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¿Cómo podemos preservar nuestra salud mental?

Estamos tan acostumbrados a ocuparnos de nuestra salud cuando tenemos un problema o enfermedad a tratar y no cuando estamos a tiempo de prevenir; y esto es aún más frecuente cuando se trata de nuestra salud mental, pues estamos preocupados por cosas más urgentes (el trabajo, los embates de la crisis financiera,…) que dejamos lo importante para después, y ese después puede tomar mucho tiempo,… hasta sorprendernos con algún problema que hubiéramos podido evitar si nos hubiéramos detenido un momento a ver lo que estaba pasando en nuestras vidas.

Partiendo de que somos seres bio-psico-sociales, e incluso espirituales, el tener un bienestar general (físico y mental) tanto a nivel personal, de pareja como de la familia, requiere lograr un relativo equilibrio (porque no existe una situación ideal) entre esos cuatro pilares que soportan nuestra vida (un cuerpo sano y con la suficiente energía para realizar nuestras actividades cotidianas; un estado mental que nos permita tener intercambios interesantes, apreciar los buenos momentos y tomar decisiones adecuadas y oportunas ; tener  amigos y otras redes sociales de apoyo y estar en armonía con nuestras creencias religiosas (si las tenemos) que puede ayudarnos a darle un mayor sentido a nuestra existencia (sea cual fuere el credo).

Mucho se ha dicho sobre como ocuparse de nuestro cuerpo  físico y retenemos tres aspectos importantes: 1) necesitamos una alimentación equilibrada (por ejemplo la dieta mediterránea) que permita tener la energía y la agilidad física y mental (porque comer demasiado y con mucha grasa nos hace funcionar con más lentitud y estar menos dispuestos a realizar un buen trabajo físico y peor si se trata de un trabajo mental). 2) existen ciertos alimentos “funcionales” que podemos integrar a nuestra alimentación para incrementar el aporte de nutrientes así como el drenaje de toxinas (limón, linaza, alpiste, té verde,…). y 3) la dieta debe estar en acorde con una actividad física regular y del tipo que mejor le convenga (gimnasia, caminata, danza,…), esto para mantener un peso adecuado (agilidad de movimiento y no afecta al autoestima), así como para tener un humor positivo (por la emisión de endorfinas)

La parte psicológica es mucho más compleja, porque hay muchos factores que entran en juego (la educación recibida, experiencias anteriores, personalidad, aspectos culturales, contexto,…) pero podemos dar atención a algunos temas generales que nos pueden facilitar la vida , porque nos evitaran a nosotros de tener conflictos innecesarios, frustraciones, rumiación o culpabilidad… etc. y a nuestros hijos les permitirá construirse modelos adecuados a seguir en la gestión de emociones, la comunicación, relaciones sociales, uso controlado de sustancias,…, porque es en casa que esos modelos son formados.

La comunicación en la familia, la podemos mejorar incrementando (la calidad más que la cantidad) los momentos para hablar no solo de cosas banales (tareas cotidianas) sino de preocupaciones, problemas, sueños, proyectos,… etc), con la pareja, los hijos, los amigos; haciendo el esfuerzo de escuchar a los demás y respetar que puedan tener ideas opuestas a la nuestra; evitando el uso de la violencia en todas sus formas.

La gestión de las emociones, la podemos mejorar aceptando y expresando (sin excesos) las emociones y los sentimientos que sentimos en diferentes momentos de la vida (agradables y penosos); además,  reservándose tiempo para hacer actividades que nos gustan (solos, en pareja, con los hijos, con amigos), estas nos permitirán de tener la energía y motivación para seguir adelante.

Otro aspecto importante es  el uso controlado de sustancias y actividades que generan dependencia (alcohol, tabaco, juegos de dinero, internet, televisión, móvil, FB,….) en los padres, que tiene un efecto preventivo en el abordaje que hacen los hijos de esos productos que generan dependencia.

De la parte social, nos podemos ocupar haciendo el esfuerzo de tener amigos (pues la sociedad moderna tan “virtualizada” promueve las actividades en solitario, generando problemas vinculados a la soledad,…) , recibirlos en casa, hacer que los niños vean y participen de esas relaciones sociales. Por otro lado, los amigos y redes sociales que tengamos me ayudarán a enfrentar cualquier problema que surja en nuestras vidas y los hijos sabrán en el futuro como gestionar sus propias relaciones sociales, de lo contrario, podrían desarrollar problemas de fobia social ( timidez,…).

Finalmente, queda  reconocer que el tema es mucho más amplio, y que será abordando progresivamente, sin embargo, concluimos este artículo, indicándole que si Ud. tiene algunos aspectos que no puede gestionar adecuadamente, no dude en encontrar ayuda ante un profesional, un psicoterapeuta cognitivo-conductual, con algunos meses de trabajo la ayudará a retomar el control (la gestión adecuada) de su vida.  

La timidez: cuando la mirada del otro nos genera temor…

Todos recordamos haber tenido alguna vez a un amigo, conocido o tal vez incluso haber sufrido personalmente  de ansiedad social (lo que en el lenguaje común se conoce como timidez), un problema que hace  temer la mirada del otro y la posible evaluación que comporta esa mirada,  por lo que la persona que lo sufre evita las  reuniones sociales o participa en ellas con mucho malestar (sonrojándose, tartamudeando,…). A veces lo hace consumiendo alcohol o algunas drogas para relajarse un poco y poder afrontar esas situaciones, lo que le hace caer en problemas de dependencia a esas substancias, generándole trastornos aún más graves.

La ansiedad social  se la encuentra en diferentes intensidades (desde una ansiedad leve que genera cierto malestar en las reuniones sociales,  hasta una fobia social que perturba completamente el funcionamiento general de la persona). Comienza generalmente en la adolescencia, aunque hay casos que se presentan también en la infancia (afectando tanto a hombres como a mujeres) y parece estar vinculada al tipo de educación que ha recibido la persona, muy cerrada (centrada solo en su familia, sin frecuentar otras personas), con padres sobreprotectores (que  le hacían todo e incluso hablaban por ella)  y pocas oportunidades de intercambios sociales (no han dado la ocasión de aprender a tener relaciones sociales adecuadas).

Las personas con fobia social se muestran muy ansiosas en situaciones sociales cotidianas. Tienen un miedo intenso, persistente y crónico de ser vigiladas y juzgadas por otros, y de hacer cosas que las hagan sentirse avergonzadas. Ellas pueden preocuparse durante días o semanas antes de una situación a la que le temen. Este miedo puede volverse tan intenso que interfiere con el trabajo y otras actividades cotidianas, y puede dificultar el hecho de conseguir y conservar amigos.

La fobia social puede estar limitada a una situación (como hablar con personas, comer o beber o escribir delante de otros) o puede ser tan amplia (como en la fobia social generalizada) que la persona experimenta ansiedad alrededor de casi cualquier persona distinta a los miembros de la familia.

Los miedos más comunes son: asistir a fiestas y otras reuniones sociales; comer, beber y escribir en público; conocer nuevas personas; hablar en público; utilizar los baños públicos,….y los síntomas físicos más comunes: ruborizarse, dificultad para hablar, náuseas, sudoración, temblores,…

El tratamiento más eficaz para este problema es la psicoterapia cognitivo-conductual porque trabaja de manera sistemática no solo recreando en la persona su repertorio de habilidades sociales (saber que hacer, qué decir, como y cuando decir,…), sino también utilizando técnicas diversas para ayudarle a controlar su ansiedad y gestionar de manera adecuada sus pensamientos y otros factores psicológicos que están vinculados y que mantienen ese problema.