Mostrando entradas con la etiqueta Suicidio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Suicidio. Mostrar todas las entradas

Comprender y ayudar a una persona deprimida.



Hace unas semanas, una noticia que estremeció el mundo del cinema, nos confrontó, de golpe, con la depresión y el suicidio. El actor, tan admirado por muchos, Robin Williams, había decidido acabar con su vida, luego de una larga y grave depresión, de un batallar contra su adicción al alcohol y drogas, y que el recibir un diagnóstico de una enfermedad degenerativa de Parkinson habría precipitado su decisión. Por la frecuencia con la que ocurren estos casos, creo pertinente abordar el tema y dar algunas sugerencias sobre cómo apoyar a una persona que sufre de depresión.

El suicidio es cada vez más frecuente en nuestras sociedades modernas. Probablemente, los cambios profundos que se han dado en nuestros hábitos no sean ajenos al tema: la masificación del uso de las nuevas  tecnologías que ha desplazado a los contactos personales; la vida estresante (con un ritmo marcado por el mercado y la competitividad); el contexto de crisis internacional (el deterioro económico, las pérdidas de trabajo masificadas, desahucios,…que afectan tanto a adultos, como a los hijos adolescentes - estudio reciente del Dr. Victor Fornari , Hospital Zucker Hillside de Nueva York); una perspectiva solitaria e individualista de la vida (la casi desaparición de la vida “en familia” y en “redes de amigos”), han permitido  que la soledad y la depresión hayan tomado un espacio importante en nuestras vidas, convirtiéndose en la principal causa de discapacidad y contribuyendo de manera importante a la carga de morbilidad en el mundo.
La depresión se ha convertido en un problema de salud pública. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), la depresión es una enfermedad que afecta a unos 350 millones de personas en el mundo y en los casos más graves conduce al suicidio, que es la principal causa de muerte violenta en el mundo (causa aproximadamente 1 millón de muertes anuales), por encima de homicidios, guerras y accidentes de tráfico. Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más de la mitad de los afectados en todo el mundo (y más del 90% en algunos países) no reciben esos tratamientos, por falta de recursos y de personal sanitario capacitado, además de la estigmatización de los trastornos mentales y la evaluación clínica inexacta. Las personas con depresión no siempre se diagnostican correctamente (algunos síntomas como la fatiga, falta de apetito,  de impulso sexual o el insomnio, son percibidos por el paciente como un problema físico, por lo que no es fácil detectarlo desde la atención primaria), mientras que otras, que en realidad no la padecen, son diagnosticadas erróneamente y tratadas con antidepresivos.

Cuando hablamos de depresión, no nos referimos a los cambios del estado de ánimo y las respuestas emocionales puntuales a los problemas de la vida cotidiana, sino a una serie de síntomas que se instalan en la vida de la persona, de una manera duradera e intensidad moderada o grave: síntomas afectivos (tristeza, ansiedad,…), cognitivos (indecisión, problemas de atención y memoria,…), motivacionales (poca fuerza de voluntad, deseos de evitación y escape,…), motores (pasividad, dificultad en las relaciones interpersonales,…), fisiológicos (problemas de sueño, apetito,…), llegando a producirle un sufrimiento importante y perturbando su funcionamiento social, laboral y familiar.

La persona deprimida tiene sistemáticamente una perspectiva negativa y pesimista de las cosas; hace una serie de “distorsiones cognitivas” (errores de pensamiento) por las que interpreta la realidad de una manera deformada o totalmente inexacta, pierde toda objetividad y es incapaz de ver la realidad de manera positiva o neutra (cualquier cosa que ocurre, toma dimensiones disproporcionadas).

Según Aaron Beck (1979), el deprimido tiene distorsiones cognitivas en los tres temas importantes de la vida: sus cogniciones sobre sí mismo (ej: “yo no valgo nada”, “no estoy a la altura”, “soy débil”, …);sobre el entorno – el mundo y los otros- (ej: “ el mundo está podrido”, “la gente es egoísta”,…) y sobre el futuro (“nada mejorará jamás”, “no hay esperanza”,…). Esa triada cognitiva negativa, la encontramos (en diversos grados) en todos los pacientes deprimidos, y no son solo simples frases, sino que corresponden a una verdadera creencia sobre sí mismo y el mundo.

¿Cómo podemos ayudar a una persona deprimida?
  • El apoyo de la familia y los amigos es importante.
  • No deje que la persona se aísle, así ella quiera hacerlo.
  • Inclúyale en las actividades agradables e insístale con gentileza (sin forzarle) para que participe.
  • Escúchele, compréndale, sin manifestarle compasión, sino más bien mostrándole afecto y ganas de apoyarle. Sabemos que el discurso de una persona deprimida puede ser difícil a soportar por el constante contenido pesimista, sin embargo, una escucha atenta, comprensiva y afectuosa puede ayudarle a tomar consciencia del problema y entrever la posibilidad de buscar tratamiento. 
  • Convénzale de ir a pedir ayuda profesional (Psicólogo, Psiquiatra). Una terapia (con medicación y/o psicoterapia, dependiendo del grave de afectación) aplicada oportunamente resolverá el problema. Una psicoterapia cognitiva-conductual ha demostrado eficiencia tanto en el tratamiento de la depresión, como en la prevención de la recaída.
  • Si la persona que deprime tiene hijos pequeños, es de mayor urgencia el ponerse en tratamiento (medicación y psicoterapia), a fin de preservar la salud mental de los pequeños.
  • Si sospecha que la persona tiene algunas ideas suicidarias, o escuchó algunas expresiones que hagan pensar a ello, ¡tómelas en serio!. Hable con la persona, pregúntele sus razones, no la deje sola, gane tiempo y prevenga a la familia y a los profesionales que podrían intervenir.
  • Si es alguien que ya hizo tentativas de suicidio, hay que tener mayor cuidado, porque según diversas investigaciones la mitad de los que intentaron suicidarse, llegaron a hacerlo finalmente.

Para entender mejor lo que vive internamente una persona deprimida, visione un video muy didáctico promovido por la OMS, “Yo tenía un perro negro que se llamaba depresión” y que fue elaborado por un publicista norteamericano que vivió la experiencia de la depresión. http://youtu.be/vpN8px2QVHI









El acoso escolar (bullying). Entender y actuar.


El acoso escolar (bullying en inglés) es un tipo de violencia repetitiva (física y/o psicológica) que se produce entre niños y adolescentes, dentro del colegio. Si bien este problema no es nuevo, es un tema de creciente preocupación en todo el mundo, porque  al acoso entre escolares y su actual desarrollo en internet es una realidad que afecta a entre 10-15 % de niños y adolescentes de todos los países, en los que el sistema escolar es obligatorio.

Los actos de violencia a los que se libran los acosadores tienen diferentes formas: físicas (golpes, degradaciones del material escolar, la ropa o el refrigerio, los juegos peligrosos,…), psicológicas (insultos, burlas sobre la apariencia física, procedencia o religión, rumores, aislamiento,…), incluso sexuales (amenazas, violaciones,…). Se desarrollan siempre en grupos o “pandillas” y en los momentos y espacios de menor vigilancia (recreos, servicios higiénicos, redes sociales en internet,…)

El acoso toma formas diferentes en función de la edad y del sexo: los más jóvenes, se enfrentan físicamente, los de mayor edad utilizan el lenguaje; las mujeres hacen correr rumores y aíslan a su víctima por ese vía, los varones tienen más tendencia a recurrir a la fuerza física para impresionar a su víctima. Aunque, actualmente, con el uso del internet, varones y mujeres utilizan los mismos procesos de rumores, insultos, incluso colgando fotos en las que degradan a sus víctimas, lo que ocasiona problemas más serios ya que el impacto es multiplicado por el uso generalizado del internet en la sociedad.  

El acoso preocupa por la gravedad de las consecuencias sobre las víctimas, porque pueden desarrollar verdaderas patologías psicológicas (toda una serie de trastornos de ansiedad, depresión con riesgo de suicidio, trastornos alimentarios como la anorexia, bulimia,…), escolares (fracaso escolar) y sociales (marginalización,…), que de no ser tratadas oportunamente podrían comprometer de manera durable la salud mental y la calidad de vida futura. Las secuelas de la experiencia traumática podrían resurgir incluso mucho tiempo más tarde, y en algunos casos, como lo señalan las investigaciones, podría haber una transferencia entre las generaciones, pues algunas víctimas de acoso se convierten en padres de víctimas, lo que sucedería también con los acosadores.

¿Se puede prevenir?

A modo de prevención, los padres y adultos de referencia, deberían promover el desarrollo de ciertas habilidades sociales en los niños, desde la autonomía (saber tomar sus decisiones, a su medida y en función de su edad), la asertividad (saber decir “no” y expresar sus opiniones y emociones respetándose a sí mismo y a los demás) y el autoestima (tener una buena imagen de sí mismo y de sus capacidades), a fin de que sepan cómo enfrentar los retos de una vida en grupo.

En los establecimientos escolares, el equipo académico debe ser consciente de su responsabilidad en la prevención del problema: generando un buen clima escolar (agradable, interesante y seguro), estableciendo reglas claras en la escuela (sobre todo en la prohibición expresa de todo tipo de violencia) y vigilando su cumplimiento, promoviendo espacios de diálogo e intercambio de opiniones y experiencias, organizando a los escolares y canalizando sus energías con proyectos colaborativos pro-activos (clubes de turismo, preservación del ambiente, ciencias, poesía, deportes, campañas de solidaridad, oratoria, debates,….) a fin de enseñar a los niños a trabajar en equipo, de lo contrario existe el riesgo de un vacío de poder y caos en el que se agrupen al modelo “la ley de la selva”


Para identificar el problema de acoso, los adultos (padres, profesores,…) tienen que estar atentos a todo cambio brusco que se opere en las actitudes, en el comportamiento o en los resultados escolares de los niños y jóvenes;  en el aislamiento, las tardanzas sistemáticas o el ausenteísmo que pudiera ocurrir con ellos y que podría estar siendo la expresión de un malestar serio. De ser el caso, dar soporte psicológico al que es objeto de acoso a fin de que rompa el “secreto” sobre sus agresores e intervenir de inmediato sobre el problema, poniendo todos los medios en acción (padres de víctimas y agresores, psicólogos, policía,…) en función de las características del caso.

Para identificar e intervenir sobre este problema, existe una guía muy interesante para padres y escolares que estén confrontados al problema de acoso escolar por internet. Invito a visitar el sitio e informarse en detalle.

El Trastorno de la Imagen Corporal

Hoy que asistimos  a un escándalo internacional ocasionado por la mala calidad de implantes mamarios (ver publicación anterior en este mismo blog) y que actualmente es objeto de procesos judiciales en Francia (país de origen de la empresa que fabricó y comercializó las prótesis PIP) provocando la toma de consciencia de los gobiernos de los diferentes países, creo pertinente hablar de lo que hay detrás de muchos de los casos que han llevado a las mujeres a realizar esas operaciones estéticas. Cabe señalar que esto no se aplica a todas las mujeres que recurrieron a este tipo de cirugía.

La imagen del cuerpo es una representación mental  de nosotros mismos que hemos ido construyendo a lo largo de nuestra vida, y se refiere a cómo percibimos, nosotros mismos, nuestro cuerpo o nuestra apariencia.  Esta representación mental, comprende tanto un esquema corporal perceptivo (que vemos) como un conjunto de emociones, pensamientos y conductas que se han asociado.

Existe un trastorno de esa imagen corporal, que clínicamente se conoce como Trastorno Dismórfico Corporal (TDC, según el DSM-IV) y consiste en una preocupación excesiva y fuera de lo normal por algún defecto percibido (real o imaginario) en las características físicas (imagen corporal). Si el defecto existe, la preocupación y ansiedad experimentada por la persona con TDC es excesiva, ya que lo percibe de un modo exagerado.

La persona puede quejarse de uno o varios defectos; de algunas características vagas, o de su aspecto en general, causándole un malestar psicológico significativo que deteriora su desempeño social o laboral, hasta el punto de manifestar síntomas ansioso-depresivos severos (en algunos casos depresión con riesgo suicidario), el desarrollo de otros trastornos de ansiedad (obsesiones compulsivas, ansiedad social, fobia social,…) aislamiento y exclusión social. Aunque el TDR se encuentra frecuentemente relacionado a los trastornos alimentarios (anorexia y boulimia,…).

El inicio de los síntomas generalmente ocurre en la adolescencia o en la edad adulta temprana, donde comienzan la mayoría de críticas personales relacionadas con la imagen corporal y va disminuyendo con la edad, aunque en muchas ocasiones puede persistir en la edad adulta. Afecta por igual a hombres y mujeres.

La autoestima baja es una característica común de las personas con TDC, ya que centran su valor como personas en la percepción de su apariencia. Es más común entre jóvenes de clases media y alta, con pocos o ningún defecto físico; y que influenciados por los medios de comunicación y los altos estándares de belleza actual, empiezan a tener una percepción errónea o exagerada de defectos físicos imperceptibles o imaginarios.

Las principales obsesiones se centran en:  la piel, el rostro, genitales, arrugas, dientes, pecho, nalgas, cicatrices, asimetría facial, pelo, vello facial, labios, nariz, ojos, muslos, piernas, abdomen, orejas, barbilla,… Los hombres se preocupan generalmente de los genitales, mientras que las mujeres suelen preocuparse más con su cara, pelo y pecho. El defecto existe en los ojos del que sufre de TDC y no entiende por qué su entorno cercano no pueda ver el defecto que percibe y que persistan en discutirle y a pesar de todos los argumentos que le presenten, dará validez solamente a lo que el percibe.

En muchos de los pacientes con TDC, se encuentran cirugías estéticas y tratamientos dermatológicos a repetición,  que tienden más a aumentar la insatisfacción con su imagen corporal, como  es el caso de la rinoplastia, que tiende a resultar aún más insatisfactoria.  
Cuando se tienen familiares y/o amigos con este problema, lo primero que hay que hacer es convencerles de hacer una psicoterapia cognitivo-conductual, que es la que ha demostrado ser eficaz, según muchas investigaciones. 
 
 
 

Comprender la depresión.

Al finalizar el año, la mayoría de personas está programando sus reuniones festivas, mientras que otros van confrontándose a su soledad y al dolor de vivir con la depresión, una enfermedad muy común pero grave si no recibe un tratamiento oportuno.

La depresión es un trastorno emocional en el que los sentimientos de tristeza profunda, pérdida, ira, frustración, desesperanza,…  interfieren con la vida cotidiana durante un tiempo prolongado, causándole sufrimiento tanto a la persona que lo padece como a quienes viven con ella, porque es como si estuviera apagada completamente.

La depresión en adolescentes se manifiesta con tristeza, desánimo, pérdida de la autoestima y pérdida de interés por las actividades placenteras habituales. En los niños, con juegos y comportamientos agresivos. En las mujeres, con sentimientos de tristeza, inutilidad, o culpa excesiva y en muchos casos con tentativas de suicidio. En los hombres, con fatiga, irritabilidad, pérdida de interés en las actividades placenteras y problemas de sueño.

En las mujeres la depresión es más común que en los hombres, por la concurrencia de una serie de factores biológicos (hormonales) y psicosociales (ciclos de vida, estrés del trabajo sumado a las responsabilidades del hogar, maltrato,…). Los hombres enfrentan la depresión mayormente recurriendo al alcohol o a las drogas, a un trabajo excesivo y a comportamientos imprudentes o riesgosos.

En los ancianos, los cambios de vida a los que tienen que adaptarse pueden generar o acentuar la depresión, como el hecho de dejar su hogar e irse a vivir a una residencia para la tercera edad, el soportar un dolor crónico, los sentimientos de soledad por la muerte de su conyugue o sus amigos cercanos, la pérdida de su independencia (problemas para movilizarse, cuidar de sí mismo,…), las enfermedades mentales o físicas que puedan tener. 

Veamos los síntomas de la depresión, que no son vividos de la misma manera por todas las personas, pero que en esencia son:
  • Sentimientos persistentes de tristeza, vacío, culpa, pesimismo,
  • Sentimientos de desesperanza,  inutilidad, y/o impotencia,
  • Irritabilidad, agitación o enlentecimiento (al hablar, caminar, actuar,…)
  • Pérdida de interés en las actividades o pasatiempos que antes disfrutaba,
  • Fatiga y falta de energía,
  • Dificultad para concentrarse, pensar, recordar y tomar decisiones,
  • Insomnio, dormir poco o demasiado,
  • Comer excesivamente o perder el apetito (subida o pérdida de peso),
  • Pensamientos suicidas o intentos de suicidio,
  • Dolores y malestares persistentes, dolores de cabeza, cólicos, o problemas digestivos que no se alivian incluso con tratamiento.
La depresión frecuentemente coexiste con otras enfermedades,  como los trastornos de ansiedad (estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de pánico, fobia social y trastorno de ansiedad generalizada), el abuso o la dependencia  (alcohol u otras sustancias) o con enfermedades físicas (cardiaca, derrame cerebral, cáncer, VIH/SIDA, diabetes, Parkinson,…).

¿Cómo puede ayudar a una persona deprimida?,
1.    Ayúdele a buscar un diagnóstico y tratamiento adecuados. Si es posible, pida la cita en su lugar y acompáñela a la consulta.
2.    Converse con ella,  escúchela con atención y paciencia.
3.    Nunca desvalorice  sus sentimientos pero háblele de la realidad y ofrézcale esperanza.
4.  Nunca ignore los comentarios sobre el suicidio y comuníquelos, de inmediato, a los familiares, terapeuta, o médico.
5. Invítela a integrarse progresivamente a diversas actividades agradables, pero sin presionarle.