas y emergencias como es el EMDR (Desensibilización y reprocesamiento de recuerdos traumáticos por estimulación bilateral).
Clelia Gálvez - clelia@cleliagalvez.com -
Skype: clelia.galvez
Móvil:+34 677.84.16.23



¿Cuándo consultar un psicólogo?

Antiguamente, apenas se podía mencionar que se consultaba un psicólogo, por la errónea idea de “anormalidad” que se le había asociado a ese proceso y a la persona que recurría. Hoy, la situación es otra. Gracias al desarrollo acelerado de las neurociencias (que nos hacen conocer cada vez más, lo que pasa en nuestro cerebro cuando actuamos y nos relacionamos en la vida cotidiana) y de la tecnología de la información (internet y otros medios de comunicación); una población más amplia (y más educada), ha tenido un mayor acceso a investigaciones e información sobre su salud mental, lo que ha contribuido a elevar su nivel de entendimiento y dar ese paso que tanto temía.

Actualmente, es ampliamente reconocido que todas las personas podemos, en algún momento de nuestras vidas, tener algún problema de tipo psicológico que requiera consultar con un psicólogo. Hacer una psicoterapia, ayuda a resolver el problema con prontitud y evitar que una situación de malestar se pueda prolongar en el tiempo, llegando no solo a afectar de manera importante nuestra calidad de vida, sino también a cronificarse (agravarse).

Van algunos ejemplos de los problemas psicológicos que podemos tener en algún momento y que requieren un apoyo profesional:

  • Cuando nos sentimos deprimidos, sin ganas ni voluntad para realizar las tareas habituales; cuando el placer de vivir se ha esfumado y vemos nuestra vida sin sentido.
  • Cuando hemos vivido un hecho traumático: agresión, accidente, asalto, duelo, separación, enfermedad, despido,… y nos es difícil de retomar el control de nuestra vida.
  • Cuando sentimos que el miedo y la ansiedad han invadido nuestras vidas (con angustias, obsesiones, celos exagerados, fobias,…)
  • Cuando nos vemos en la incapacidad de gestionar las situaciones de estrés de nuestra vida cotidiana (en el trabajo, la familia,…)
  • Cuando las relaciones con otras personas se vuelven difíciles (dificultades para hablar con la gente, hacer y/o conservar los amigos, hablar en un grupo,…)
  • Cuando nuestra vida de pareja se vuelve insatisfactoria (con conflictos frecuentes, comunicación deficiente o ausente,…) o nuestra vida sexual ya no es la que quisiéramos (falta de deseo sexual, dolor, eyaculación precoz, disfunción eréctil,…)
  • Cuando no podemos controlar algunos de nuestros comportamientos adictivos (consumo de alimentos, alcohol, drogas, medicamentos, tabaco, juego, sexo,…)
  • Cuando estamos en relaciones que nos hacen daño y no podemos establecer límites,… o vamos acumulando y repitiendo fracasos en nuestra vida personal,…
  • Cuando nuestra vida familiar se vuelve problemática (hijos con algunos obstáculos a su desarrollo, hijos que no conocen límites ni respeto de reglas, conyugue que no asume sus responsabilidades,….)

Al tomar la decisión de consultar a un psicólogo, aún hay que encontrar al profesional idóneo, por lo que es necesario informarse sobre el profesional que se quiere consultar (si busca por internet, que sea en páginas web de garantía); visite la página web del profesional y revise su trayectoria, su colegiatura y su especialidad,… no dude en llamarle y preguntarle si tiene alguna duda. 

Información en: www.cleliagalvez.com

Lo que hará que este año sea diferente, es la actitud con la que lo enfrentes

Como es costumbre, al culminar un año e iniciar otro, casi todos intercambiamos mensajes positivos, en una fecha en la que la Navidad (fiesta central para los católicos, que es vivida de maneras diferentes por otras religiones) reactiva nuestros sentimientos de paz , unidad familiar y prepara, de alguna manera, el ambiente emocional para expresar nuestros mejores sentimientos, a través de saludos (algunos más originales que otros) deseándonos que el año que viene nos traiga prosperidad, felicidad, amor, bendiciones,…., dando la ilusión de que por arte de magia, el nuevo año nos traerá lo que deseamos, sin que tengamos que hacer esfuerzos por lograrlo.

Pasadas las reuniones sociales, comidas y demás aspectos festivos, entramos al momento de realidades, en el que hay que ordenar algunas cosas para tomar el rumbo adecuado y el ritmo que nos permita atravesar este año y llevar nuestro barco a buen puerto al culminarlo. Lo que significa, tener que realizar algunos cambios en nuestras actitudes, a fin de que esos mensajes de bienestar que hemos recibido con satisfacción, tengan algo de realidad; porque nada viene sin esfuerzo y no podemos simplemente esperar que este año, venga como un mago a cambiar nuestra vida, si nosotros seguimos actuando de la misma manera, y como Albert Einstein decía: “si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”.

 Van algunas pautas para entrenarse a una actitud más positiva y hacer que éste año sea diferente:
  1. Vive el presente con entusiasmo (frente a todo lo que te ocurra, aprende a mirar “el vaso medio lleno”). No cargues con la culpabilidad de un pasado que ya se fue, ni la ansiedad de un futuro que aún no llega.
  2. Sé agradecido. Cada día, mira alrededor tuyo e identifica por lo menos cinco cosas por las que agradecer a Dios (a la naturaleza, a la vida,… según sea tu creencia) y dilo en voz alta (escúchalo con tu propia voz). Eso hará que centres tu atención en las cosas positivas de tu vida.
  3. No guardes rencores, ni resentimientos. Esa es una carga emocional innecesaria que te impide avanzar. En las relaciones, siempre habrán ocasiones que pueden generar conflictos o malos entendidos. Convérsalos y resuélvelos con prontitud y pasa a otra cosa.
  4. Mantén tu mente abierta al aprendizaje. Cada día vive con ganas de aprender algo nuevo. Atrévete a probar cosas nuevas, a cambiar las rutinas. Tu cerebro estará constantemente estimulado y tendrás nuevas experiencias que disfrutar y compartir.
  5. Ponle movimiento a tu cuerpo. Has ejercicio con regularidad, eso te ayudará a drenar el estrés que podrías acumular, a dinamizar tu cuerpo y tus ideas. Oxigenarás todo tu cuerpo y en tu cerebro la secreción de endorfinas (antidepresivos naturales) harán que tu estado de humor esté siempre alto.
  6. Acostúmbrate a reír, a fomentar el juego y las sonrisas en tus interacciones. Rodéate de personas interesantes. No te tomes muy en serio. Recuerda que los juegos han permitido que nuestra especie desarrolle su inteligencia.
  7. Acéptate tal como eres y respétate. Quiérete con todo lo que tú eres, con tu cuerpo, tu mente, tus logros, tus habilidades y también tus dificultades. Si hay algo que no te gusta realmente, identifícalo, trázate unas metas pequeñitas y trabájalas para resolverlo, sin quejarte ni auto compadecerte, sino con entusiasmo y cariño por ti mismo.
  8. No busques la perfección, pues no existe. Permítete cometer errores y aprender de ellos. Cada error te trae una lección interesante a tener en cuenta.
  9. Disfruta de las cosas sencillas, de las actividades en familia y con los amigos. Atrévete a expresarles tus sentimientos. Eso te permitirá fortalecer lazos y tener el soporte afectivo cuando lo necesites. 
  10. Siéntete y vive libre. No te hagas esclavo de ninguna sustancia, actividad o relación que doblegue tu voluntad. No dejes que ninguna forma de adicción tome espacio en tu vida. Si ya la tienes, pide ayuda profesional y recupera tu libertad 
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¡Tenga cuidado con las máquinas “Tragaperras”, son altamente adictivas!.

Cuando entramos en cualquier bar o café de España, vemos unas máquinas coloridas y luminosas que parecen ya hacer parte de la decoración y casi ni nos sorprende el ver personas jugando de manera insistente, prácticamente pegadas a esas máquinas conocidas como “tragaperras” o “tragamonedas”; que si bien es cierto ayudan al propietario del negocio a rentabilizar su actividad (en muchos casos los montos acumulados por esas máquinas superan largamente los ingresos por su actividad principal), pero explotan la miseria humana, la vulnerabilidad de personas que se enganchan al juego y entran en un círculo vicioso de la “ludopatía” o “juego compulsivo”, lo que a la larga les destruye la vida y la de sus familias.

Muchos dirán, que es completamente inofensivo el jugar con esas máquinas, o comprarse un décimo de lotería…. Al respecto, podemos decir que el juego en sí mismo no es malo, el problema viene del uso excesivo que se hace de él. Cuando la persona juega de manera ocasional y controlada, quiere decir que lo hace por entretenimiento (decidiendo un monto límite antes de jugar, pudiendo parar sin dificultad y sobre todo sin sobrepasar el límite previsto), no es un problema; pero si la persona juega cada vez más tiempo y con montos cada vez mayores, no puede parar después de haber comenzado y lo hace “para recuperar” lo que va perdiendo, es que se está enganchando a esas maquinitas y en poco tiempo estará atrapada en la espiral de la ludopatía, si ya no lo está.

En todos los juegos de dinero, el riesgo de la persona que juega, a perder a largo plazo es estadísticamente más alto que las probabilidades de ganar, porque han sido concebidos así y de eso depende el crecimiento de ese negocio. Los dependientes del juego, son conscientes de que tienen muy pocas posibilidades de que les toque el premio, pero han desarrollado una serie de pensamientos “irracionales” que les hacen modificar su percepción del riesgo, como: “yo soy experto”, “conozco la máquina”, “soy fuerte en eso” “yo le gano la máquina”, “la suerte está de mi lado”, lo que les hace seguir enganchados.

¿Cómo se desarrolla la adicción?

Cuando una persona comienza a jugar, la máquina le deja ganar un cierto monto, y eso es suficiente para estimularla a seguir jugando y a ir alimentando pensamientos anticipatorios de un premio (“la máquina ya está llena,… un poquito más y ya viene”), y a medida que la máquina le va dando algunos pequeños premios, va haciendo que la persona comience a tener pensamientos “irracionales” sobre la probabilidad de ganar, al extremo de creerse con capacidad de “ganarle al sistema” (“yo sé cómo hacerlo”, “soy experto”, “conozco a la maquina”, “estoy con buena racha”,…); y cuanto más convencidos están de esos pensamientos, más probabilidades tienen de perder el control y de realizar pérdidas considerables que se van acumulando con el tiempo.

Esa es la razón por la que en la mayoría de países industrializados, la regulación de estos juegos es más estricta (no se las encuentra en lugares tan accesibles como bares o cafés, sino en lugares específicos, salas de juego, casinos,… (lugares a los que la persona puede impedirse la entrada), además de que las empresas que explotan esas máquinas están obligadas a alertar a los clientes sobre el riesgo que corren de desarrollar la ludopatía, así como se hace por los riesgos del alcohol y del tabaco.

¿Cuándo estamos frente a una “ludopatía” o “juego compulsivo”?

Cuando las personas juegan por encima de sus posibilidades económicas (y van acumulando deudas), juegan más tiempo que previsto (pierden la noción del tiempo), apuestan sumas cada vez mayores, mienten sobre los montos que juegan (y pierden), son criticados a causa de su afición al juego, dejan que el juego perjudique su vida familiar, su trabajo, su salud o a sus finanzas, juegan para tratar de “recuperar” lo perdido, tratan de olvidar situaciones emocionales difíciles: soledad, estrés, tristeza u otros sentimientos negativos, sienten culpabilidad cuando recuerdan el monto que han perdido en el juego.

La ludopatía no se mide por el monto de dinero gastado en el juego, sino por las dificultades que ocasiona en la vida de la personas. Por ejemplo: si el juego acapara el dinero dedicado a otros fines tales como los gastos de la casa, de la alimentación, gastar sus reservas para emergencias; o gastar el tiempo y la atención que debería consagrarle a su familia, o aún si la persona no puede evitar de jugar o de parar cuando ha empezado a jugar. Si no juega, piensa sin parar y se siente irritado, no tiene placer ni interés por hacer nada  y  siente que le falta alguna cosa importante.

Todas las personas que juegan pueden desarrollar la ludopatía, más aún cuando viven una situación difícil de gestionar (dificultades económicas, rupturas sentimentales, falta de trabajo, soledad,…), lo que puede actuar como factor desencadenante. Por otro lado, si comienza a desarrollar el problema, hay ciertos signos que pueden alertarle: sentir una excitación a la idea de ir a jugar o al momento de jugar y buscar esa sensación de euforia; buscar pretextos para justificar las ganas de jugar; jugar para huir de ciertos problemas, situaciones o sensaciones desagradables; tener pocas actividades o intereses fuera del juego; sentirse solo, aburrirse.

Consejos para evitar los problemas de juego

1.      Cada vez que juegue, fíjese un monto pequeño como límite y ¡no lo supere nunca!.
2.      Considere que el dinero gastado jugando es el precio que Ud. está pagando para divertirse. No siga jugando para tratar de “recuperar” lo perdido.
3.      No sobrepase la suma que se haya fijado para jugar, sacando más dinero de sus tarjetas de crédito, ni prestándose de otras personas.
4.      Cuando juegue, haga pausas frecuentes (eso le ayudará a bajar la excitación y no perder el control).
5.      Pida ayuda profesional (Psicólogo-Psicoterapeuta), cuando comience a perder más dinero del previsto y sentirse enganchado al juego.

Información en: www.cleliagalvez.com

Cómo apoyar a un ser querido que le tocó vivir con una enfermedad crónica.

Si a un ser querido le diagnostican un cáncer o una enfermedad que supone un riesgo vital, usted puede sentirse desesperado, con gran impotencia frente a la situación y sin saber cómo apoyarle para facilitar la adaptación de la persona con los cambios que ocurrirán en su vida y hacer menos difícil su proceso de tratamiento y convivencia con la enfermedad.

Todas las investigaciones concuerdan en señalar que el apoyo de la familia y los amigos tiene un efecto importante en la capacidad de los pacientes a sobrellevar una enfermedad crónica; aunque cada persona tiene una sensibilidad e historia diferentes, cuando se tiene una enfermedad crónica, se necesita sentir el afecto sincero (no la compasión) y la preocupación sana de sus seres queridos.

Recordamos aquí algunas sencillas pautas al respecto:

  1. Infórmese sobre la enfermedad, de ser posible, hable con el equipo médico para saber con claridad las etapas del tratamiento y cómo ayudarle a que integre el diagnóstico en su vida y comience a luchar contra la enfermedad.
  2. Escúchele y dele el apoyo emocional que requiera. Evite de tratar de negar el problema (diciendo “no es nada”, “ya va a pasar”,…). Hágale sentir que no está sola y que tiene gente que la quiere y que estará a su lado en todas las etapas de su tratamiento.
  3. Busque casos de personas que hayan vencido la enfermedad para ponerlas de ejemplo cuando la desmotivación cunda y necesite reactivar la  esperanza.
  4. Cuando informe a la familia, hable con honestidad sobre la situación que toca vivir a la persona, sin dramatismos ni escondiendo diagnósticos. No invente enfermedades raras que tienen tratamiento, por no pronunciar el nombre de la enfermedad y ocultarla  a la familia, eso generará mayor confusión, ansiedad, culpabilidad….
  5. Aborde la enfermedad con los niños, de la manera más clara y dejando bien establecido que ellos no son responsables de la enfermedad (es común ver a niños pequeños sentirse responsables de las cosas negativas que suceden en su entorno e incluso de enfermedades de los padres), responda con claridad  a todas sus inquietudes y ayúdeles a disminuir su ansiedad. Trate de fomentar una vida normal en los niños; sus risas y su afecto ayudarán de manera importante a la persona enferma.
  6. Haga una selección de las personas para compartir la información sobre la enfermedad. Algunas se acercarán más a la familia y participaran en las actividades de apoyo, otras, que tienen relaciones más problemáticas con la enfermedad (no con la persona enferma) tendrán dificultades a saber cómo actuar y por facilidad se alejarán.
  7. Haga una lista de cosas en las que sus amigos y familiares puedan ayudar (las compras, tareas diarias, cuidar a los niños,…etc.) y pídaselas sin reparos, ellos estarán gustosos de hacerlo y de sentir que contribuyen de alguna manera.
  8. La persona que sufre la enfermedad pasará por etapas en las que se sucederán momentos de estrés, ansiedad, cólera, culpabilidad,… etc. De ser posible, que vea un psicólogo (la psicología ha realizado importantísimos avances en el tema) que pueda ayudarle a desarrollar estrategias para integrar lo que le pasa y recuperar la sensación de control de su vida. También puede asistir a sesiones de grupos de apoyo (de diversas asociaciones y hospitales) en los que descubrirá que hay muchas otras personas que están en el mismo trayecto de lucha contra la enfermedad y podrá encontrar estrategias que utilizan otras personas para lidiar con la enfermedad. 
 
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Comprender la homosexualidad de su hijo(a)

Recibir la noticia sobre la homosexualidad de un(a) hijo(a) no es fácil para los padres, que viviendo en una sociedad heterosexual, se ven confrontados a una serie de conflictos internos y sentimientos de culpabilidad, cólera, decepción,…., que puede llevarlos a generar una grave crisis familiar y desestabilizar aún más a ese(a) hijo(a), que ha tenido ya su propio trayecto de cuestionamientos y sufrimiento,  antes de llegar a aceptar su homosexualidad y tener la valentía de confesarla a sus padres. Abordamos este tema porque nos escribe Rosa, una madre preocupada por la noticia que acaba de recibir de su hijo de 17 años, y nos cuenta su desesperación de  no saber cómo actuar con él, ni con su familia.  

Es comprensible que Rosa se sienta impotente frente a esa noticia, muchos padres pasan por lo mismo en esa situación:  algunos prefieren negarlo (no quieren ni hablar de ello),  otros sienten culpabilidad y cuestionan su calidad de padres “¿..ha sido por haberlo querido y protegido?..”, ¿en qué he fallado?, “¡He fracasado como madre!”…), o con rabia (“está enfermo y tiene que curarse”, “no he tenido un hijo para sea un homosexual”,…), o decepción (“ya no voy a tener nietos”, o miedo (“qué dirán los vecinos, la familia, los amigos”, “lo van a maltratar y humillar los otros”),…., y así, podríamos seguir con toda una serie de frases que escuchamos a repetición en la sociedad. Sin embargo, los padres tienen que recurrir al amor por su hijo(a) para poder gestionar esas primeras emociones que les invaden ante la noticia, y estar en condiciones de  aceptar a su hijo(a) tal como es y darle el  apoyo que necesita para resituarse en la vida.

Para responder concretamente a las preocupaciones de Rosa, cabe señalar que su hijo es aún un adolescente y que es posible que tenga solo la impresión de ser homosexual y no lo sea en realidad. La adolescencia,  es una etapa en la que se pueden dar confusiones, a raíz de algunas experiencias de descubrimiento de la sexualidad con sus pares del mismo sexo (cosa común en los(as) jóvenes, sin que eso comporte una real homosexualidad) o simplemente por la aparición de sentimientos  afectivos marcados por un(a) amigo(a) del mismo sexo, o incluso por los sueños eróticos  involuntarios (protagonizados con un(a) amigo(a) del mismo sexo) que pueden generar una ansiedad importante en el(la) adolescente y hacerle pensar que es homosexual. Por lo que, sugerimos a Rosa de conversar calmadamente con su hijo,  mostrarle su apoyo y apertura hacia el tema, para que él vaya afinando su reflexión, sin culpabilidad, de manera a llegar a descubrir progresivamente la veracidad o no de sus afirmaciones en cuanto a su homosexualidad.

Algo que debe quedar claro, es que la homosexualidad no es una enfermedad mental. Desde hace más de tres décadas, ella no figura en los instrumentos de diagnóstico clínico (Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales  DSMIV u otros).  Por otro lado, el ser homosexual o heterosexual no se decide voluntariamente, existen múltiples causas biológicas y psicológicas que se encuentran entrelazadas, y que no hay razón de culpabilizar a la persona que lo vive ni a sus padres.  

La homosexualidad siempre ha existido a través de la historia de la humanidad, pero se la escondía por temor a la mentalidad represiva que había en la sociedad. Actualmente, con la evolución de las normas sociales (como producto de una lucha constante de las asociaciones de homosexuales en diferentes países) y los medios de comunicación, se habla más fácilmente del tema. Las personas afirman su homosexualidad (“salen del armario”) con mayor facilidad que antes y son ya 14 países en el mundo (entre ellos, España, Bélgica, Holanda, Africa del Sur, USA, … y recientemente Francia), en los que van adquiriendo progresivamente los mismos derechos que los heterosexuales. 

Sin embargo, a pesar de que a nivel macro (de la sociedad) la actitud frente a la homosexualidad vaya mejorando, a nivel micro (en las familias) la situación es todavía muy difícil; cuando sucede, se genera una crisis familiar que en muchos casos acaba por rechazar al (la) hijo(a) y provocar un abandono del hogar, poniéndolo(a) en riesgo de desarrollar una serie de problemas psicológicos (ansiedad, baja autoestima, depresión, suicidio, comportamiento sexual a riesgo,…), por lo que es necesario comprender y darle el apoyo emocional necesario a fin de que el(la) joven pueda aceptarse a sí mismo(a), construir sus proyectos de vida y vivir como todas las personas  tienen derecho a hacerlo.

Aquí damos algunas pautas para las madres (lo que, por razones obvias, se aplica a ambos padres):

1.  No se desespere si no sabe cómo actuar, nadie lo haría de manera ideal. Limítese a escuchar  a su hijo(a)  sin juzgarle. Piense que ya es difícil para él o ella, el poder hablar de su homosexualidad con su madre. Dígase que si se lo ha dicho, es porque tiene confianza en usted y busca su apoyo, lo que, en esencia, es el rol de una madre.

2.  Evite de culpabilizarse. Recuerde que la homosexualidad no es una enfermedad mental, que las causas son múltiples y hasta hoy no del todo definidas, y que por lo general no depende de la educación de los padres.

3. Acepte a su hijo(a) tal como es. Ayudele a aceptarse a sí mismo(a), céntrese más en su persona (con sus cualidades, sus dudas, sus preocupaciones, sus sueños,…) y no en su homosexualidad.

4.  Si le es difícil aceptar la situación, pídale un tiempo para hacerlo, dígale que lo quiere mucho y que quiere que sea feliz, y que siempre estará usted allí para él(ella), porque lo(a) quiere,… pero que necesita un poco de tiempo para adaptarse a la situación.

5. Infórmese sobre el tema, lea libros (existen varios libros sobre los padres de hijos homosexuales), guías de orientación, contacte a los centros de asesoría para padres de hijos homosexuales., o vea un(a) psicólogo(a) para que le ayude a integrar la situación y tener una actitud adecuada con su hijo(a) y consigo misma(o).

6. Evite enfrentamientos en la familia o actitudes de rechazo que puedan provocar que el(la) hijo(a) abandone el hogar, porque sería exponerlo(a) a una serie de problemas psicológicos  de ansiedad , depresión, sexualidad a riesgo,  o incluso suicidio (la tasa de suicidio es más alta en adolescentes y jóvenes homosexuales que heterosexuales).

7.     Por sobre todo, quiera más a su hijo(a) y preocúpese menos en lo que piensen los demás. 

Información en: www.cleliagalvez.com


Lo que implica el ser mujer en la sociedad actual


Cada año, por el Día Internacional de la Mujer (que se conmemora el 8 de Marzo),  vemos una profusión de mensajes alusivos a la fecha y eventos diversos en los que se hacen balances sobre los derechos que van alcanzando las mujeres en los diferentes países. Todos coinciden en que, en las sociedades más desarrolladas y mejor organizadas, la equidad entre los hombres y mujeres va avanzando año tras año, y que, es en las sociedades menos desarrolladas y más básicas (zonas rurales, países en los que la ley islámica es de aplicación,…) queda un gran trabajo por realizar, sobre todo en las libertades de las mujeres, el ejercicio de ciudadanía, el acceso al trabajo, la remuneración equitativa, la erradicación de la violencia en todas sus formas,…
Al margen del aspecto global del tema, veamos lo que vive cada mujer en la sociedad actual, en la que su rol económico no es más tema de discusión. El contexto de crisis económica que se vive en gran parte del planeta, hace que las mujeres tengan la necesidad de trabajar fuera de casa para obtener recursos que contribuyan al funcionamiento de su familia; lo que, obviamente,  les obliga a desarrollar grandes habilidades de organización, porque ser mujer , hoy, implica asumir diferentes roles, intentando lograr el mismo nivel de eficiencia y sin culpabilizarse por las cosas que no resulten como previsto. Mencionamos aquí, solo algunos de esos roles, por obvias razones de espacio.
El rol de  esposa o compañera de vida, que no significa estar detrás de un hombre y empujarlo para que crezca, sino caminar a su lado, mirando ambos en la misma dirección y superando los retos cotidianos; haciendo esfuerzos por encontrar una forma de comunicación efectiva y no agresiva, que les permita gestionar la distribución de las tareas y responsabilidades de la familia y las diferencias personales inevitables de una vida de pareja.
El rol de madre, que tiene que asumir lidiando por equilibrar el amor incondicional (indispensable para la construcción del autoestima), la protección (percepción de seguridad personal), la autonomía (capacidad de tomar sus decisiones y asumir las consecuencias) y la disciplina (la persistencia en el esfuerzo) a fin de hacer que sus hijos, se conviertan en los hombres y mujeres de bien que siempre quiso tener y que, a fin de cuentas, constituyen su mejor obra.
El rol de profesional y trabajadora, a asumir con visión y grandes habilidades de organización, a fin de lograr eficiencia en su trabajo, sentirse valorizada por sus resultados y abrirse un espacio por sus propias competencias.
El rol de persona realizada, que no solo se ocupe de atender a los demás, sino también a sí misma. La mujer tiene el derecho a una buena salud física y mental, por lo que debe ocuparse de su salud (controles médicos periódicos), hacer ejercicio regular, tener una alimentación equilibrada, tener una serie de actividades placenteras a realizar sola, con su pareja, con su familia o con sus amigas, lo que le dará una visión positiva y la hará feliz.


Saber decir “no”, preserva el bienestar general de la persona


Hay personas que viven siempre abrumadas realizando actividades o ejecutando proyectos que otros decidieron por ellas,  y que las aceptaron, no porque les interese realmente, sino porque no encontraron la fuerza de decir “no”; o ni siquiera pensaron antes de responder, porque están acostumbradas a no decir jamás “no” a su familia, amigos, jefes, colegas, clientes,… aunque les cueste mucho esfuerzo asumir lo que aceptaron. Así, muchos jóvenes pueden encontrarse consumiendo sustancias (alcohol, drogas, tabaco,…), realizando o soportando actos antisociales (robos, agresiones, sexualidad precoz,…),  por no saber resistir a la presión del grupo y no saber decir “no” a algo o alguien que ellos no quieren.  

Una serie de temores está detrás de esa tendencia a aceptar todo lo que se le pide a una persona: el temor a decepcionar (“que va a pensar de mí?”), a no ser querido (“me rechazará”), a ser excluido (“no estará conmigo”, “no haré parte de su grupo”) , por miedo a la autoridad (“pensará que soy agresivo y que no quiero obedecer,… me penalizará”), por evitar la confrontación (“no quiero conflictos”,…), por necesidad de ser aceptado y tener buena imagen (“hago cosas que no les gusta a los demás para que vean que yo puedo resolverles el problema, que soy útil y que me necesitan”). Temores que  al no ser enfrentados se hacen casi automáticos en la persona y los lleva a encontrarse en situaciones negativas para sí mismos, comprometiendo su bienestar físico y mental, con una sobrecarga de trabajo, ansiedad, dependencia, sumisión,…,  lo que en algunos casos es aprovechado por otros que se dan cuenta de la situación.

Cuando hablamos de aprender a decir “no”, no nos estamos refiriendo a decir “no” a todo, sino a ser asertivos, quiere decir a estar al escucha de nuestros propios pensamientos, emociones, deseos, necesidades y derechos, a poderlos expresar, dándoles la importancia debida, pero sin menospreciar los de nuestro interlocutor.  Por lo que es importante aprender a decir “no” sin agresividad, simplemente con convicción y cordialidad, pues lo único que se está haciendo es marcar sus límites. De lo contrario se corre el riesgo de dejarse invadir por los deseos de otros, de dejarse desviar de sus propios objetivos al punto de no saber más lo que se es, ni lo que se quiere.

Lo importante es de responder en función de un beneficio para si mismo en una situación determinada, en lugar de ceder por culpabilidad o por miedo a no ser querido.  Es tener la libertad de decir “” cuando se piensa sí, decir “no” cuando se piensa no y de decir “voy a pensarlo” cuando se necesita tiempo para dar una respuesta (que tiene derecho a hacerlo) para  pesar los pro y los contra de lo que le piden, ver si eso tiene más consecuencias positivas o negativas sobre su vida o al contrario si eso le da placer (que en ese caso se acepta, obviamente).

El saber decir “no” hace parte de las habilidades sociales (la asertividad) que aprendemos (o no) desde pequeños observando a nuestros padres y adultos de referencia (abuelos, maestros,…) en sus relaciones sociales, y las vamos consolidando durante toda nuestra vida con el aporte de nuestras propias experiencias; por lo que es posible que toda persona, a toda edad, pueda desarrollar esas habilidades. Algunas veces será suficiente el tomar la decisión, informarse y practicar las nuevas maneras de actuar para adquirir esas habilidades;  otras veces, cuando el problema es más complejo (como en el caso de una fobia social, personalidad ansiosa,…), se requerirá una ayuda profesional. Una Psicoterapia cognitivo-conductual es la que ha mostrado mayor eficiencia en este problema, por lo que se ser el caso, lo recomendamos.

Para los que se interesen, aquí van algunas pautas básicas que podrían ayudarles a aprender a decir “no” y  poner límites:
·         Entrénese a decir “no” a cosas muy simples que no tienen grandes consecuencias y por las que no siente mucha ansiedad, para probar como le va. Practíquelo todos los días con familiares y amigos cercanos, así se motivará a seguir haciéndolo en situaciones más complejas.
·         Si sabe que alguien le va a hacer un pedido, prepárese, encuentre una manera adecuada de expresar el “no”,  repítalo varias veces para que le sea más fácil de decirlo. O si prefiere dígale que ese pedido le supone un problema y que se tomará un tiempo para responder a ello, eso le permitirá sopesar mejor las cosas y tomar una decisión con menos estrés.
·         Antes de dar una respuesta, imagínese cómo estará cuando haya aceptado ese pedido (que tareas más tendrá que hacer, qué sensaciones o emociones tendrá cuando se sienta obligado a hacer lo que realmente no quiere) y también imagine lo contrario (si no acepta, cómo se sentirá ocupando su tiempo como ya había previsto). Eso le ayudará a tomar la decisión.
·         Al dar la respuesta negativa, arguméntela ligeramente (simplemente para no cortar el diálogo) y con convicción, pero sin ahondar en justificaciones que realmente son inútiles. Puede usar frases de este tipo: “me hubiera gustado decir si, pero ya he previsto otra cosa”,  o incluso:  “hasta hoy siempre he dicho sí a todo lo que me pedían, pero veo que eso me perjudica”.  
·         Cada vez que usted sienta que no está siendo respetado con el pedido que le van haciendo y usted quiera marcar sus límites, entonces tiene que decir “no”, sin agresividad pero con convicción. Por ejemplo: su hermana le pide que cuide a sus hijos mientras ella se va de compras, usted puede decirle: “no, lo siento, pero ya tengo otras cosas previstas.” 
 


¿Cómo mejorar nuestras relaciones en estas fiestas?

Las fiestas de Navidad, Año Nuevo, Reyes,…, son esperadas de manera diferente por cada uno de nosotros, los niños esperan la atención de los mayores, los juegos y los regalos que van asociados a estas fechas. Los adultos con menos entusiasmo o incluso con estrés (preocupación por los gastos a realizar, la organización de las reuniones, la soledad,…).

Las tradiciones familiares pueden ser vividas con alegría para unos, con desgano para otros cuando no se comparten muchos intereses con los otros miembros del grupo, con temor cuando hay antecedentes de conflictos,…etc., sin embargo, sea cual fuere la situación, se puede aprovechar esa fecha tan cargada de simbolismo espiritual para rencontrarnos con los nuestros y recrear vínculos con nuestra familia y con los amigos. Van algunas sugerencias:

Haga el esfuerzo de desconectar del trabajo y  dedicarle estos días a la familia; y para ello, busque algunas actividades agradables que pueda compartir con los hijos,  otros miembros de la familia y amigos, pero hágalo de manera consciente (“estando allí” mentalmente) y no distraído a cada momento por el móvil que suena o por otras preocupaciones,…; puede incluso hacer una pequeña lista (sin necesidad de que signifiquen actividades sofisticadas o de alto costo)con la ayuda de los hijos  y tener varias posibilidades a escoger en función del momento y del ánimo de las personas. Recuerde cuán divertidas eran las cosas simples de su infancia, ahora que es adulto, rompa algunos esquemas que tenga y atrévase a jugar y reír con los suyos, verá como se le libera el espíritu.

Aproveche la ocasión para descubrir o redescubrir a las otras personas que conforman su familia o su grupo de amigos (si no ha tenido tiempo durante el año para hablar con ellos, es momento de hacerlo!), interésese a lo que están haciendo, a los pequeños pasos que están dando en la dirección de sus sueños (valore los esfuerzos que está haciendo la persona, más que los resultados obtenidos); cuando esté con adultos hágales preguntas sobre sus hijos o nietos,  apreciará lo felices que se ponen hablando de ellos (que son su mejor obra).

Solo tenga en cuenta que para sentirse mejor en sus relaciones  con otras personas son  necesarios: la reciprocidad, por lo que deseamos dar y recibir, escuchar y ser escuchados, comprender y ser comprendidos; la expresión de las emociones y sentimientos (es así que uno permite que le conozcan y se acorten las distancias entre las personas), exprese sus emociones positivas (que podrá contagiar a los demás) y las emociones negativas (sin agredir a las otras personas); la aceptación de sí mismo y de los demás, sin esperar que sean perfectos o que piensen o actúen como nosotros queremos (la aceptación del ser humano “con fallas” es básica para un buen entendimiento), pero nunca acepte una relación basada en la violencia.

Finalmente, nuestros pensamientos son los que definen el ambiente de nuestra vida, si pensamos en negativo (siempre viendo las carencias, catástrofes, faltas, culpables,…) nuestra vida ira tiñiéndose de negro y haciendo que la gente se aleje de nosotros, porque estaremos siempre agobiándoles (“invitándoles vasitos de desgracia”). Trate de pensar en positivo, ver las bendiciones que ha recibido de la vida, y si tiene problemas, trate de resolver uno a la vez y confiar que con su esfuerzo y la gracia de Dios, el mañana será mejor!.

Feliz Navidad y año nuevo con bienestar!.
 

¿Quieres hacer tu balance de vida, este fin de año?

Así como se hace, en el mundo empresarial, una evaluación de metas cumplidas en el año que culmina a fin de proyectar las del año siguiente, a nivel personal podemos hacer nuestro balance de vida para saber cómo hemos avanzado  en torno a nuestras metas personales y, sobre todo, qué aspectos podríamos mejorar en el año que va a iniciar.

Partamos de la idea de que para tener una vida armoniosa necesitamos lograr un equilibrio de los tres pilares del bienestar de la persona: la salud, la familia y el trabajo. Para hacer el balance de esos pilares, es preciso, en primer lugar, identificar las dificultades que hayamos tenido con cierta frecuencia  durante el año, respondiendo a algunas preguntas simples que nos ayudaran a recordar; luego, las podemos categorizar en función de los plazos en los que podemos resolverlos; enseguida, nos trazamos metas pequeñitas y concretas que nos permitan ver que avanzamos; y finalmente revisamos periódicamente nuestros progresos.

A.      Identifiquemos las dificultades ( o aspectos a mejorar)

¿Cómo va nuestra salud?
Durante el año, hemos sufrido con frecuencia: ¿algunos malestares físicos (o enfermedades) que nos hayan impedido de ir a trabajar algunas veces?, ¿un exceso (o carencia) de peso que nos haya enviado el autoestima al suelo? , o,   ¿ algunos sentimientos y emociones negativas (envidias, rencores, resentimientos, frustraciones,…) que nos van corroyendo el alma e impidiéndonos de avanzar?, ¿cómo están nuestras relaciones con los demás,… tenemos amigos?, los frecuentamos?,  ¿qué espacio le estamos dando al  disfrute de actividades placenteras o estamos haciendo muchas cosas por obligación y agotando nuestras energías? o ¿tal vez estemos con problemas de estrés (con síntomas de: nerviosismo, insomnio, baja de la libido, dificultades de memoria, fatiga, malestares físicos a repetición,…) a causa de dificultades en el trabajo, con la pareja, por una situación de sobreendeudamiento o incluso por falta de trabajo (¡la falta de estimulación genera también estrés!).

¿Cómo va nuestra familia?
¿Cuánto tiempo pasamos con la familia?, ¿qué pasatiempos compartimos?,  ¿cómo están las relaciones al interior de la familia? , ¿qué conflictos tenemos? o ¿hablamos suficientemente entre nosotros de las cosas de nuestros sueños y de las cosas que nos preocupan?, ¿Qué habría que mejorar para que la familia (pareja, hijos,…) vaya mejor?

¿Cómo vamos en el trabajo?
¿Cómo está nuestro real desempeño en el trabajo? , ¿ nos sentimos a la altura de las circunstancias o necesitamos reforzar conocimientos sobre algún tema? , ¿cómo va nuestro sistema de organización del tiempo? , ¿las relaciones con nuestros colegas y superiores? , ¿qué podríamos hacer para sentirnos más satisfechos en el trabajo?.

B.      Categorizamos nuestras dificultades encontradas

Una vez identificadas las dificultades, podemos categorizarlas en función de las posibilidades que tenemos de resolverlas: de inmediato o a corto plazo (en estos días o semanas), otros a mediano plazo (en estos meses), otros aún  a largo plazo (en unos años). Hay que reconocer también que habrán problemas que no podremos resolver, porque dependen de otras personas o del sistema en el que vivimos, entonces son problemas a los que habrá que adaptarse. Cabe señalar que, los cambios más rápidos y significativos son  los que podemos operar nosotros mismos (nuestra actitud, nuestras emociones, nuestros comportamientos,…).

C.      Nos fijamos metas accesibles

Para tener éxito en este trabajo personal, tenemos que trazarnos metas pequeñitas y concretas, de manera a poder realizarlas y que la percepción de los resultados nos motive a seguir avanzando. 

Con respecto a la salud, tal vez haya que hacer un chequeo médico, seguir un tratamiento, o introducir una modificación en nuestras habitudes (ejercicio, alimentación,…), tal vez debamos deshacernos de algunos “lastres” emocionales que ocupan inútilmente nuestra energía (mantener rencores y resentimientos nos encadena a la negatividad) ,  tal vez necesitemos perdonar (a alguien o a nosotros mismos por algunos errores cometidos), terminar alguna relación problemática, “voltear la página”  y avanzar hacia emociones nuevas, positivas y libres. Asimismo, tal vez haya que hacer algunas modificaciones en el manejo de nuestras finanzas (reducir gastos, renegociar deudas, refinanciar,…) a fin de aligerar la presión de una posible situación de sobre endeudamiento.

Con respecto a la familia, probablemente haya que mejorar el tiempo que se pasa con la familia, tal vez no en cantidad de tiempo sino en la calidad (poco tiempo pero con presencia total, activa y expresión de emociones positivas),  tener más actividades compartidas, ampliar los espacios de comunicación, lo que generará una sana complicidad en el núcleo familiar. Los amigos son también un importante capital social de soporte que permite acompañar las dificultades de familia y del trabajo. Si no está dándole importancia, es momento de hacerlo!.

En el trabajo, tal vez haya que mejorar nuestras competencias con algún refuerzo temático, un curso o un entrenamiento en la gestión de tiempo o en un sistema práctico de organización del trabajo (a veces es nuestro desorden que genera el problema), tal vez haya que aprender a comunicar con asertividad (saber decir “no”, expresar adecuadamente sus emociones) para sentirse mejor, tal vez haya que optar por buscar otro trabajo (y trazarse un plan para ello),…. 

D.      Monitorear cada cierto tiempo

Cada cierto tiempo (el que mejor nos convenga) revisemos los avances, sin que se convierta en una obsesión, y si se tienen que hacer varios cambios, ocupémonos de un cambio a la vez, sin estresarse y apreciando cada mejora como un logro importante.

Les deseo una experiencia interesante y que el año nuevo les permita alcanzar el bienestar ansiado.

¿Por qué consultar un psicólogo?

Antiguamente se asociaba tanto el trabajo del psicólogo al abordaje de la locura, que las personas tenían reticencias a consultarlo. El tener que hablar de que “algo raro” le pasaba por la mente generaba vergüenza y la persona demoraba mucho tiempo en consultar (a veces muchos años) haciendo que sus problemas iniciales se ahondaran, en lugar de solucionarlos  antes de que estos pudieran ocasionar daños en su vida.

Hoy, la realidad va cambiando y existe una “normalización” del hecho de asistir a la consulta de un psicólogo, y paradójicamente se está observando una oferta muy numerosa de terapias (formales y no formales) que pueden llevar a confusión, por lo que pienso que una breve explicación sobre algunos detalles ayudaría a ver tener un panorama más claro. Cabe señalar que por la necesidad de tener un lenguaje accesible las nociones técnicas serán reducidas a su mínima expresión.

La primera diferencia que hay que hacer, es entre las dos grandes clases de problemas psicológicos (o trastornos) que pueden afectar a la persona: los de base orgánica (ocasionados por problemas neuroquímicos en el cerebro) y los de base reaccional (que responden a otras causas).  Por un lado, los trastornos de base orgánica (la gama de trastornos con alucinaciones y rupturas con la realidad) son tratados por un psiquiatra (médico especializado en psiquiatría) con una medicación específica que logre estabilizar al paciente y procurarle una vida relativamente normal. 

Por otro lado, están los problemas de base reaccional, que son mucho más numerosos y de intensidades igualmente diversas. Estos son tratados por un psicólogo especializado en psicoterapia, que puede ser de orientaciones teóricas diferentes (Cognitivo-Conductual, Psicoanalítica, Sistémica, Humanista,…...) las que tienen sus peculiaridades e indicaciones propias.  

¿Por qué problemas podemos consultar un psicólogo?

Cuando sentimos que tenemos un problema que perturba nuestra viva (ocasionándonos un cierto malestar) que intentamos resolver y que no lo logramos, entonces recurrimos a un profesional que nos pueda ayudar a resolverlo.

Podemos tener dificultades que sin llegar a ser trastornos, en el sentido estricto de la palabra, nos generen malestar, estas podrían venir de una falta de aprendizajes (no tuvimos la oportunidad de aprender). Nuestros objetivos serian, en este caso, de desarrollo personal;  quiere decir adquirir (o aprender) ciertas habilidades: de comunicación (para enfrentar mejor las relaciones sociales en el trabajo, en la familia,…), de gestión de tiempo, de afrontamiento adecuado a situaciones de estrés,….

Otro tipo de problemas pueden venir de un exceso (o incluso de una desviación) de aprendizajes (por experiencias traumáticas,  porque nos acostumbramos a actuar de una cierta manera, por la educación que recibimos, por el entorno,… etc.) y entonces podríamos tener el objetivo de resolver algunos problemas de: depresión (como trastorno depresivo, o síntomas depresivos en contextos de crisis de vida o duelos), ansiedad (pánico-angustia, fobias, obsesiones, ansiedad generalizada, estrés, estrés post-traumático, hipocondría,…), problemas alimentarios o de imagen corporal (anorexia, boulimia,…), adicciones (ludopatía, alcohol, compras, sexo,…), problemas de pareja (dificultades a gestionar conflictos, celos patológicos, disfunciones sexuales), dolor crónico,….